LAS DESAPARICIONES DE SOLIA

LAS DESAPARICIONES DE SOLIA

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Un alarido desgarrador interrumpe las explicaciones de la docente. Todos los alumnos de la clase vuelven la mirada hacia su compañera Inés, que ha lanzado su mochila al suelo y, tras correr gritando a la mesa de la Paula, la profesora, se vuelve temblando y señalando.

¡Hay algo! ¡Hay algo dentro! ¡Me ha cogido la mano!

El repentino suceso deja desconcertados a sus compañeros. Unos observaban sin saber qué pensar; otros quedan aliviados, ya que por unos momentos se corta la clase, y cualquier otra cosa será más divertida que atender a la profesora; los más cercanos al lugar donde ha caído la mochila miran esta con recelo; algunos ríen y hacen comentarios jocosos.

La profesora, sospechando que se trata de una broma, le indica a Inés que recoja su mochila y se siente.

La muchacha, aún sobrecogida, gesticula que no, con la cabeza.

Está bien ―acepta Paula―. ¿Alguien quiere coger la mochila y traerla?

Tras unos instantes de duda, una de las amigas toma la bolsa y la coloca encima de la mesa de la profesora.

Inés, ¿ponemos sobre la mesa todo lo que llevas dentro, para que veas que no contiene algo que te pueda sujetar la mano? ―pregunta la docente.

La alumna asiente.

La misma amiga echa todos los objetos encima de la mesa y, después de comprobar que la mochila queda vacía, la muestra a todo el que quiere mirar.

La profesora da por zanjado el asunto y, excepto que Inés rehúsa hacerse cargo de su mochila, trata, ante los alumnos, de normalizar la marcha de la clase. Pero en su interior no queda tan conforme. Inés es una chica poco fantasiosa y muy normal en todos los sentidos. El incidente resulta extraño. Es cierto que a estas edades los muchachos pueden pasar por fases de cierta confusión psicológica, pero tanto como para sentir que alguien agarra su mano y tira de ella desde el interior de su mochila… Le pasa por la cabeza comentárselo a sus padres; pero luego decide no hacerlo, a no ser que se protagonice otro caso.

Transcurridos unos días, el suceso va perdiendo fuerza en los comentarios y acaba por deshacerse como motivo de charla.

***

Pero otro hecho lo pone de actualidad:

Alfonsa y Lucía, dos compañeras de la misma clase de Inés, han pasado parte de la tarde estudiando y haciendo tareas en la Biblioteca Municipal. Al llegar la hora acordada, recogen, salen a la calle y todavía charlan un rato a la puerta del edificio público, antes de despedirse y marcharse cada una a su respectiva casa.

La tarde ya oscurece, porque en el invierno se acaba pronto la luz del sol. Cuando Lucía pasa por un pequeño parque poco transitado, percibe cierto movimiento dentro de la mochila que lleva a sus espaldas. La chica, absorta en sus asuntos, no relaciona el aparente desajuste de su material escolar con el suceso de su compañera Inés. Así que, sin pensarlo muy bien, de modo rutinario, se descuelga la bosa y comienza a abrirla. De repente, algo la agarra de la muñeca y tira de ella hacia dentro, con tal fuerza que la hace tropezar y caer al suelo, arrastrándola luego hacia un oscuro jardincillo. Lucía, aterrorizada, grita pidiendo socorro, al tiempo que ve con desesperación, que la boca de la mochila se va agrandando para que ella pase hacia su interior, forzada por la garra o mano que la sujeta. La muchacha, impotente y paralizada por el pánico, ve cómo su cuerpo avanza hacia el fondo de aquel oscuro habitáculo, incapaz de oponer las más mínima resistencia.

Sin embargo, Lucía tiene suerte. Al fin, algunos transeúntes que han oído los gritos, acuden en su ayuda. Todo acaba con Lucía muerta de miedo, sin saber explicar lo que le ha ocurrido y con sus salvadores, que quedan turbados, sin entender bien de qué han librado a la muchacha.

Lucía cuenta a sus padres lo ocurrido y estos lo comentan con la policía y con los profesores. Pero tanto el caso de Inés como el de Lucía son tan fantásticos y tan inconsistentes que todos coinciden en clasificarlos como fenómenos de un contagio psíquico por mimetismo, consecuencia de una fantasía o deseos de destacar, frecuentes, por otra parte, a estas edades.

Mas un nuevo suceso les cambia por completo la opinión que han mantenido hasta ahora acerca de estos fenómenos.

***

Manolo, Santi y Pedro han decidido reunirse hoy en la casa de uno de ellos para charlar y echar un rato de videojuegos. Desde la planta alta de la vivienda, donde ellos se encuentran, puede observarse cómo el viento agita las hojas de los árboles y la lluvia choca con energía sobre las ventanas.

El tiempo transcurre animosamente entre los tres amigos, compañeros de clase. En un momento determinado, Santi se levanta y va a coger algo de su mochila que la ha dejado junto a la escalera.

Los otros dos, que en un principio no le han prestado atención, ven de pronto que Santi, con el brazo metido en la mochila, se agita con violencia y grita asustado:

¡Ayudadme! ¡Ayudadme! ¡Algo está tirando de mí!

Sus dos compañeros creen que está representando una payasada en alusión al suceso de Lucía.

Venga, Santi, deja de hacer el tonto.

Si por mucho que tiren de ti no vas a caber dentro.

En su esfuerzo por librarse, Santi pisa mal el filo del primer peldaño y cae dando volteretas sin deshacerse de la mochila. Manolo y Pedro acuden presurosos a ayudarle. Sin embargo, al llegar al borde de la escalera ven algo allá abajo que los deja petrificados, inmóviles, sin poder creer lo que está sucediendo: La mochila ha aumentado de tamaño de modo incomprensible y está engullendo a Santi, del que soloven los zapatos y parte de las piernas que, al final, acaban desapareciendo. La bolsa escolar recupera su tamaño normal y queda allí, al pie de la escalera, como si nada hubiese ocurrido.

***

Solia, con su más de treinta mil habitantes, es un pueblo con poca resonancia en el panorama nacional, pero la increíble desaparición de este niño en presencia de sus amigos pone a la localidad en el candelero de los medios internacionales de difusión. La Guardia Civil ha tomado en seguida carta en el asunto, estableciendo los protocolos propios de las desapariciones de personas; pero los días pasan y las investigaciones no dan resultados. El caso comienza a convertirse en la primera plana de los noticiarios y, entre la opinión pública, se barajan todo tipo de hipótesis y especulaciones. La lógica reserva de los agentes policiales junto con la extrañas circunstancias que rodean el caso, hacen que la imaginación popular se desborde y propague los más fantásticos y disparatados comentarios, sobre todo a raíz de que se comienza a relacionar el incidente de la alumna en su clase, el aparente intento del secuestro de Lucía en el jardincillo y la desaparición de Santi.

El pueblo, de la noche a la mañana, empieza a verse visitado por locutores y reporteros de todas las emisoras y cadenas, así como curiosos ávidos de palpad en primera línea el ambiente donde han tenido lugar tan singulares vivencias.

Ante las dificultades del esclarecimiento de los hechos, recala en Solia un grupo de agentes especializados al mando del capitán Pizarro, que instala la plana mayor en el Cuartel de la Guardia Civil, un edificio de reciente y moderna construcción. Inmediatamente el capitán convoca a los jefes locales de la Guardia Civil, Policía Local y Servicio Secreto en una sesión de trabajo donde se comienza por la exposición y puesta en común de los últimos datos de la investigación. Pizarro, de unos cuarenta años, vigoroso y atlético, manifiesta enseguida sus dotes de organizador; planifica y distribuye tareas y misiones y exige a todos disciplina y rigor en el trabajo propuesto. Si se ha producido un secuestro o un crimen, no tardará en ser descubierto el autor o autores; no en balde, el capitán Pizarro cuenta con un currículo profesional altamente positivo, y goza de la máxima confianza de sus superiores.

