Capitulo 1

En su apartamento los libros se amontonaban desde hacia meses en cada rincón. Las palabras que un día brotaran de su interior con pasión ahora esperaban aburridas y olvidadas. Eran esas historias impresas que aun no escucharan el pistoletazo de salida del mundo estertor. Aquella primeras ediciones de sus manuscritos que el mismo se compraba para poder publicar. En las noches que hacia frío pensaba en quemarlos. Ya los había mandado a la gran editorial en barias ocasiones. Pero sin ningún éxito. Y cada invierno cuando apretaba el frío solo podía pensar en quemarlos en su pequeño hornillo. Pero en fin, le parecía demasiado triste. Y veía como en un recuerdo lejano a su abuela hablándole desde la cocina. Vestida con su viejo mandil verde manchado de harina, diciéndole :

– Hijo esas historias no son solo tuyas. No, no señor. Son de todos, si esas historias son de todos. No las puedes quemar. Hijo mio aprovecha tu don, sigue siempre adelante.

Mientras imaginaba aquello la esperanza crecía en su pecho y sentía aquel cariño que lo unía tanto con su abuela.

Aunque aquella noche de de fin de año su cabeza estaba a punto de explotar. Su pequeño apartamento estaba totalmente en silencio. Nadie podría decir que era la noche de año viejo en aquel lugar. Se imaginaba el contraste de cientos de locales ruidosos rebosantes de gente y de música. En contra punto su silencioso apartamento. veintiséis años, estaba solo en aquella noche tan especial.

También había dejado su trabajo y había dejado de escribir. No sentía ningún aliciente en su vida . Durante 1 año había cargado con aquel empleo como repartidor. Y no es que despreciara ser repartidor, ni mucho menos. Pero los últimos 6 mes no le habían pagado. Así que había dejado el trabajo y ahora necesitaba que le dieran un dinero que era suyo. A veces fantaseaba con pagarle a alguien para que le atracara a su antiguo jefe por la calle. Aunque nunca haría esto seguía necesitando aquel dinero para pagar el alquiler.

Tenia que recuperar el dinero que le debían y volver a escribir. Con aquel dinero viviría un poco más tranquilo algún tiempo. Y escribir era lo único que que le daba sentido a su vida. Que importaba si al mundo exterior no le importaban sus historias. El mundo exterior tenia derecho a tomar sus propias decisiones. Por supuesto que si, pero el también. Estaba en un mundo libre, en un país libre, en una calle libre, en un apartamento libre y el escogía escribir. Quizás algún día escribiría sobre aquello . Si, la noche en los locales de la ciudad rebosantes de gente guardaron silencio durante unos instantes para que el tomara la decisión de seguir escribiendo.

Se podía decir que ahora justo ahora 1- 1- 1962 el era un hombre que estaba en propósito. Si tenia una intención clara. Realmente nadie excepto el lo sabia. No pusiera un cartel en la calle principal. No se lo contara a sus vecinos, ni a sus amigos. Pero el lo sabia. Sus pequeñas células lo sabían. Y estaban haciendo todas sus funciones con esa nueva motivación, escribir. Eso hacia que sus ojos se abrieran a las 7:00h de la mañana sin necesidad de un despertador. Hacia que tuviera ganas de correr, de saltar de bailar. Y lo hacia todo, escribía, corría y saltaba en su pequeño apartamento. Eso le hacia pensar que cuando estaba a punto de nacer y sonó ese redoble de tambores desde la isla del pacifico, que algunos escucharon inconscientemente. Ese gran ser que maneja el cotarro dijo desde el cielo y con una sonrisa: este niño será escritor. Y al tener el mismo propósito de ese gran ser celestial se sentía más vivo y lleno de energía.

Había cogido su libreta de anotaciones y había comenzado a contar la historia de un transportista. Un tipo que recorría el país en su enorme camión parando en algún hostal para descansar.

