Había una vez en un país muy lejano un virus. No se sabía de dónde provenía, podría ser por comer animales no aptos para el consumo humano o de una maquinación de alguien en hacer daño a la humanidad, o que se debía al excesivo grado de contaminación de nuestro planeta. Este virus pensó que era lo máximo (por eso tenía una corona) y decidió conquistar el planeta tierra (si por él fuera se iría hasta Plutón)

No era un atleta, pues no tenía piernas, sólo podía avanzar yendo de brinco en brinco de una persona a otra. Fue muy difícil controlarlo. Hicieron todo sin conseguirlo, ni el aislamiento y la prohibición para los ciudadanos de transitar o viajar, podían dar efecto. El Coronavirus era tan chiquito, casi invisible, que se burlaba de ellos.

¡Qué harían para superar esta pandemia! Una niña, muy segura de sí misma les dijo:

_ Yo sé cómo combatiremos esta plaga _ La niña, con toda su inocencia, representaba a toda la humanidad, con muestras de solidaridad, responsabilidad y empatía, que muchos de los adultos ya habían perdido.

_ ¿Y cómo lo haremos?_

_ Debemos tener en cuenta que el viento no transporta este virus y quiénes lo llevan de un lado a otro, somos nosotros. Y no lo podemos evitar porque son muy chiquitos y no los vemos _ Manifestó la pequeña.

_ Pero ¿Cómo actuaremos para evitar contagiarnos? _ Dijo una abuelita.

_ Muy sencillo, abuelita linda, si todos no quedamos en casa, venceremos esta batalla _

_ ¡Qué terrible! _

_ No abuelita, para nada va a ser terrible _

Todas las personas nos quedamos muchos días en casa y fue formidable para los niños poder jugar con sus padres, leer los cuentos que les gustaban, pintar. Dibujar…

Y los jóvenes y personas mayores pudimos comprobar una vez más, que el sentido común de los niños es acertado, así como el sentido de solidaridad y responsabilidad, que debemos recuperar todos, para vivir en un mundo mejor y más saludable, en armonía con la naturaleza.

Autor: Wilfredo Siancas Moreano

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