¡Cuántos mundos misteriosos rondan la vida de un café! A su cobijo cada día despierta una nueva historia.

Luz María Mikanos

Primera parte:

Uno

El hombre

El hombre era un conocido escritor, a veces en soledad solía sentarse en un café y pensar que había tenido bastante éxito, algunas de sus obras fueron premiadas, publicó varias novelas, algunos cuentos, incursionó en los ensayos… en fin, era más de lo que esperaba lograr unos quince años atrás cuando inició el espinoso camino de escribir. Estaba satisfecho y planeaba iniciar una actividad diferente pero no menos valiosa; ¡enseñar! De paso no le vendrían mal unos pesos extras ya que vivía de su oficio, es decir… subsistía. Si hubiese podido meter un Best seller otra hubiera sido la situación, pero muchos premios, reconocimientos y el salto mágico no se daba. Se quedó largo rato con la mente en blanco: « Abriría un taller de literatura. No estaría mal dedicar algunas horas a algo que le gustaba y lo proveería de una entrada fija que en ese momento necesitaba», reflexionó mientras tomaba su café.

—¿Qué te ocurre? Estas distraído, nervioso y noto que algo deprimido ― le preguntó su amiga el día anterior.

—Estoy escaso de dinero, sin inmediatas posibilidades de proveérmelo y con cosas urgentes que pagar —respondió.

—Podes abrir un taller, te gusta enseñar y tendrías una entrada rápida, aunque de inicio no fuera mucho.

—¿Y quién iría? Es muy difícil conseguir alumnos, además, ¿adónde lo dictaría? —dijo.

—Te ayudaré. No será complejo; hay que hablar en la Casa de la Cultura, clubes con espacios de arte, escuelas artísticas, cualquier ladodonde hayaprobabilidad de que les interese, ¡hoy me ocupo! También podés conseguir algunas cátedras, te insumirán pocas horas, distraerán y atraerán alumnos—contestó ella.

Así fue que decidió su futuro inmediato, si bien estecambio estabainfluenciado por la joven lo veía posible y beneficioso. Recordaba cada detalle de cómo se habían relacionado en España, lo extraño era que luego no volvió a verla hasta que de modo casual se encontraron en Argentina; iba pensando en eso mientras caminaba. Pasó una mujer que lo observó dándose vuelta a mirarlo.

«Es que me río solo, rememorando la historia de cuando nos conocimos. La muchacha me la dio escrita días después de reencontrarnos y recién ahí dilucidé la incógnita que mantenía desde ese entonces», pensó.

Se levantó decidido a releer la narración de esa situación insólita. Pensativo y abstraído hizo las cuadras que lo separaban de su hogar, ya era distraído por naturaleza así es que al cruzar la calle lo hizo en diagonal y casi lo atropella un auto que doblaba.

—¡Hey, que haces que no miras boludo! ¿Querés que te maten?—gritó elconductor furioso.

Lo miro casi sin verlo pese al insulto y siguió caminando sin responder. Con paso apurado recorrió ensimismado las cuadras siguientes que no eran tantas pero sí muy transitadas. Al entrar se dirigió al secreter donde guardaba algunas cosas especiales y busco el escrito que la chica le obsequió al volverlo a ver en este país; la halló enseguida.

Dos

El encuentro

El profesor miró las hojas y pensó: «así es como nos conocimos ella y yo», y se puso a leer el relato que por momentos le causo risa, sintiéndose en otros un poco idiota. La crónica de ese singular encuentro había sido titulada:

¿Y ahora?

Iba a doblar en la esquina y justo había un Café, distraída y atolondrada como siempre no solo no lo vi sino que ni siquiera recordaba que buscaba un lugar donde sentarme a tomar algo. Mi cabeza rara vez camina junto a mi cuerpo, podría decirse que normalmente navega por la luna. Lo importante es que allí estaba un lindo sitio donde esperar y calmar un poco mi ansiedad, pensé mientras me dirigía a la puerta.

Entre y di una rápida mirada al lugar, poseo la curiosa capacidad de captar las cosas en conjunto y hacerme una idea general. Tenía un aire cálido e íntimo y sin saber bien cómo determiné que reunía gente bohemia, estudiantes e intelectuales, observé un poco y me senté. Recién entonces miré el amoblamiento; las mesas pequeñas de cedro; cómodas sillas tapizadas en verde; cortinas a rayas en la gama del verde y ocre daban al lugar un aspecto moderno y fresco que se completaba con unos maseteros de plantas florecidas otorgándole un aspecto de inusual colorido. Era notable el contraste de la edificación antigua y señorial con el aggiornamiento tan adecuado que le habían impuesto. Ya más calma entré a Facebook mientras un mozo muy educado y correcto se paró a mi lado y esperó sin decir palabra que dejara mi actividad tecnológico–social para preguntarme qué deseaba tomar. Levanté la vista dejando el móvil encima de la mesa y lo miré con una sonrisa.

—Disculpe, no noté que estaba usted esperando mi pedido —quería disipar con mi amabilidadla descortesía de no haberle prestado atención.

—Es una chorrada, no tiene por qué disculparse niña, ¿qué desea usted tomar?

—Una Coca y un tostado, sin ningún aderezo.

Asintió levemente y se retiró mientras ella lo miraba; llamaba la atención su educación, porte y como observaba al paso cada mesa con el objeto de ofrecersu servicio si fuera necesario. En mi país eso no es frecuente; quizá acá tampoco lo sea y di justo en un lugar con un empleado especial o normas estrictas de atención al cliente, pensé. Luego de un instante seguí leyendo mensajes mientras analizaba lo que debía realizar, lo tarde que se me haría el regreso y lo lejos que me hallaba del lugar en el me alojaba. En tanto cavilaba estas cosas vi venir al mozo con mi pedido, dejé el celular a un lado; estaba decidida a no ser incorrecta esta vez.

—¡Sírvase niña! ¿Necesita algo más? —dijo mientras me servía la bebida y colocaba el plato con el tostado, al que miró expresando—¡Como mola!

—No, nada más, gracias, muy amable —respondí.

—¡Venga! —dijo retirándose.

Miré la hora; tenía aún suficientes minutos libres pero tomé el bolso para pagar así luego dedicaba el resto del tiempo de permanencia en el lugar a navegar por la red. Ni bien lo abrí noté que faltaba mi billetera color ocre, al ser grande era muy notoria a pesar de tener la bandolera llena de cosas inútiles y desordenadas; no pude evitar pensar, ¡mujer al fin! Busqué mejor y saqué cuanto tenía adentro, todo resultó inútil porque no estaba. Me puse nerviosa pensando cómo solucionaría el lío que se avecinaba, no había duda que de nuevo mí distracción me jugaba una pasada y entré a analizar qué posibilidades tenía a mano para superar el mal trago.

Lo primero que se me ocurrió fue encontrar a alguien conocido, cosa improbable si no solía venir nunca por esa zona y hacía muy poco tiempo que estaba radicada en la ciudad. Efectivamente no conocía a nadie y la situación se me tornaba difícil, en ese momento desde adentro surgió mí siempre salvadora imaginación, «A ver Luz, saca a relucir tu ingenio, de esta tenés que salir airosa sí o sí», pensé, y continué estudiando que podría hacer ya que si bien era atropellada también de mentalidad muy activa. Observé las mesas y me detuve en las ocupadas por una sola persona que no eran muchas, solo cuatro y todos hombres, la idea era que pedir ayuda a una sola y convencerla de que abonara mi cuenta y confiara en que le devolvería el importe al día siguiente era más fácil que hacerlo con varias. También evalué recurrir a un par de parejas sentados en la mesa de al lado pero lo descarté de inmediato, habían pedido dos gaseosas que compartían y su aspecto parecía de estudiantes, si lograban entre los cuatro juntar lo que yo necesitaba sería un milagro. Continúe mi observación de los ocupantes de mesas individuales; uno de ellos tenía apariencia de ser un tipo renegado y su cara demostraba a las claras mal humor así que lo desestimé; giré mi vista hacía el lado contrario y vi un pibe joven, cancherito, con aspecto de conquistador, a quien aparté de inmediato porque supuse que sacármelo de encima luego sería difícil; el ocupantede la tercera mesa me pareció un hombre de negocios y buen pasar. Me dije si el cuarto no cuadra le pediré a este aunque corro el riesgo de que me quiera llevar o sugiera un nuevo encuentro y no que le envié el dinero como pienso. Ya estaba algo preocupada cuando vi en el rincón a un hombre joven de anteojos, vestía de modo muy sencillo, parecía serio, concentrado y leía una obra que yo amaba; «El reposo del Guerrero» de Christiane Rochefort. Advertir que había buscado un lugar algo escondido para sentarse, sumado a su aspecto y que leyera esa novela lo indicó como el adecuado a mi pedido.

