Me había dejado, asi sin más…. nadie me había dejado en mi vida. Ella me había dejado.

La vieja esquina aún tenía su presencia. No la mía, nunca más la mía.

Con sigilo imperturbable noche a noche contemplaba la luz desde la calle, su imagen entre las cortinas, su fuego, su risa.

Pensé que había sido injusto, ensaye reproches, justificativos, soberbios retruques. Nada servía. No me atreví a enfrentarla nunca más.

Con el tiempo me fui volviendo parte del paisaje.

La gente pasaba a mi lado y por más que yo estaba ahí, era como que habían asumido mi fantasmal condición de vigía enamorado. No se detenían ni a mirarme. Lo curioso es que por más que no me vieran ninguno me atropello, ni choco conmigo.

Era como que mi mala sombra los obligaba a esquivarme.

Así pasaron los días, los meses, los años. Y Yo ahí inmóvil, quieto, muerto en vida, esperando.

Y lo peor, no se aún que estoy esperando.

Nos convertimos en fantasmas al cambiar de cotidianidades , de actos, de amigos, de formas de expresión, de gustos,

Mutamos al irnos, al abandonar lo que éramos, los lugares donde se nos reconocía, donde más allá de ser parte del paisaje, durante tanto tiempo fuimos una postal para las mentes dispersas.

Cambiamos hasta volvernos invisibles para todos.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS