La vida nos cambia, nos sorprende, nos sacude obligándonos a rectificar para aprender lecciones una y otra vez. Quedarme y luchar o irme y de igual manera luchar.

Abandonar la costumbre y los afectos, las conversaciones con lo más amado, la sonrisa de mi madre y las cenas compartidas de mi padre. Mi hogar con mis santos, testigos de mis tristezas y toda mi historia en olores, en objetos que transportaban mi mente a retazos de vida, que tristes o felices son parte de mi esencia y lo que soy.

Me voy y lucho, no conozco otra manera, cambio de escenario, llenándome de incertidumbre, para romper esquemas donde no me conozco, intentando encajar estando perdida. Hablamos el mismo idioma pero me cuesta comunicarme, sonrío cuando no entiendo hasta sentirme inútil en mi esfuerzo una y otra vez. De nuevo aprendo y continuo caminando.

Aprendí a continuar. Si no lo logro, intento de nuevo, cambio de estrategia y medito, vuelvo en mi propósito de avanzar. Dejo que la vida me sorprenda pero no paro de intentar. Se lo debo a la tristeza de mis padres, a los olores de mi casa, a mis santos que deje en una mesa pero que invoco en mis noches oscuras y a la oportunidad de estar viva.

Fallar? será siempre un punto de vista, solo lo aprendido queda. Es la decisión correcta? Tal vez nunca lo sabre. Sé de confusión, de tristezas profundas y mucha soledad. Sé de mis intentos de buscar afectos nuevos, que se queda casi siempre en intentos, para finalmente hurgar en mi memoria hasta encontrar lo vivido, mis recuerdos, lo seguro, mi casa, mis padres y mis santos y esos olores.

Ahora vivo en dos lugares, el de partida forzada, de batallas intensas, por mi vida, dejando la morada donde pensé viviría mis últimos años, mis mejores instantáneas, mi juventud, la infancia de mis hijos, mis logros, mi herencia familiar y cultural, mis alegrías y más profundas tristezas, mis amores. Nunca me iré del todo aunque no este presente.

Y el sitio a donde partí, allí encontré sin pensarlo nuevos motivos de vida, de eso se trata. Intento ser feliz aunque casi siempre sonría hasta sentirme inútil al no entender una y otra vez a pesar de hablar el mismo idioma.

La vida nos cambia, en mi constante lucha sigo dejando que me sorprenda y continuo mi camino, que ella decida y me guíe aunque yo siga intentando siempre lo mismo pero en diferente lugar. Aprovechando mis ratos de felicidad, administrando mi asombro ante las nuevas experiencias, sonrojandome en mis 50 ante diferentes posturas en una sociedad desconocida, que me lleva, me trastoca, me rejuvenece y envejece a la vez, me desubica y me ubica de nuevo. Es felicidad o tristeza? no lo sé, sigo aprendiendo, por eso deje una parte de mi y me fui con el resto.

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