Me levanté, fui directo a su mesa, saludé y le solicité permiso para sentarme, me miró sorprendido pero con un educado ademán invito a que lo hiciera sin emitir palabra. Noté fija su mirada en mí mientras yo discurría qué decir observando su café con Agua de Valencia.

—Me llamó la atención la obra que estás leyendo, es una novela que me ha interesado analizar, tenés aire de profesor de letras universitario o quizá de escritor, note que te abstraías y hacías apuntes —dije para salir del paso.

—Buena deducción —acotó sorprendido—, soy ambas cosas. ¿Qué es lo que te atrajo de esta novela?

Creo que dudaba de si en verdad la había leído o solo quería entablar conversación, supuse me veía como una alumna con intenciones de congraciarse con su profesor así que para disipar las dudas creí oportuno preguntarle algunas cosas.

—¿Sos profesor de letras?, ¿dónde enseñas?, ¿qué escribís?, ¿publicaste algo?

—Si interrogas con menos impaciencia será más fácil responderte —me dijo sonriendo —.Soy Profesor, escritor, Licenciado en Filosofía y Letras, aunque si bien argentino como eres tú hace mucho que estoy en España, doy clases en la universidad desde hacequince años y aquí hice mi doctorado. Escribo novelas, publique varias. ¿Conforme? Creo que he respondido tu batería de preguntas.

—¿Cuál es su nombre Dr.? —me di cuenta que al conocer su currículum dejé de tutearlo, para mis adentros pensé que era estúpida.

—Francisco; y aún estoy esperando me expliques porque te interesa esta novela.

—En especial me sedujo ver a que extremos puede llegar la gente formal y “normal” inducida por las circunstancias —ahí ya lo note interesado en mi explicación y decidí explayarme—. También me sorprende el final impensado y límite, pero del que no quiero hablarle porque veo aún no lo leyó.

—No lo leí es verdad, pero deseo saber tu opinión y el por qué te hace arriesgar la palabra límite.

En ese momento pensé en mi cuenta sin pagar, mi Carlitos sin comery como pidiéndole permiso expresé:

—Traeré mi sándwich si no te molesta, así te explico —volvía a tutearlo.

Cortés indicó con la mano que me quedara sentada solicitando al mozo alcanzara mi plato y mi bebida.

—¿Traería el pedido de la señorita a esta mesa?, ¿sería mucha molestia? —a lo cual el camarero respondió—. ¡Qué va! —y se dirigió presuroso.

Ni bien lo acercó comencé a devorarlo mientras le comenté lo que me conmocionó del final del libro:

—Es para considerar con detenimiento cómo un ser perdido, llevado por la vida puede de pronto tomar una decisión difícil e increíble con el fin de salir del pozo en el que está sumergido; el destino siempre presenta tablas de salvación que uno no espera, así cueste distinguirlas y subirse a ellas.

A esta altura él individuo estaba absorto en lo que escuchaba y yo en comentar lo que pensaba de la obra para saber su opinión; pero recordé mi problema y miré la hora mencionando con apremio que tenía un compromiso.

—Me encantaría continuar charlando, pero debo estar a las 18 horas en una entrevista a cuadras de aquí y se me ha hecho tarde ya son las 17,55.

Apresurada tomé mi bolso yle di la mano diciendo:

—Fue un inmenso placer conocerte y hablar contigo. —me retiré lo más rápido que pude, temía advirtiera que tendría que pagar por mi consumición.

Él me saludó amable, con corrección se puso de piey expresó: —Nada de eso, ha sido encantador haberte conocido ―obviamente sin observar el “detalle”.

Más tarde al darse cuenta no habrá sabido cómo catalogar la situación, si como un despiste o una avivada y supongo que aún hoy la duda lo consume.

El escritor terminó la lectura y volvió a repasar párrafos puntuales: «Esta chica conoce bastante del tema, ha usado los signos de manera correcta y eso no es común». Como era su costumbre de literato obsesivo continúo el análisis. Usó el estilo directo cuando correspondía para señalar cuando el personaje pensaba, que al contrario del diálogo normal en el que pueden usarse rayas o comillas, el pensamiento lleva siempre comillas, preferiblemente latinas («») y el estilo indirecto cuando era el narrador quien hablaba con el pensamiento, donde no es necesario añadir comillas ni ninguna otra diferenciación. Se quedó absorto imaginando si habría sabido o no incluir un pensamiento dentro de los diálogos, ya que en esos casos si la conversación está escrita con rayas, el pensamiento se escribe entre comillas latinas («»). Pero si los diálogosfueron incluidos con comillas latinas se usa para ese propósito el recurso de las anglosajonas: (‟ˮ).

