Recuerdo ese momento oculto en mi cabeza.

Llegaba tarde a la biblioteca donde había ido mil veces, al abrir la puerta era distinto.

El silencio reposaba translucido sobre las sonrisas presentes. Se percibía el olor a celulosa envejeciendo en las estanterías, los volúmenes desordenados te contemplaban con sus raídos colores.

El rostro afable del profesor preguntó su primera duda existencial.

– ¿Quién eres tú?

– Soy Miguel Ángel.

– ¿Qué es lo que deseas?

– Escribir hasta el final.

– Entonces pasa.

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