Casi eran las diez y aún no encontraba motivos para levantarse, era preso de deseos y frustraciones, ya no podía pensar en su sonrisa, era absurdo, la había olvidado, si, igual que su contoneo, los susurros agonizantes y las manos que rozaban de forma inapropiada.

Resultaba extraño pero solo tenía presente lo que se iba a ausentar cuando la viera, ahora podía tener la certeza de que las entrañas le pedían que no se quedara solo con la lengua en la garganta, tenía que llegar al estómago, se propuso degustar las proezas que decía tener en la cocina, igual sabía que la modestia no era su virtud, estaba en el mismo nivel que su honestidad, pudor y honradez, eso lo llevo a pensar que quería curiosear la cartuchera que robó en la escuela como represalia a una muchachita bochinchera y de naturaleza anfibia.

Había pasado media hora pensando en esos menesteres, igual tenía que seguir en esa tarea pues apenas empezaba la jornada y ella solo lo podía atender después de la 22:00.

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