En fin esa era la idea principal, estaba aun desarrollarla. Por ahora ya tenia un par de paginas, había que seguir adelante y ver como respiraba aquel personaje. Se podía decir que todo marchaba bien en su pequeña vida. Aunque tenia cuestiones importantes que resolver, como el trabajo. Había dejado su trabajo y ahora necesitaba uno nuevo y que le pagaran lo que le debían del anterior. Esa era una cuestión clave a resolver,

Capitulo 2

Llevaba tres noches sin dormir y volvía a estar desesperado. Necesitaba que su antiguo jefe le pagara, a de más de un nuevo trabajo. Otra vez estaba en la misma situación. Otra vez el mundo se le venia encima. Miraba por la ventana y solo veía personas vestidas con las mejores marcas conduciendo coches caros. Algo sustancial le diferenciaba a el de toda esa gente. Aquel día parecía interminable. Apenas tenia ganas de comer. Se preparo un bocadillo y se lo comió mirando por la ventana. Se preguntaba todo el tiempo quienes eran esas personas, esas que se permiten y tener una vida de confort y lujo. El había tenido bastante suerte en la vida pero en los últimos años por algún motivo había desarrollado su mala suerte. Seguro que había algún motivo. Aunque el no llegaba a entenderlo. Al menos no era de esos que se dan a la bebida cuando le asaltan los problemas. El buscaba una salida. Quería mejorar su vida, pero no sabia como. Se sentó en el sofá y comenzó a escribirle una carta a su antiguo jefe, amenazándolo con denunciarlo si no le pagaba en dos días. La termino, finalmente se quedo dormido. Al día siguiente se levanto con el cuerpo algo dolorido por dormir en el sofá. Pero tubo una revelación, tenia que seguir luchado por el dinero que le debían. Porque no estaba luchado solo por ese dinero. Estaba luchando para que el mundo fuera un lugar mejor. Para que los peces gordos no se comieran siempre a los peces pequeños. Estaba luchando para que todos los oprimidos de este mundo se levantaran. Para que todas las injusticias terminaran. Fue corriendo a la oficina de correos y mando aquella carta como correo urgente. Y allí mismo se puso a escribir otra con la misma amenaza y la mando como correo ordinario así que tardaría un día más en llegar. El siguiente paso sería ir directamente a la oficina de su jefe. Siempre y cuando el dinero no apareciera en su cuenta bancaria. Estaba realmente furioso, aquel sentimiento no le gustaba en absoluto. Y aun no había solucionado sus problemas económicos ¿Pero que podía hacer?. Se le presentaba otro día de quebraderos de cabeza y eso le hacia perder el apetito otra vez. Miro por la ventana y vio a su vecina de enfrente. Salia del edificio vestida con su gabardina verde, con su pelo pelirrojo recogido, sus ojos azules maquillados discretamente. Era como un hada vestida de oficinista. Trabajaba en la gran editorial, pasaba toda su vida en aquel edificio. Pero parecía satisfecha. Era una mujer que iluminaba todo a su paso. Lo que daría por tener una conversación con ella. Solo una conversación corriente, no le importaba el tema. Solo quería escucharla hablar y compartir unos minutos. Ahora el se sentía como aquellos pequeños castorcillos en Italia a los que se le apareció la virgen para darles fe. Abrió su nevera y cogió los ingredientes necesarios para hacer una pizza Roma. Casi escuchaba a su abuela diciéndole:

– Muy bien hijo, muy bien.

Comenzó a hacer la masa, encendió la radio y puso una emisora de Jazz. Se sentía esperanzado y comenzó a pensar en su novela. En aquel joven camionero, a alejado del mundo, solo en la carretera. Recordando las peleas que había tenido en su juventud. ¿Que escucharía aquel hombre en la radio mientras conducía? ¿ Que fotos guardaría en la cartera? Paso todo el día escribiendo. Sintiéndose el mejor amigo de aquel camionero. El hermano o incluso sintiendo que era aquel tipo. En realidad sus vidas no tenían nada que ver la una con la otra. Pero de alguna forma estaban muy unidos.

Al anochecer otra vez le asaltaron sus fantasmas, necesitaba el dinero de su último trabajo, para pagar el alquiler. Dios!, necesitaba una vida como todo el mundo. Y eso empezaba por pagar el alquiler. Mañana mismo se presentaría en las oficinas de su antiguo trabajo. E iría a otras empresas a pedir trabajo como repartidor. Estaba decidido, no podía esperar más. El mes avanzaba y necesitaba el dinero.

