—Estoy harto de que en este taller siempre me digáis que no sé aceptar una crítica. No es cierto. Huelo un tufillo a envidia. Soy receptivo a vuestros comentarios pero aquí, no hay narrador. No en este relato. No hay, no…

Juan volvió en sí cuando el reflejo fugaz de las luces azuladas de la policía parpadeó en su inconsciente mirada. Ésta intentaba, paralizada, descifrar la procedencia de la sangre que iba deslizándose por la mano que sostenía el arma homicida. Un boligrafo de color rojo.

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