En las calles se escuchan pocos pasos.
Se sienten más las sombras y el ocaso.
La gente ya no sale, presas del miedo.
Y en fieles instrucciones siguen el encierro.
El mundo se ajusta, el tiempo no pasa.
La gente optimista busca que hacer en su casa.
Los sueños se avivan, y lo que importa avanza.
Sin saber el porqué el tiempo se retrasa.
En un televisor habla una payasa.
Dando cifras letales como una carcasa.
Y en un chat, el familiar que siempre se propasa.
Hablando inapropiado de su grasa.
Nuestros dispositivos, más que nunca nos esclavizan.
Y con poca comida muchos guisan.
Los policías de manera dura en las calles supervisan.
Los médicos como músicos improvisan.
Y sin embargo en la penumbra de la situación,
volvemos en cuenta colectiva a la razón.
Que siendo presos de esta dura emoción,
La gente vuelve a tener consideración.
Escasea todo, hasta el papel sanitario,
pero el mundo no se pierde, por el contrario.
Por algún motivo extraordinario,
de nuestras vidas nos hacemos propietarios.
Y volvemos a aceptar la simpleza de las cosas.
Los amantes se dedican canciones preciosas
En la mesa familiar jugamos partidas amistosas.
Y la vida vuelve a ser maravillosa.
En baño un niño ayuda a un anciano,
a protegerse lavándole las manos.
Y seamos chinos, americanos o italianos,
todos nos sentimos más humanos.
Y pasara esta crisis a la gloria de la historia,
como una enfermedad que de manera contradictoria,
nos enseño sin tener que acudir a la memoria,
que en amarnos encontramos la victoria.
-Frank J. Marrero-
Twitter @marrero192
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