San José de Apartadó

San José de Apartadó

Un camino rural de difícil acceso une el casco urbano del municipio de Apartadó, con San José. Un corregimiento donde sale de la tierra el aroma de la fruta y del campo brota la savia, como respuesta al color rojo de las nubes iluminadas por los rayos del sol, mientras el verde esmeralda parece cubrir la campiña y el azul del cielo se refleja en su mar Caribe.

Las noches iluminadas por la luna y las estrellas, aguas cristalinas que descienden de la Serranía de Abibe y un clima tropical; rodean familias campesinas que viven de productos como: cacao, banano, aguacate… Afrodescendientes, paisas e indígenas acuden al llamado “Río de Plátano”. Atraídos por la carretera al mar y huyendo de la violencia política, hacia 1950.

Casas de adobe y barro, o bloque y cemento, tienen consignas pintadas donde se refleja la violencia de los grupos armados que redujeron la población, no solo por los muertos sino por los desplazamientos. En la escuela de la vereda Mulatos no hay vida, en las fincas cercanas tampoco, sólo paredes que aún soportan el terror. A pesar de todo hay un hermoso paisaje y a lo lejos el río Atrato muere en el mar dando continuidad a a la vida.

Era una población tranquila y pluralista, de un momento a otro resultó en medio del fuego cruzado de: guerrilla, paramilitares y miembros del Ejército Nacional de Colombia que hacían caso omiso al respeto de la vida. Mientras sus pobladores vivían aquejados por: asesinatos, torturas, desapariciones…

Uno de los desplazados siempre consideró que el mayor asesino ha sido el Estado colombiano y sus gobiernos de turno que nunca les prestaron protección, con un agravante y es que las Fuerzas Militares fueron partícipes apoyando o combatiendo al lado de los paramilitares para acabar con las vidas de los campesinos. Sirvió de muy poco que en 1997 se declararan como territorio neutral, en el conflicto armado, rechazando cualquier acto violento y convirtiéndose en la Comunidad de Paz, nominada al Premio Sájarov a la libertad de conciencia. La Corte Interamericana de Derechos Humanos le exigió al gobierno medidas eficaces para su protección.

Juan, con los ojos humedecidos por el llanto, comenta:

“Mi abuela nos dejó una herencia por allá. Pero yo no vuelvo. Me da miedo; dicen que hay garantías, pero apenas uno llega lo sacan amenazado o muerto, y yo prefiero perder la tierra a la vida”, dice el hombre, de 44 años.

El gobierno de Álvaro Uribe (2002 – 2010), tristemente, estimuló la guerra. Sembrando más odio a la violencia endémica que ya vivía Colombia.

«Los niños estaban debajo de la cama. La niña era muy simpática, de unos 5 ó 6 años y el peladito también era curiosito (…) Propusimos a los comandantes dejarlos en una casa vecina pero dijeron que eran una amenaza, que se volverían guerrilleros en el futuro (…) ‘Cobra’ tomó a la niña del cabello y le pasó el machete por la garganta».

Jorge Luis Salgado – Paramilitar detenido. Masacre 2005

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