Cinco, seis, siete… mis horas pasan como si fuesen años.
Y miro tu foto, lo único que me queda ahora de ti. Al otro lado del teléfono estás tú, con tu miedo que casi puede tocar el mío. -qué mal estoy, Pili-, dices con un hilo de voz. De fondo, el respirador Y tengo ganas de romper las paredes que nos separan. De llegar hasta esas cuatro paredes blancas donde yaces y abrazarte muy fuerte, como lo he hecho durante los últimos cuarenta y seis años de nuestras vidas. Y lamento los malos momentos que hemos vivido, pero hay tantos buenos, tantos que quedaban para mañana, para pasado… Hoy que tenemos por fin todo, lo que no nos queda es tiempo. Maldita soledad. Maldito virus.
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