Volvió a casa casi volando después de aquella entrevista. Empezaría mañana mismo. Cuando se dio cuenta de que seguía necesitando el dinero de su antiguo trabajo. Ya que en la gran editorial no cobraría hasta el mes siguiente. De todas formas su vida comenzaba a marchar hacia delante. Trabajaría como lector y escribiría en su tiempo libre. Mientras caminaba con una sonrisa de oreja a oreja cuando en uno de los pequeños restaurantes de de su calle vio a su antiguo jefe comiendo con una mujer encantadora. Entro se planto delante de su mesa. Y así vestido de traje con la cara mas seria que había puesto en su vida reclamo su dinero. Por primera vez en su vida se sintió realmente fuerte. Se sintió invencible. No sabia de donde había sacado aquella fuerza repentina. El no era de esos tipos que se enfrentan directamente a sus problemas. Tenia ganas de gritar, ganas de destrozar aquel local. De poner dinamita en la silla del señor Suliban para que fuera despedida el espacio exterior. El señor Suliban lo miro con miedo y hasta se puso pálido. Saco su cartera y le dio el dinero que le debía. Estaba claro que no había querido quedar mal delante de su amiga.

Lo importante era que ahora tenia el dinero para pagar el alquiler.

Capitulo 4

Al final del día todo empezaba. Enfundado en su uniforme regresaba a casa silenciosamente. Caminando por las calles que se iban encendiendo con sus pequeñas farolas y sus bares rebosantes de gente con ganas de gastar el salario del día. El en cambio solo pensaba en escribir una pagina más. En tomarse un café caliente y en observar por la ventana como terminaba ese precioso día.

Aveces pensaba como se construía cada día, como cada historia con sus personajes, principales y secundarios sus tramas, sus desenlaces. Todo orquestado por el gran escritor o quizás surgiendo de un mar de coincidencias. Quien sabe… esas eran cuestiones demasiado grandes. El ahora solo quería escribir. Y pasar las últimas horas del día con aquella nueva historia. Paso la esquina y llego a su edificio y corrió por las escaleras como un colegial cuando llega la hora del recreo. Abrió la puerta y entro. Allí estaba aquel bendito apartamento. Las cosas no se habían movido en su ausencia. Las galletas se amontonaban encima de la encimera como la torre inclinada de Pisa. Y el café aun esta esparcido por el mantel. Quien necesitaba más… aquel pequeño espacio en el mundo era su hogar.

Una luz se encendió en el edificio de enfrente. Su vecina había llegado. Se imaginaba como se quitaba los zapatos y caminaba por la casa descalza por la moqueta verde. Ponía un disco y se tumbaba en el sillón, cansada pero tranquila. Dejando sus cabellos sueltos y liberándose de aquella chaqueta del uniforme.

Que podía escribir cuando esas imágenes abordaban su cabeza. Solo se quedaba embriagado con su fantasía.

Finalmente lo consiguió, cogió su maquina de escribir y siguió con aquel tipo subido en su camión escuchando la radio.

Mientras soñaba que algún día tendría un hogar al que regresar. Una mujer que lo esperaría. Aquel hombre soñaba con compartir su vida y ese sueño hacia que sus días tuvieran sentido. Cada día que se levantaba en un frío motel de de carretera y se arreglaba sin ganas. Bajaba al bar y desayunaba un café largo. Esos días que parecían un día de tantos, ya no lo eran. Porque cuando se miraba al espejo sabia que se estaba dirigiendo a su hogar. Podría parecer un sueño humilde. Pero en realidad era un sueño grande y dorado. Y aquel sueño un día se haría realidad. Y entonces tendría la foto de su mujer en su cartera. No sabia cuando, pero sucedería. El era un hombre sencillo se había criado en un pueblo pequeño. Era el menor de 5 hermanos. Toda su vida había usado la ropa de sus hermanos, había compartido su cuarto. En su casa no había calma. Pero había conseguido tener una vida tranquila. Ahora quería hogar.

Ya era tarde y tenia que acostarse. Mañana tenia que levantarse temprano para ir a trabajar. A si que se acostó rápidamente.

Aquella noche sus ojos se abrieron sin remedio a las 5:00 de la mañana. ¿ Para que se despertaba tan temprano?. Fue a la cocina y preparo un baso con leche y cacao. Vio su maquina de escribir y sintió la tentación de seguir con su historia. Pero era demasiado tarde para escribir a maquina. A si que cogió su cuaderno de anotaciones. Y volvió

con su historia.

Era una noche lluviosa, pidió su cena en aquel restaurante de carretera. Las ventanas estaban empañadas y apenas se podía ver el estertor. El restaurante estaba regentado por una joven camarera. Era preciosa, pero demasiado joven. Parecía una chica de esas que han vivido mucho en poco tiempo. Se preguntaba de donde era. La camarera se acerco con la vedeja, le traía una cena muy apetitosa. Patatas, una hamburguesa doble. La devoro en poco tiempo y pidió un café con tortitas de postre. Y se quedo un rato mirando el local. Esperando a que entrara alguien especial. Pero solo entraban tipos solitarios como el. La camarera se acerco y le pregunto:

– ¿Está esperando a alguien?

