La pandemia y yo…
Llámenme como quieran: paranoica, previsora, intuitiva, hiperbólica o cualquier otro apelativo que les venga a la mente luego de conocer el torbellino de razonamientos que se formó en mi mente desde el primer momento en que llego a mis oídos la existencia del VIRUS sin corona.
No corono al patógeno porque me niego a otórgale al enemigo un poder que a mi parecer no le pertenece y que lo encumbra sin motivo.
Yo, particularmente, comencé a seguir al dichoso adversario invisible a través de las noticias que llegaban del lejano oriente, y que, para mí, resultaron alarmantes; ¡qué si le dieron vida en un laboratorio! ¡Qué fue por comer animales incomibles a los ojos de muchos! En fin, ¡había nacido un monstruo! Cualquiera que haya sido su padre.
Mi seguimiento de las noticias era cada vez más ávido. Devoraba cada artículo, vídeo, comentario, testimonio o reseña referente a la pandemia.
Según dicen, el 31 de enero llegó el primer infectado, sin embargo, yo ya llevaba muchos días transmitiendo mis temores. «¡Qué exagerada eres, por Dios! Distráete con otras cosas, lee un buen libro…» me regañaban algunos.
Fui reduciendo mis salidas a los centros de mayores, talleres, charlas…En una de esas ya ínfimas salidas, mi compañera de paseos moqueaba a más no poder…Me despedí de ella evitando el tradicional abrazo acompañado de un cariñoso beso, sustituyéndolo por una pulcra palmadita en la espalda con manos enguantadas debido al frío y un sabio consejo: – ¡Cuídate mucho! ¡Se vienen tiempos difíciles!
Ya en casa, decidí confinarme por voluntad propia quince días antes de que lo impusieran nuestros gobernantes.
1, 2, 3 pollito inglés, es un juego originario de mi país, Venezuela; una persona de espaldas, cuenta y se voltea al terminar, mientras de sus labios sale la frase: 1,2,3 pollito inglés. Los demás tratan de llegar a ella en tanto se encuentre de espaldas, porque si está de frente, han de quedar paralizados y el que se mueva queda descalificado.
Y así estoy yo: Paralizada, hasta que el maldito VIRUS sin corona me dé la espalda…
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