Saludó con la altanería que produce la lujuria de la escritura.

Empachado por la gula de halagos los miró desde la terraza de la soberbia.

Intuía un híbrido taller literario que con pereza dictaría per se.

Atesoraba con avaricia la envidia engendrada en el vientre de los dragones colegas.

—¡Los desafío a emitir una frase que dispare mi ira!—dijo.

—¿Algún aprendiz de escritor que ose crisparme?—remató.

—¡Sii!

—¿Diga..?

Ud entra cabalgando su Ego y yo salgo para no convertirme en Ud.

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