En una tarde otoñal, Antonio saliò a dar una vuelta por el centro del pueblo. Acababa de llover hacia un par de horas, y el aire fresco espantaba a los escasos transeuntes. Las hojas caidas de los àrboles volaban de aqui para allà, movidas por un viento que empezaba a tomar brios. La imagen de soledad que le regalaba aquel dia era similar a la de otros que habia vivido años atras, y le traian reminiscencias de otras situaciones, de otras personas, de otras èpocas. Por momentos sentia que todo lo que habia tenido que vivir, ya lo habia vivido, y la vida ya no tendria mas sorpresas para el. Era como si a partir de un par de años atras, y de alli para adelante, todo consistiria en un caminar a pasos taciturnos y rememorar hechos pasados; algunos muy felices; otros amargos como la hiel. Tal vez le quedara acompañar a alguien mas joven; hacer de consejero con su experiencia.
Solo precisaba encontrar a quien quisiera dejarse aconsejar. Estaba èl en condiciones de dar buenos consejos?Quien sabrìa? Estaba pensando en todo esto cuando notò que una sombra lo seguìa. Le llamò la atenciòn. Virò su cabeza levemente hacia atras. Abriò sus ojos con sorpresa. Apurò el paso. Tratò de alejarse de alli. Pero su perseguidor era mas joven y le fue recortando distancia.
Pensò en gritar. Pedir auxilio. Alguien lo escucharìa. La calle estaba desierta pero confiaba en que alguien de alguna de las casas escuchara su pedido de auxilio y acudiera. Pero antes de que pudiera intentar algo, el joven se le puso a la par. Puso la palma de su mano sobre su boca y le dijo:
-Fin del juego. Como la hojarasca que es mecida por este viento, todos vamos a pasar. Tambien tu. Ya es hora de que el viento te amontone junto a todos los de tu calaña. Me entiendes?
-Todas las hojas son del viento, ya que las mueve hasta en la muerte, pero la luz del sol no es propiedad de nada ni nadie.
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