Aún faltaban dos minutos, pero el anodino silencio que asola nuestras vidas desde hace ya mes y medio era, un día más, quebrantado por los aplausos de un vecindario ávido de contacto, de ese calor humano que, ahora más que nunca, ansiamos en exceso, debido a nuestra inherente necesidad de sentirnos y vivir en comunidad.
Pero no me refiero a la del anillo, sino la de la Galaxia. Dado que en ese mismo momento, como ya sucediera en El Imperio Contraataca cuando Darth Vader revela a Skywalker su parentesco afirmando “I’m your father”, el nieto de tan cinéfila frase aparecía en la pantalla de mi televisor desvelando otro vínculo familiar, también éste, amenazado por el lado oscuro de la fuerza.
Pensé, entonces, en la Resistencia liderada por la general Organa y en cómo, ahora, hemos hecho nuestra aquella letra que cantaran dos muchachos con sus chalecos rojos -que no amarillos-. Y en cómo resistimos día tras día la amenaza de un desconocido que no vemos, una fuerza oscura que ha ido avanzando hasta alcanzar cada rincón del planeta llevándose miles de vidas tras su paso.
Pasaban otros dos minutos después de las ocho y cesaron los aplausos. No así el incondicional apoyo a nuestros Jedi que, aún sin los medios necesarios no han cesado en su lucha contra el lado oscuro. Y entre saludos de ánimo y frases de “mañana más” o “nos volvemos a ver a la misma hora”, recibo en el móvil –nuestro sable de luz ahora frente a la soledad- un mensaje de mis vecinos, más bien compañeros de viaje, del piso de abajo. De la pantalla surgen, como si del domingo de Resurrección se tratara (también vivido en cuarentena), la princesa Leia y Han Solo. Y es que muchas son las formas de mantenerse ocupado, entretenido y, sobre todo, en contacto. Unos quedan para tomar una cerveza y charlar con sus amigos y familiares por videoconferencia, otros se envían retos y acertijos y algunos, como mis vecinos, interpretan películas.
¿Fue casualidad? No lo creo. Y con un Que la fuerza os acompañe nos dijimos adiós.
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