Bajó el hacha sin remordimientos.

Con certeros golpes derribó el árbol.

Hizo caso omiso a las protestas de los nativos, de los ecologistas, y científicos. Hizo caso omiso de toda la opinión pública. Él sólo era un obrero.

Al ser interrogado sobre el porqué lo hacía; señaló que talaba árboles por su comunidad y para el bien del pueblo.

Con esa producción de maderas harían papeles, lápices y mesas, entre otros artículos, que llevarían el progreso a aquella selva. Tiempo después “el obrero del progreso” fue llamado a la oficina del gerente de la maderera.

Habían `pasado varios meses, acres y otros desmontes desde que un día comenzaran a talar la selva. La producción de mesas, lápices, papeles y otros artículos estaba abarrotada en el mercado.

Se paró frente al gerente justo frente a una mesa hecha de su selva. Justo frente a un papel y un lápiz hechos de los árboles talados por él mismo. Los mismos elementos que ahora, y lejos de su mundo, firmaban su despido.

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