¿Desde acá se podía ver el cielo? Quizás antes no estaba allí.
Sin dominar la cuenta con precisión, llevo caminando siete comedores, cuatro dormitorios y tres balcones, y no logro ubicar el sitio exacto donde encontrarte.
!Quédate en casa!… Fácil para mí, desde mi lugar pero no desde lo emocional, ¿o estaré haciendo la situación más dramática de lo que es?
La ironía de lo que se busca y no se encuentra te lleva a modificar los planes, y ahí está el control remoto aun tibio, ¿estas noticias no son de ayer? Creo que el número aumento, la moraleja sigue intacta pero algo debe estar fallando, si la gente está en su casa.
El enfermero camina ligeramente detrás del medico, ambos portan su tarjeta de excepción; la cual los dejara circular en estos días color noche, conviviendo con el miedo, no solo de enfermar sino de portar lo que se pueda llevar a tus seres queridos.
Una vez más, mis cansinos y sonámbulos ojos me entregan a la escena inicial; desde un angulo subjetivo picado, en plano general se ve el cielo intacto, como postal de fotógrafo amateur; puedo comprender que las estrellas han cambiado su rumbo. Ellas por suerte, todavía pueden moverse.
Mi ronca y agitada voz no me permitirá hablarte, y de obsequiarme la excepción debería encontrar mi celular, el cual no veo desde hace mil agujas.
Es momento de dejar la cama quieta, que el control encuentre su versión otoñal y yo intentar no inquietarme con ese sonido mecánico, que superando al mejor de los cómics plago de Héroes mi habitación.
La fiebre ya no puede aumentar más; Llevo caminando veinte comedores, siete dormitorios, cinco balcones, y un kilómetro de playa, y acá estas Hijo. Quería abrazarte desde hace dos mil agujas, treinta enfermeros y quince sueros, pero antes decirte !Quédate en casa!…
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