Aquì estamos, ansiosos, cruzando los dedos para que la internet no nos traicione y nos deje a mitad de la conexiòn. Noelia y Tomás, desde sus dos y tres añitos, miran expectantes la pantalla del celular. Con Andrès nos pasamos gran parte del dìa explicàndoles que hoy era el cumple de la abuela Alicia, que le íbamos a cantar el cumpleaños feliz con mucho ruido y alegrìa, pero no vamos a poder abrazarla ni besarla como el año pasado, que la abu no estarìa con nosotros, pero la verìamos igual. Aùn me parece ver la mirada de incredulidad de Tomy cuando se lo dije.
¡Ahì estàs! Maquillada y sonriente, como toda cumpleañera que se precie. Tus ojos vidriosos te delatan y dicen, sin palabras, que anhelas nuestros besos y abrazos, ver a tus nietos corretear por tu casa, abrir juntos los regalos y compartir todo lo especial que tiene un año màs de vida. Y entonces los peques nos acercan la magia y acortan las distancias, porque saltan felices al verte en la pantalla y te lanzan besos al aire y te cantan la canciòn màs bella del feliz cumpleaños con toda la fuerza que sus pequeños pulmones les da y te gritan que te quieren, mientras saltan alrededor de papà y mamà y una làgrima, inevitable, se te escapa, pero con gran velocidad te la sacas de encima.
Andrès trae la torta, con las velas encendidas para que las apagues, los niños esperan que pidas los tres deseos (yo se que es solo uno) y en un tremendo acto de magia las velas se apagan cuando soplàs sobre ellas, Noe y Tomy se miran boquiabiertos, no han visto que su papi soplò a sus espaldas, y aplauden enloquecidos de felicidad.
¡Seamos como niños y disfrutemos de los pequeños momentos que la vida nos da!
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