EN LA SIERRA DE PETATLÁN

Silvestre Pacheco León

EN LA SIERRA DE PETATLÁN

El hombre flaco de pelo y bigote hirsutos camina a trancos por el camino polvoriento de la sierra, seguido de su mujer y sus tres hijos que en vano tratan de alcanzarlo bajo el peso de su respectivos bultos.

Salieron antes del amanecer. Dejaron su casa sola y sus animales sueltos. Se van del pueblo como fue la orden de los sicarios que llegaron por la noche para amenazarlos.

Llevan lo que pueden cargar sobre sus espaldas. En el camino se van juntando con decenas de familias vecinas que sufren la misma pena. Son prácticamente todos los vecinos que viven en la ruta que cruza el Filo Mayor de la Sierra Madre del Sur y une la región de la Costa con la de Tierra Caliente. Estratégica para el trasiego de armas y droga, dicen las autoridades que se han negado a prestar apoyo a los desplazados que sin dinero ni esperanzas caminan tratando de alejarse lo más pronto posible del lugar donde su vida peligra.

Panuncio ha hecho alto en el camino esperando a su familia que sube lenta la pronunciada cuesta cercana al retén que los sicarios instalaron la semana pasada para intimidar a sus habitantes.

Son 60 kilómetros de una carretera de terracería, angosta y sinuosa que va de la costa a la sierra en la ribera del río Petatlán cruzando El Cajinicuilar, el Parazal, La Botella, Arcelia, Zapotillal, Banco Nuevo, Las Galeras, la Pasión, el Rincón del Refugio y Canalejas.

El camino por el que ahora transitan no tiene más de dos décadas. Lo construyeron los propios pobladores para salir de la marginación y el aislamiento.

Una década antes recibieron a las familias que en los noventa lucharon contra la gigantesca y trasnacional empresa maderera Boise Cascade que en complicidad con autoridades locales saqueaba los bosques de la Sierra de Petatlán.

Los campesinos perseguidos recibieron en el año 2000 los premios Goldman y Chico Mendez por su contribución al medio ambiente.

En años recientes fue la Organización de Mujeres Ecologistas que surgió en esta región la que retomó aquella iniciativa de cuidar y reforestar el bosque.

Encabezadas por mujeres las familias sembraron cientos de miles de robles y cedros y en diez años, recuperaron cultivos tradicionales como el arroz de temporal, y aprendieron a cultivar hortalizas diversas en sus traspatios para mejorar su nutrición.

Pero todo el esfuerzo para salir del subdesarrollo terminó con la llegada del crimen organizado a la región.

Los jóvenes fueron coptados mediante el ofrecimiento de armas, drogas y dinero, también con apoyo y protección para la siembra de enervantes.

Después vino la disputa entre los cárteles de la droga por el control del territorio, hasta que los pueblos no pudieron más vivir en la neutralidad acosados por uno y otro bando.

Panuncio con sus vecinos camina en la incertidumbre. Ha perdido la fe en el apoyo oficial, incrédulo en que el nuevo gobierno imponga la paz.

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