Nos despedimos como cualquiera de estas noches o tal vez deba decir madrugadas, a las 4 de la mañana con el horario de cabeza y las ganas de poder despedirnos como cualquiera de aquellas noches; con un abrazo y un beso reales. Ambos hemos seguido las recomendaciones al pie de la letra, sobre todo el aislamiento que es el que más nos pesa, el que nos obliga a despedirnos con un abrazo y un beso virtuales. Por lo regular soy yo el que despierta primero así que no me sorprendió cuando tardó en contestarme el saludo matinal. Era ya casi medio día cuando escuché el tono de mi teléfono celular, de inmediato supe que había pasado algo, es curioso como estos días se vuelven extraordinarias algunas cosas que eran ordinarias aquellos días. Apenas podía hablar, entre lágrimas y sollozos me explicó que unos minutos después de nuestra despedida virtual, su mamá despertó con un dolor intenso en la espalda baja, un dolor que no podía soportar, al parecer un problema renal. Todo fue muy rápido, partieron al hospital pero nadie les podía atender, recorrieron la ciudad en busca de otros hospitales pero obtuvieron el mismo resultado, así durante horas hasta que un médico pudo hacerse espacio y la consultó de manera exprés. Les comentó que necesitaba cirugía que en aquellos días hubiese sido una intervención de rutina pero que era casi imposible que se la realizaran en estos días, la inyectó para que pudiera soportar más el dolor y se retiró diciendo que no había mucho más que hacer. No supe que decirle, no supe como actuar. No sé cuántas horas han pasado después de que me llamó, pero su mamá sigue sufriendo, ella desesperada, triste y frustrada sin saber como ayudar a su mamá y yo aquí preguntándome si debo ir a acompañarla, estar con ella o debo seguir cuidándonos a todos encerrado acá.
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