El desvelo de la muerte, Armero, Colombia.

El desvelo de la muerte, Armero, Colombia.

Andrea Osorio

12/10/2018

Me acerqué aquel lugar llamado Armero, un frío constante rodeaba aquel lugar que llamó mi atención, el silencio abrigada con cólera las pequeñas flores marchitas que solapadas bailaban con el viento fijando sus pétalos y hojas en su cuerpo casi espectral en un suelo inconsciente, triste y transformado por la furia de la naturaleza, una risa malévola surgió quizás de alguna diosa olvidada y que fue escuchada por el viento, los pájaros se desplazaban tan rápidamente que quebraban sus cantos en el cielo como advertencia de la ira de la diosa Pele, pues sus plumas eran marcadas con cenizas, horrorizado estaba el aire al ver que su olor a flores silvestres estaba silenciado por el azufre, y aún más la lluvia al ver que en vez de agua caía del cielo bolas de fuego que amenazaban con destruir la belleza del lugar, los ríos gritaban con furia y recorrían con piedras cada parte de esa llanura, los animales danzaban de dolor y corrían con la niebla seductora de la destrucción en una noche sin límites, poco a poco, escuché las campanas de un pueblo vibrar, la música de la naturaleza los había advertido con su estruendo y furia la amenaza de la diosa, el río encantado con su poder, solo crecía al advertir en su cuerpo piedras y lodo hasta producir una avalancha, los niños buscaban en la mirada de sus madres una señal de esperanza siendo interrumpida por un embrujo que paralizada sus párpados, pero sus rostros se inclinaban a brindar sonrisas efímeras, casi turbias y menos apreciadas por mí, los menos favorecidos solo eran tragados vivos por la diosa que reclamaba su lugar en este mundo y disolvía sus almas dejándome en hora buena solo un poco del brillo de sus temerosos ojos, la melancolía envolvía aquellos cuerpos que estupefactos solo alzaban sus manos al cielo, en clamor a un Dios, la mañana se hizo como el día y esa noche, los primeros brotes de sol aparecían y los sobrevivientes gritaban en cadena, era un circo de demencia, aclamé por una mirada celestina, obligada a recorrer mi cuerpo para olvidarme de otra y fijarme solo en ella, y ahí estaba, en medio de un fuerte corazón que latía cada vez con menos fuerza, despojada del calor de su cuerpo pero con un aliento de aire que le permitía seguir con vida, la miré por un momento fijamente en aquella tierra despoblada, solo a ella, pensé que pediría piedad, misericordia al sentir mi presencia tan cerca, otros hundidos en plegarías de resignación solo se acechaban en mi hombro en espera de su partida, pero ella, seguía ahí, tan tibia, suave y bella como horas antes, su olor tan original a inocencia matizó mi sensibilidad y por fin en medio de un profundo sollozo, Mayra fue mía, su dolor había terminado con su causa, y ahora su sonrisa viaja conmigo en cada camino, yo… muerte honro su presencia en la tierra de dioses olvidados.

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