No se en qué momento perdí la cuenta, quizá porque escaseaban ya las provisiones se debería estar cumpliendo el plazo de la cuarentena. El confinamiento sería de dos años coincidiendo con las provisiones aunque sin saber si serviría de algo. Fue un plan de emergencia, quizá algo loco pero las circunstancias eran las que eran. En el exterior el aire se convirtió en veneno y no volvimos a salir de aquel viejo bunker, Ahora la asfixia era en forma de racionamiento de comida y sobre todo de agua, que ya escaseaba.
Tendríamos que salir al exterior. Hablé en nombre de todos… bueno en nombre de la necesidad, ya que nadie quería tomar las riendas de la situación. Pregunté en voz alta quien se presentaba voluntario para salir al exterior de entre las treintena de personas que vivíamos recluidos. El silencio fue la respuesta. Desde aquel mes de marzo, hace ya dos años, la tranquila paz se convirtió en nerviosismo, de las conversaciones en voz baja se pasó a peleas y luego a enfrentamientos de sangre.
Habíamos llegado al límite. Me presté voluntario, daba lo mismo morir apuñalado, de inanición o envenenado por el aire. Se deliberó que saldría al alba, dos horas antes una mujer valiente decidió acompañarme. Disponíamos de unas mochilas, algo de agua, dos latas de judías y unas mascarillas tan viejas como el mapa de Madrid del año 2040. Misión: Encontrar comida donde surtirnos y volver. Si en dos días no volvíamos, significaría que habíamos fracasado o muerto.
Al salir al exterior el sol nos cegó, nos llevó un rato acostumbrarnos a la claridad, a través del plástico de nuestras mascarillas, vimos una placa con la leyenda «Parque del capricho» que en realidad se había convertido en un espeso bosque.
A las dos horas estábamos perdidos, los filtros de las mascarillas agotados. Abandonados a nuestra suerte decidimos retirarnos las mascarillas. Al principio aguantamos la respiración pero el aire entró en nuestros pulmones y una extraña sensación de libertad nos inundó. Ella me cogió la mano. Una mirada cómplice me decía que jamás volveríamos al bunker.
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