Tres

La vida tiene esas cosas

Meses después de nuevo en su país, un día cualquiera mientras caminaba por Palermo la jovense cruzó con un hombre en la zona del parque. Caminaban distraídos los dos; él releyendo unos apuntes y ella creando poesía que el entorno de extraordinaria belleza le inspiraba… aunque sabía que minutos después se olvidaría de las rimas no se acostumbraba a registrarlas en apuntes de voz. Obviamente pasaron muy cerca uno del otro en el sector donde el sendero se convertía en uno solo, ¡y lo inevitable sucedió!

—Perdón —dijo él, al tiempo que tropezaron y las hojas que llevaba en las manos terminaron desparramadas por el suelo.

—No, por favor perdón usted, yo caminaba distraída —respondió mientras se inclinaba a ayudarle a recoger lo que se le cayó al individuo y el viento comenzaba a hacer correr —, le hice un desastre.

Al ella levantar la última hoja y él su bolígrafo las cabezas chocaron con bastante fuerza.

De inmediato la joven soltó una genuina carcajada y con un gracioso gesto acotó: —No me bastó tirarle sus cosas sino que también le he dado un golpe. ¡Discúlpeme, suelo ser muy torpe!

—¡Vale! No ha sido nada.

Al oír ese, ¡vale! con leve acento español, vino a su memoria el episodio ocurrido hacía un tiempo en Madrid, levantó la mirada y lo observó detenidamente. Su rostro se sonrojo de inmediato como erainvariable le ocurriese ante situaciones de molestia o vergüenza; detalleque le causaba infinito disgusto. Este era sin duda el escritor que meses antes había levantado “el muerto” en el café madrileño; por dentro rogó que no la reconociese pero pronto su esperanza se vio destrozada por la irritante realidad

—¿Tomamos un café? ¡Esta vez paga usted! —dijo el hombre esbozando una sonrisa llena de picardía.

No tuvo otra posibilidad que aceptarmientras respondía: —Ese detalle que recuerda fue una emergencia que ya le contaré, ¡tomemos el café!

Se dirigieron a una cafetería que se divisaba al cruzar la calle, la conversación fue cordial y amena, ella pagó la cuenta por más que llegado el momento de abonarla él se opuso tenazmente sin lograr resultados. Desde ese día comenzaron a encontrarse a menudo riéndose de graciosos episodios vividos por ambos durante su estadía en Europa. Con el correr de las semanas le reveló la situación por la que regresó a Argentina dejando en España su trabajo, renunciando al prestigio ganado enlargos años, lo difícil de adaptarse a vivir nuevamente en su país donde encontrar ocupación adecuada no era tarea fácil, sobre todo pasados los cuarenta años. Habló de los escollos que se le presentaban y era imposible evitar, inquieto de que al estar preocupado porcubrir sus diarias necesidades básicas le era casi imposible pensar en otra cosa y dar vuelo a su creatividad. En ocasiones intercambiaron ideas considerando el modo de superar esedelicado momento.

Cuatro

La muchacha

Joven y grácil, quizá por su trabajo vestía al último grito de la moda. Viajaba mucho, la tarea se lo requería y le gustaba. Era modelo, no de las de gran fama, su estatura no se prestaba a ello pero el peso coincidente con la estructura ósea y la forma perfecta del cuerpo, sumada a su cautivadora sonrisa habían marcado la diferencia, no sería de mucho renombre aunque si de bastante éxito. Eso no era todo; amaba y vivía el arte, leer yescribireran su pasión, solía incursionar en la pintura y en ocasiones cantar a solas porque no se animaba a hacerlo en público. No obstante a sus diversas ocupaciones y su estatura más bien baja, por la elegancia con la que lucía la ropa, sus modales al sentarse o caminar y el buen gusto al vestirse se notaba que provenía del mundo de la moda.

…..

Sinopsis:

Interesante novelaque une misterio, ficción y realidad desarrollándose bajo el aglutinante mundo creador de historias de un café. El interés de esta obra consiste en su completa originalidad; a la que el hilo de la intriga transforma en una narración de suspenso llena de magia que contiene ademáslas enseñanzas básicas de laescritura al estilo de un tallerejemplificado; para atraer como novela conformada por relatos y ejercicios que pasan desapercibidos en su atrapante trama.Trata las diferentes situaciones que componen la vida de un literato, reseñada de forma tan extraña que puede servir de guía a quien intenta incursionar en las letras.

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