Observé complacido a las personas que hacían cola en aquellos grandes almacenes ante una mesa aún vacía. Sin pretenderlo, mi memoria regresó veinte años atrás y me vi, de nuevo, sentado en un banco del parque con la mirada perdida y la brújula de mi vida hecha añicos. Dando tumbos por las calles tropecé con un cartel que indicaba la entrada a un club de escritura. En su interior, varias personas sentadas en circulo me invitaron a participar. Hoy, veinte años después, sigo firmando libros.

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