– Porque lo pregunta…

– Bueno su mirada dice que esta esperando a alguien.

– Si, es verdad.

– Sabe, e visto tipos de toda clase por aquí. Con las miradas más tristes que pueda imaginar. Por que ya no esperan nada de la vida. Ya no esperan a nadie. Usted conserva algo vivo dentro y eso el lo que le hace diferente.

-¿ Quiere sentarse? Le pregunto sorprendido.

– Si, muchas gracias.

-¿ De donde es usted?

– Soy de la vieja Irlanda. Vine aquí… ya sabe por el sueño americano. Cuando se es joven se cree en los grandes sueños.

– Pero si usted aun es joven.

– Si lo soy, en apariencia.

– ¿Y su marido donde esta?

– Me a dejado. El muy cretino tenia otra mujer. Se lo puede creer.

– Valla lo siento.

– No lo sienta. Ahora soy libre. Nadie me dice lo que tengo que hacer. Aunque me paso aquí todo el día soy libre. Porque no le tengo que rendir cuentas a nadie en la cama. Usted ya me entiende. Hay algunos que no se contentan con nada. Mi chico era de esos, nunca estaba contento. Y yo soy de carne y hueso. Perdone si le estoy aburriendo con la charla. Por aquí no vienen muchos tipos con los que se pueda hablar. ¿Y su novia donde esta?

– Aun la estoy esperando.

– Veo que es usted un romántico. Querido amigo, a veces hay que bajar a la tierra. Si espera usted demasiado se va a cansar de esperar.

– Puede ser, no le digo que no.

Le gustaba la velocidad a la estaba surgiendo su historia. Ahora estaba cansado, necesitaba dormir.

A la mañana siguiente el despertados sonó ahora si que eran las 7:30 de la mañana. Salto a la ducha y se arreglo rápidamente. Estaba lleno de energía, escribir lo convertía en otra persona. Presentía que aquel día necesitaría algún que otro café. Pero se sentía vivo. Se apresuro para no llegar tarde he hizo el camino al trabajo casi corriendo. Era su primer día y quería causar buena impresión. Llego diez minutos antes de tiempo. El secretario jefe estaba en la puerta del gran edificio y le hizo pasar.

– Parece que quiere ser un ejemplo para sus compañeros, llegando antes de que comience la jornada.

– Por supuesto que si.

– Pase a la cafetería esta invitado a un café.

– Muchas gracias señor.

– Cuando lo termine hable con el conserje. El lo acompañara a su escritorio. Allí están los títulos que debe comenzar para hoy. Tiene usted 3 días. A si que dese prisa. Ya me entiende.

Veía que aquel trabajo iba a ser intenso. Pero eso era lo que necesitaba intensidad.

Entro en la cafetería y pidió su café. Un café que apenas costaba unos centavos pero le hacían sentirse afortunado. Por supuesto que aquella invitación era una estrategia de buen jefe. Y el no quería ser un ejemplo para nadie. Nadie lo conocía en aquel inmenso edificio, difícilmente podía ser ejemplo de nada. La cafetería de la editorial era fantástica. Era un lugar para relajarse, para tomar un café y para comer. Y por supuesto a menudo había presentaciones de libros.

A de más era preciosa. Las paredes eran de color granate y los asientos eran del mismo color pero de un tono más oscuro. Las mesas eran de madera. Del techo colgaban unas lamparas de cristales amarillos. Aquel lugar te hacia sentirte en casa. Aquel edificio insulso de oficinas tenia un lugar que era profundamente hogareño. Era como si se hubieran permitido un gran lujo entre tanta mediocridad. A aquellas horas estaba totalmente bacía. Porque normalmente todo el mundo desayunaba con sus familias. Y por eso nadie venia a desayunar allí. Pero el decidió que iría siempre a tomar el café de la mañana allí. Le hacia sentirse más dentro de la empresa. El camarero era un tipo de pelo gris y bigote. Vestido con el traje azul de la empresa. Le puso el café totalmente en silencio. El se lo tomo en pocos segundos y respiro profundamente. Le esperaba una nueva vida.

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