Un hospital. Son las tres y ya ha acabado la consulta. Paula apaga el ordenador. Está cansada y solo quiere llegar a casa, solo falta que su marido -pediatra en el mismo centro- acabe su turno.

Sale al pasillo. No hay nadie. Diría adiós a las enfermeras, pero no hay ninguna. Mira que me extraña, ¿estarán todas trabajando? Seguro que no.

Nadie por aquí, nadie por allá. No es normal que en un hospital no se vea a nadie. Aquí pasa algo.

Rayos. Tercera planta. En la sala de espera que siempre está llena, solo hay dos mujeres que se miran una a la otra. Parecen nerviosas. Mamen, estará como siempre en su despacho. Paula empuja la puerta. Hola, que tal … No dice más, porque Mamen no está. Hay un televisor y un hombre habla de la despoblación de los pueblos, las ciudades … Del planeta en general. Hay catastrofistas que dicen que se va a acabar el mundo. Y hay gente que se lo cree. ¡Qué estupidez!

Mamen se ha dejado el ordenador encendido y papeles desparramados sobre la mesa. ¡Y parecía tan ordenada! ¿A dónde coño habrá ido con tantas prisas?

Paula no sabe que pensar y además está incómoda con las tetas. Las dos mujeres que había en la sala de espera, han desaparecido. Paula se desabrocha la blusa. Nadie me va a ver porque no hay nadie. Se sube las tetas. Me compraré un sostén mas ajustado.

Baja a pie por la escalera. Se detiene y escucha, alguien baja veloz, delante de ella ¿a dónde irá?

Segunda planta. Traumatología. No puede ser. Imposible. La planta más bulliciosa del hospital, está desierta. Retrocede y mira bien. Si, Traumatología. No se ha equivocado, pero allí no hay nadie. Ni médicos, ni enfermeras, ni pacientes con algo roto, ni celadores empujando sillas con desgana, como siempre … ¿Dónde están?

Empieza a asustarse. No seas gilipollas, Paula, no tengas miedo, todo tendrá una explicación, ya veras. Y otra vez las tetas. Se desabrocha la blusa, las tiene caidas y el puto sujetador se ha roto, claro, lo compró porque era barato y resulta que es una mierda.

Acude a Pediatría, aunque ya no espera encontrar a nadie, ni esposo, ni niños, nada. ¿Dónde estarán?

Baja corriendo. Tranquila Paula, tranquila, solo falta que te caigas.

El vestíbulo. Desierto. No queda nadie. Nadie. ¿Dónde están? ¿Su marido? Ni rastro.

Le entra el pánico. ¿Qué te pasa Paula, tienes miedo? Joder, claro que tiene miedo, mucho miedo. Como para no tenerlo. Echa a correr. Tropieza con los malditos sillones que siempre están en medio. Se levanta y sigue corriendo. Y grita: Iñaki! ¡Iñaki! … Pero su marido no contesta. No está.

¿Y en el exterior? Nadie. Un taxi sin conductor. Un autobús en la curva. Otro en la parada. Vacíos. ¿Dónde están todos, joder, dónde están? Paula corre y corre. Corre como una loca, cruza entre los autobuses y … desaparece.

Jesús Oliveira Díaz Playa San Juan, octubre del 2018

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