En el confinamiento de las paredes de mi hogar, he tenido tiempo para reflexionar y organizar mi espacio exterior e interior.
Quisiera decir que no he permitido que el miedo, la incertidumbre y el desconcierto, lleguen como fantasmas silenciosos y se alojen en mis pensamientos; que no he tenido que luchar ante la exigencia de colocar candados a mis brazos, para no aprisionar a mis seres queridos; a sellar mis labios; cerrar los puños de mis manos que desean sentir el contacto y el latir de sus corazones junto al mío; tragarme lágrimas de impotencia.
Sé que debo hurgar en lo más recóndito para buscar la valentía que debe prevalecer ante situaciones de emergencia. Aprender a ocupar mi tiempo, buscando en los quehaceres cotidianos del hogar, en la lectura y escritura, mitigar y esconder las sombras terroríficas que todos los medios informativos están dando a conocer.
En la medida que la información penetra a la conciencia, el velo de la esperanza va cayendo lentamente; el Covid 19 continúa su avance inexorable, rompiendo barreras de continentes y países, sin solicitar permiso; ostenta una corona que muestra al mundo su poderío, dejando a su paso estelas de destrucción en todos los ámbitos: de la salud, emocionales, sociales y económicos.
Gran cantidad de mensajes circulan por las redes sociales, algunos cargados de esperanza y positivismo, rescatando la urgencia que teníamos como humanidad de hacer un alto en el camino, de darle un respiro a nuestro planeta, de reencontrarnos con nosotros mismos, con la esencia de las cosas, de reconocer en la soledad y aislamiento el Ser interno.
Otros tantos, abanderados en la fe, en el poder de la oración; de unir plegarias al unísono, para que atraviesen los cielos y haya misericordia. Hay quienes minimizan o niegan las realidades dantescas.
Esa diversidad de información, de pensamientos y acciones son las etapas que anteceden a un duelo: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
¡Quiero creer que creo! Esperar que llegue la cura milagrosa, ¡no más muertes, desesperación e incertidumbre! El insomnio se ha apoderado de mis noches, la tristeza de mi espíritu y la impotencia de mi razón.
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