Vivimos en el siglo de la globalización capitalista por excelencia dentro de unos grandes almacenes transparentes donde nos vigilan y nos manejan como títeres. Estamos sometidos de manera consentida al valor del mercado en una lucha por el poder económico. Las relaciones humanas se aprovechan como relaciones comerciales. Nos hemos encargado de llenar el mundo de cosas con duración y validez breve, lo tenemos todo y nada en un planeta masivamente vacío.

Asimismo, habitamos un presente de enfermedades silentes asumidas como normales dentro de una sobreabundancia en sistemas de información, producción y comunicación. El individuo de esta sociedad está caracterizado por un fatigante exceso de positividad y se autoexplota para la superproducción.

¿Cómo se desestabiliza y rentabiliza un sistema globalizado sin barreras marcado por la rapidez y la facilidad de comunicación?

Los virus infectan por contigüidad, por contagio, van mutando y hacen reaccionar al sistema defensivo de manera inesperada. En esta superpoblación no existen los medios ni recursos suficientes para combatirlos. Ésto pone en alerta a toda una sociedad sobreinformada pero desinformada a la que le sobreviene un problema de salud desconocido, desmedido y que se propaga en cadena con la velocidad de la red en la era de la comunicación.

En este marco contextual donde la salud es la moneda de cambio, se libra una batalla por la hegemonía económica entre China y EEUU. ¿Quién vencerá?.

Mientras tanto, todos aislados revalorizando nuestras vidas y nuestros seres queridos, sopesando la importancia del contacto. ¿Cuánto durará este confinamiento?.

Algunos se van, al igual que con otras enfermedades. La gran mayoría se recupera.

Las grandes empresas se enriquecen, las pequeñas se hunden.

Inevitablemente, todos al servicio del capital.

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