No hubiera podido imaginar hace quince dias que me encontraría tan cómodo, en este magnífico y suave sillón, tomando un refrigerio y disfrutando de este maravilloso paisaje mientras escucho arias de Wagner como música de fondo. Mientras bebo de mi copa, desde la ventana puedo ver la entrada al puerto y más allá la isla, con todo el verde brillante de estos días que realza el color azul celeste del curso de agua que la circunda. Alrededor del dique se yerguen varios edificios nuevos con el orgullo propio de la juventud moderna, que con sus ventanales de vidrio son el espejo perfecto para el cielo celeste de hoy. Me aproximo y siento la brisa que me invita a dar un paseo. Noto que en los ventanales los vidrios no están del todo limpios en algunos rincones, quizá el dueño de este lugar no haya tenido tiempo ultimamente para limpiarlos o controlarlos. Me coloco los lentes de sol, salgo y camino durante quince minutos entre palmeras y macetones. Puedo notar alguna hierba que ha crecido entre las palmeras enanas y que habría que arrancar. El paseo es de ida y vuelta. La brisa del tibio otoño me acaricia a piel. El blazer de hilo ha sido una selección excelente para este día, y mi vestimenta elegante es totalmente adecuada para la ocasión. Hace tiempo que no paseaba por la calle más céntrica de la ciudad. Sacaré algunas fotos para enviar a mis amigos. Al volver me dispondré a planificar el resto del día. Seguramente no me alcanzará el tiempo. ¡Hay tantas cosas para hacer en este lugar! Hace quince dias nunca hubiera imaginado que podía descubrir un paseo novedoso, una postal de vacaciones (aunque no lo son) en el balcón de mi departamento.
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