La vida ha cambiado

Esta mañana, iba a dirigirme a casa de mis padres, y desde mi puerta, mientras me colocaba mi nazobuco, observé a mis vecinos de en enfrente jugando a las cartas, haciendo bromas y riendo como tontos. !Que ironía! Horas antes habría apostado todo a que ganarían un concurso a la familia más desapegada y fría del vecindario, y ahora estaba allí, todos reunidos y pasándoselo en grande. Yo también sonreí un momento, la vida estaba cambiando.

Al llegar a la casa de mis padres, allí estaba abuelo, en el portal, sentado en su viejo taburete y fumándose un puro como de costumbre. Por primera vez en mucho tiempo sentí deseos de ir a abrazarle y besarle, como solía hacer de pequeño. Necesitaba tanto acercarme a él, mirarlo a los ojos, sentir ese olor a tabaco que tanto solía aborrecer, y que ahora extrañaba, y decirle cuánto le quería, como aquel niño que se pasaba los días jugueteando encima de él, y que no permitía que el exótico aroma le impidiera amarlo con libertad.

No pude evitar soltar una lágrima… la vida estaba cambiando.

Hoy entendí que hay besos y abrazos que no damos porque no tenemos prisa, que hay perdones y te quieros que callamos porque creemos que siempre habrá un mañana, ese después de cada día, entendí qué hay decisiones que no se toman y oportunidades que no se aprovechan, porque creemos que después de cada noche viene el día,  porque creemos siempre, y absolutamente siempre, que habrá otra oportunidad para todo, o simplemente que las cosas suelen caer por su propio peso. Pero cuando somos nosotros quienes vamos cayendo, cuando vemos que la noche se alarga y no culmina, cuando nos vemos inmersos en una cuenta atrás, y vemos el suelo cada vez más cerca, en ese momento empezamos a ver la vida como lo que en verdad es… y es que nos puede ese vicio absurdo de empezar a ver cuando se ha hecho oscuro, de empezar a hacer cuando se ha hecho tarde.

Cuando todo acabe, la vida habrá cambiado… y nosotros con ella. Y de corazón… realmente eso espero.