Ramiro miró la hierba que se abría paso entre las piedras que se encontraban en medio de las maderas de los durmientes. El ramal se había cerrado.
Trabajaba en una ferreteria, a cincuenta kilometros de su localidad. El tren lo llevaba. Ahora tenía que tomar un camino secundario de tierra, lo hacia en su ciclomotor, y luego el micro. El costo del pasaje era el triple, también el tiempo del viaje. Lo hacía. Quería casarse.
Su novia estudiaba enfermeria en el hospital del pueblo. Mabel. Nunca viajaba. Miraba postales. Disney era su favorita, en su localidad había luces mortecinas y se veían las estrellas…No, ella no queria eso, soñaba con luces de neón que taparan su cielo, su realidad, su pueblo cada vez mas lejos de todo. Eso estaba bien para los viejos, no para ella…
Los padres de Mabel salieron esa noche, y no volverían hasta el otro dia por la tarde. Se bañó, se perfumó, y lo esperó con una comida liviana y vino, dormirán juntos esa noche…Dormirían una y otra vez, hasta el momento en que Ramiro se fuera a su trabajo sin dormir.
Su ciclomotor era, usado y cutre. Lo montó. Lo arrancó y salió. El camino secundario estaba húmedo y embarrado pero tenía una huella central que se mantenía lo suficientemente seca. Miró el horizonte hasta donde se lo permitió la niebla, y empezó a transitar despacio. Llegaría tarde…Pensó en Mabel…
Sus pensamientos se interrumpieron, le parecio oír que algo se movía en los pajonales, a los costados del camino. Liebres? No lo sabia, pero por las dudas saco su 22, podia cazar una, o tal vez mas, las metería en la bolsa de residuos comercial que le servia de piloto por si volvía a llover.
Apuntó al bulto y tiró. Lo que vió salir no fue agradable. Aterrado volvió a disparar. Salieron mas…Perros. Perros silvestrados formado jauría. Mató a dos. Los otros lo atacaron, lo mordieron infinidad de veces hasta llegar a la cabeza, ahí fue que se desvaneció, dejó de luchar y lo devoraron. Las aves carroñeras y las alimañas hicieron el resto.
Al atardecer Mabel, alarmada porque Ramiro no volvia, salió al camino de tierra con la pequeña moto de su padre…Ahí estaba el pequeño ciclomotor tirado, mas adelante un bulto informe, tal vez un animal muerto, pensó… Al acercarse al bulto Ramiro la miro con su sonrisa obligatoria de labios devorados…No gritó. Como los perros salvajes, no grito. En shock subió a su moto y se dirigió a la ruta pricipal…
Ricardo, el dueño de la ferreteria, preocupado porque Ramiro no habìa ido a trabajar, ni lo habia llamado, subió a su coche y tomó la ruta. Ya estaba oscuro, encendió las luces…
Mabel llegó también a la ruta, se agachó, vio unos faros aproximarse, y un segundo antes de que pasaran se tiró al camino.
Ricardo sintió un golpe seco a la altura del carter, un perro salvaje, pensó, y siguió preocupado por lo que podía haberle pasado a Ramiro.
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