Santiago Undameo

Santiago Undameo

Hueraburt

15/11/2018

Baje del autobús siendo aún muy temprano. El aire húmedo se paseaba entre los árboles acariciando tenuemente sus hojas en forma de gotas, bella vista digna de una postal; era tal como lo recordaba…mi querido Undameo. Subí como tantas veces el mismo camino arenoso que lleva a la entrada del templo de Santiago Apóstol; mis pasos apresurados resonaban huecos en el viento y a lo lejos el sonido del tren apenas perceptible me da la bienvenida.

Llegue hasta el pozo de agua, lo mire igualito, la cubetita dorada y el lazo amarillo. La tienda de doña Juana, que en mejores días brindaba caluroso recibimiento, ahora esta hecha añicos. Muchas de las casas que recordaba de mi infancia ya no están en pie, ahora hay casas nuevas, aunque muy pocas; de las antiguas se pueden mirar los techos entelarañados y las puertas viejas, paredes a medias y maleza por doquier, el templo aún conserva su belleza, y aunque no es una grandeza puede observarse aún lo bello que luce.

Dicen los ancianos que la mayoría se fue en buscar mejor vida, uno tras otro vieron partir, solo quedaron aquellos cuyas raíces les impedía huir, unos comentan que de la miseria y otros para empezar de nuevo en otro lugar.

– ¡Buenos días! – interrumpe mis pensamientos una anciana y por unos instantes me quedo helado sin saber si contestar, – ¡Buenos días! – al fin respondo y continuo con mi andar.

Vine en busca de Feliciano Tapia, era primo de mi madre, el único que me queda de sus parientes, vine porque quiero guardar en mi memoria más recuerdos de los que mi mente alberga, cuando era pequeño viví feliz en este pueblo, recuerdo sus fiestas patrias y la gran noche de muertos, el olor a leña con la que cocinaban las abuelas, las piezas de los músicos resonando en la plaza y la gente amable siempre asomada a la ventana.

Me dijo Feliciano – Por acá nada ha cambiado, continuamos con las siembras – y al venir me he percatado que se siembra pero la ausencia; aún así es un pueblo cariñoso que guarda y aloja poca gente con paciencia que aunque se encuentre despoblado el amor de su gente no lo deja.

Yo he viajado mucho visitando todos los «Pueblitos mágicos» de este mi hermoso México y en este con tanta crónica y belleza alejada solo puedo encontrar un millón de historias que se cuentan solas al pasar, caminar por senderos con amor y calma, tomarse un atolito en la plaza y mirar el rededor lleno de verdura esplendorosa.

El pueblito olvidado a las afueras de la ciudad, escondido entre el monte y la vereda, olvidarlo yo no puedo aunque olvidado se queda.

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