Allí parado frente al puente, sentía muchas ganas de llorar, las alambradas y los militares esperaban la salida del sol, del otro lado se podía oler la libertad, la prosperidad o por lo menos la esperanza de que eso existiera. Nunca viajé, ésta era mi primera vez fuera del país, no llevaba pasaporte porque el trámite nunca se resolvió, solo con mi cédula, quinientos dólares y una maleta, sin destino sólo con el conocimiento que al cruzar el puente el mundo ofrecía otra oportunidad.
Mucha gente se encontraba allí, algunos llevaban varios días esperando que la reja se abriera, los coyotes que ofrecían cruzarte por los caminos verdes no faltaban, algunos con el acento muy de esta tierra y otros con el acento muy del otro lado, al igual que los militares que pedían la mitad del efectivo que llevaras contigo para dejarte pasar o alguna cosa de valor, eran dos de las muchas opciones que surgían ante la cara de desesperación, hambre, mal olor y sueño de los cientos que nos encontramos frente al puente esa madrugada, antes de salir el sol corría el rumor que la reja no se abriría tampoco ese día, los rumores eran que del otro lado esperaban medicinas y comida aportada por el alcalde del departamento, ya éramos más del mil.
Una familia me ofreció jugo, comían en el piso, se los acepte y me senté con ellos, tal vez en tiempos normales nunca los hubiera conocido pero en este momento eran como grandes amigos, conversamos de las noticias nacionales, internacionales de las cosas malas y de las buenas que esperaban del otro lado, tengo un familiar, nos va a ayudar a hospedarnos y me recomendara con su jefe, en una semana seguro estaremos trabajando, me comentaba el jefe de la familia con una sonrisa de esperanza en su rostro, yo no tengo destino le explique, voy a donde me lleve la brisa, seguro Perú o Argentina, pero podría quedarme en Ecuador o seguir a Chile, el tiempo lo dirá, me despedí, creo que serían como las 6, camine un rato por la zona, al parecer éramos más de cinco mil, no quedaba espacio en ningún lado, necesitaba buscar un rincón seguro para dormir o por lo menos para intentarlo
La esquina se encontraba vacía, el espacio era de veinte centímetros me acomode y dormí, el ruido de las rejas me despertó, aun no salía el sol pero se estaban abriendo, me incorpore rápidamente, me toque tenía mi documento, los dólares, la ropa en mi pequeño bolso, todo comenzamos a cruzar era el kilómetro más largo de mi vida, del otro lado militares sonrientes observaban, personas aplaudían esperando a sus familiares, los médicos avanzaban hasta el límite, para recoger a quienes ya casi no lograban cruzar por el hambre,cuando crucé, el aire de la libertad lleno mis pulmones, la lagrimas del destierro corrieron por las mejillas pero tenía que continuar para brindarle libertad a mi familia, respire profundo y seguí.
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