La casa Bronson.

La casa Bronson.

La casa Bronson

En los pueblos pequeños las casas tienen vida propia .

La casa Bronson era para el nuestro, una referencia de paz y prosperidad.

Sus habitantes se fueron yendo a ese lugar del cual no se vuelve, donde las sombras y las manos son sólo un recurso para llorar a gusto.

La casa estaba en una calle estrecha que daba a la plaza principal, rodeada de muros húmedos y rosales que trepaban incansables, una hermosura.

Cuando la dueña de casa, Agnes, se marchó, los empleados , que siempre trabajaban a gusto, dejaron venir todo abajo.  Las rosas morían rápido y dejaban una alfombra mustia sobre la acera,  ningún muchacho robaba flores para darle a su enamorada.

Don Hermes Bronson quedó sombrío , perdió el habla y ya ni se bañaba, y se alimentaba casi a la fuerza . Él, un hombre robusto , de gran carácter y de una presencia que imponía casi miedo .

Mi cuñada era cocinera en esa casa, y cuando tenía el día libre, algo cada vez más frecuente, venía a nuestro patio a comer guayabas y ponernos al día con las noticias de sus patrones.

_ Ese hombre está muerto en vida, repetía meneando la cabeza y escupiendo las semillas de la fruta lo más lejos posible.

Los Bronson no tuvieron hijos vivos, la señora Agnes había sufrido demasiado tratando de ser madre, porque estaba podrida por dentro, decía, sentía que su vientre era una pérdida de tiempo y de vida, pero su marido, qué por una cuestión de puro machismo quería tener descendencia, pagó los tratamientos más caros y complejos desde que supieron que ella era estéril.

Veinte años de tortura para la mujer, que fue perdiendo cordura y ganando locura luego de cada intento.

Los brazos se le habían secado por no acunar a nadie, los pechos fuertes y presentes como sus rosas se le durmieron de a poco, y sus ojos, fueron perdiendo vida y ganando llanto.

 El marido no había caído en cuenta  de tanta desolación . 

Lo vino a notar cuando le dijo que había llegado el momento y se puso a parir y a gritar  apretandose  la barriga sobre la mesa del comedor.

Trenendo espectáculo , qué hasta parecía real .

Sesenta años tenía y una mente hecha trizas.

La pusieron en un lugar carísimo para viejos con problemas mentales.

Un año después don Hermes tocó fondo.

Doña Agnes era el motivo de su cordura y ya ni estaba, ni en la casa ni en ninguna parte, lo que quedaba de esa fina esposa suya era un retazo de trapo arrugado, un manojito de hierbas secas, un recuerdo frágil.

Una tardecita lánguida y húmeda, nos balanceabanos en las hamacas del patio cuando apareció mi cuñada con cara de circunstancia.

_ Hoy se lo llevaron, dijo, lo pasaron a dejar donde la seño Agnes .

Al menos estarán juntos pensé, pero mi cuña me quitó la ilusión enseguida.

_ Doña Agnes ya no reconoce a nadie, pobrecita, y pobrecito señor Hermes!.

Dicen que murieron el mismo día, a la semana que él llegó a la clínica.

Dicen también que los  sentaban al sol juntos, y lloraban despacito hasta que se dormían.

Cuando los parientes de los Bronson , unos primos lejanos de don Hermes, llegaron a la casa para venderla ya que eran los únicos herederos, encontraron en el sótano muchas pequeñas urnas y cunas, juguetes, ropa de bebés, biberones, mantitas, todo con etiquetas con nombre, nombres de niña y varón. 

La casa se vendió rápido y en el lugar se construyeron unos departamentos diminutos en los que nadie quiere vivir.

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