Creía que escribir era dedicar tiempo a poner palabras en hilera, una tras otra. Y eso hacía. Pero brotaban rollos feos, torcidos, como borrachos.

Mi primer taller me enseñó que podía tirar palabras como se tiran semillas al campo en la sementera para luego ir rebuscando y escardando. Me puse a ello. Conseguí alguna buena cosecha de historias, pero aún me falta una buena trilla. Y un nuevo Taller de Escritura como bancal, donde aprender a trillar y aventar la paja para separar el grano.

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