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El dueño del bar El Castillo deambula y trajina detrás del mostrador, atendiendo de vez en cuando a los escasos clientes que a estas horas de la tarde se acercan a toma algo. El Castillo es un espacioso local que por un lateral se prolonga hasta el fondo y que debe su nombre a las ruinas de una antigua fortaleza, cercana al pueblo, que la tradición popular atribuye a los moros; aunque voces más especializadas cuestionan esta procedencia, al menos en su origen. Desde el mostrador, la vista pasa por encima de unas cuantas hileras de mesas hasta alcanzar los amplios ventanales que permiten contemplar la plaza central del pueblo, un extenso recinto cuadrangular pavimentado con adoquines de granito pulido, y señalizado como zona peatonal y donde se hayan –como ocurre en muchos pueblos-, el Ayuntamiento y el templo principal, dedicado en este caso a san Miguel, patrón de la localidad.

Seba hace ya un rato que le sirvió el café a Rogelio que, sentado junto al cristal de una de las ventanas, repasa el periódico del día.

Aprovechando un clareo, Seba, el dueño, deja a su hijo solo tras la barra y se sienta con él.

—Rogelio, tienes que decirme qué ha pasado con los muchachos.

—Pero, ¿por quién me tomas?

—Seguro que tú sabes algo —insiste Seba.

—¿Cómo me preguntas eso? —responde Rogelio con cierto sarcasmo—.Si los taberneros sois los acumuladores del saber popular; os llega todo lo que ocurre.

—Déjate de coñas. Aquí solo llegan rumores de unos y otros, pero nadie sabe algo en concreto.

—Pues así estoy yo, Sebastián. Lo único que voy a decirte es que quizás este asunto no sea un secuestro o posible crimen normal; empiezo a sospechar que pueda tratarse de algo mucho más peligroso.

—Ves, ves cómo te has enterado de algo que los demás no sabemos.

—Que no, Seba; que solo son deducciones sin mucho fundamento.

Los dos continúan charlando sobre el tema que domina las tertulias entre los habitantes de Solia. Seba y Rogelio, amigos desde hace mucho tiempo, forman un contraste físico a primera vista. El primero, alto, corpulento, de rostro pálido y coronado por una dominante calvicie; el segundo, de complexión más bien delgada, moreno, con abundante cabello, y barba que se limita a señalar el contorno de la mandíbula.

La conversación entre los dos hombres se interrumpe cuando un cliente entra y, a modo de pregonero popular, informa en voz alta mientras se acerca al mostrador:

— ¡Nada, que el cartero no aparece por ninguna parte! Dejó su bolsa de reparto junto a los buzones de un portal y no se ha vuelto a saber nada de él.

***

SINOPSIS

En Solia, pueblo de unos treinta mil habitantes, comienzan a desaparecer personas (niños o jóvenes) de un modo incomprensible. Las declaraciones de los testigos resultan fantásticas y nada creíbles. El capitán Pizarro, prestigioso investigador en los casos de desapariciones y de un currículo altamente positivo, es enviado al lugar al mando de un grupo de técnicos y agentes especializados; pero los días transcurren sin que aparezca un solo indicio que aporte algo de luz; cada nueva hipótesis o línea de indagación que se abre se acaba abandonando por su inutilidad.

Por el bar El Castillo, ubicado en la plaza central del pueblo, pasa todo tipo de clientes, entre ellos Rogelio, que acompañado de Seba, el dueño del bar, y de Julia, reportera llegada para cubrir el caso, inician su propia línea de investigación que se basa en el convencimiento de que existe la posibilidad de que intervengan fenómenos paranormales, opinión e intrusión que chocan frontalmente con la autoridad del capitán Pizarro.

La peculiar vida de Rogelio y la resistencia a vender su librería para la construcción de una gran área comercial de pretensiones comarcales hacen que, de modo malintencionado, se dirijan hacia él las posibilidades de estar involucrado de alguna manera en las desapariciones. La sociedad Pedroches, S.A. ve peligrar las grandes cantidades invertidas en un gran proyecto de turismos rural en la zona. Las autoridades y los investigadores no saben cómo frenar el pánico social que se ha creado no solamente en Solia sino en pueblos cercanos a donde pudiera extenderse.

Casualmente, Rogelio, aterrorizado, acaba descubriendo al autor de las desapariciones. Pero esto no es el fin del problema, sino el comienzo de un peligroso reto por conseguir su destrucción.

El amor, los intereses creados, la corrupción, los complejos, las traiciones… se van entremezclando entre los personajes.

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