El día era lluvioso y no había mucho que hacer en el pueblo.

Jenni y Lydia jugaban en el patio de casa de Jenni aprovechando que estaba cubierto. Acababan de crear la enfermería de caracoles. De entre todos los caracoles que los padres de Jenny habían cogido por la mañana, seleccionaban los que peor pinta tenían o los que estaban aplastados y los separaban en cajas con diferentes secciones y los alimentaban para que se curasen. También pasaban por un proceso de observación.

-¡Jenniiii, acábate la tostada que siempre haces lo mismo!-Gritó la madre de Jenni desde el interior de la casa.

-¡Que sí pesada!-Contestó Jenni mirando al cielo.

-Mira! Mira! Este que estaba aplastado empieza a salir del cascarón-dijo Lydia.

-Si! Se ve que tiene hambre, esta mejorando, ¡está sacando una antena!

-Ui, yo creo que no está bien, tiene un problema ocular-dijo Lydia mientras daba golpecitos una y otra vez en la antena del caracol que subía y bajaba.

-Vamos a tener que operarle de urgencia, hay que extirpar ese ojo-Dijo Jenni cambiando la voz a un tono mas adulto y masculino y sujetando las tijeras.

Zas!Zas! El pobre caracol se metió en su cascarón después de que las niñas le cortaran el ojo y procedieran a buscar una nueva víctima a la que salvar.

La madre de Jenni salió malhumorada al patio.

-Pero bueno, ¿todavía con la tostada a medias?

-Ai mama… No quiero más…Es que me da asco…-Contesto Jenni bajando la cabeza.

-Ni asco, ni asca, venga, y recoged todo este jaleo.

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