Una cuarentena que ya no respeta ni el nombre. Hace más de cuarenta días que estamos encerrados en nuestras casas y lo que más hacemos es quejarnos, nos quejamos de que no podemos salir, que queremos ver a nuestros amigos, que queremos ir al cine, al parque y muchos hasta tienen el coraje de quejarse por lo mucho que están comiendo. Otros reniegan de pasar todo el dia con sus hijos y su pareja, algo que, yo aseguro, antes apreciaban o deseaban.
Pero… ¿sí por un momento ponemos pausa y lo miramos con otros ojos? Siento que podemos disfrutar y buscarle el lado positivo a todo esto pensando en que hay gente que de verdad lo sufre. Hay gente que convive con alguien que los golpea, otros que de verdad tienen la necesidad de salir a trabajar para darles un plato de comida a sus hijos o gente que está sola y no tiene posibilidad de comunicarse o ver a sus seres queridos. Podría pasar horas mencionando gente en diferentes situaciones pero no es el objetivo del texto.
Creo que podemos trabajar en las quejas para que estas desaparezcan o se transformen al simple hecho de disfrutar, aprender y extrañar, que muchas veces hace bien para valorar ciertas cosas que antes nos parecían normales, rutinarias o sin valor.
Extrañemos los abrazos para que el próximo sea
con más intensidad, disfrutemos de estar en casa y tener tiempo libre, apreciemos cada charla con un mate de por medio y valoremos la posibilidad de poder comer todo el día.
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