CAPITULO I
EL VIAJE
José Alberto apoyó la rodilla izquierda, con toda su humanidad, sobre la valija a punto de cerrar, lo consiguió, corrió la cremallera, aseguró los cinturones de seguridad, tan luego lo puso de forma vertical. Había terminado de guardar en dos valijas, todo lo necesario para emprender viaje en cuestión de horas, hacia su nuevo destino: España.
- Papá, ya podemos ir a descansar, son las doce y apenas podremos pegar los ojos, hasta las cuatro.
- Si hijo, ya podemos ir a descansar, vayan con Selma, que aseguraré la puerta y apagaré las luces, -contesto.
Había dirigido sus palabras, con airede tristeza hacia su padre, don Juan José, quien asintió sin musitar una palabra, estaba quieto, tenía erguido el cuerpo, siempre había sido así, para sus años; llevaba la mirada firme, paso seguro al caminar, pero, esa noche era muy distinto a los demás, un aire de melancolíacorría por todo su cuerpo, de pronto parecía que toda su fortaleza se desmoronaba en su interior y, era así, más,sabía también que para dar ánimo a su hijo, debía aparentar serenidad, era vital en estos momentos cruciales.
Meditabundo y sin una pizca de sueño orientó sus pasos hacia la cocina, se sirvió un café tinto sin azúcar, y sintió amargo, lo bebió a sorbos para recordar éste aciago día.
Mes atrás había conversado con sus amigos en el “Café Bar” de la calle Ecuador, lugar donde se reúnen religiosamente cada último viernes de cada mes, en el que se discute algún tema en cuestión.
En esa ocasión comento el viaje inminente de su hijo; sus amigos al unísono le habían respondido, que esa decisión había de apoyarlo, no había porque impedirlo asabiendas que cada hijo en mayoría de edad, es arquitecto de su propio destino y para tener un bienestar también hay que hacer sacrificios.
Luego de terminar su café, se dirigió a su cuarto, con la suavidad de un gato sigiloso y miro la doble cama, ahí, descansaba plácidamente una niña regordeta de seis meses, se acercó, se inclinó y beso en la frente, apagó la luz del dormitorio y se recostó a su lado con la suavidad de un felino.
José Alberto, había llegado al mundo hace veinticinco años, su nacimiento había llenado toda una expectativa en la familia de los esposos Gallardo, desde muy pequeño, fue el más mimado, colmado de todos los regalos y cariño que le profesaban todos los parientes: primos, tíos y abuelos y también amigos cercanos.
En sus primeros años, don Juanjo (contracción de Juan José), lo llevaba por todo lado, a los dos años, viajaron a Sacaca, un pueblo situado en la provincia Alonso de Ibáñez, en el norte de Potosí, población muy conocido por ser la tierra del Quimsa Temple (charango que se toca con solo tres cuerdas), y del zapateo.
En el aniversario del pueblo, que se realiza todos los años en el mes de agosto, se reúnen todos los residentes del interior del país, para dirimir diversas disciplinas deportivas, entre ellas el campeonato de futbol. En esa ocasión, la familia Rojas, línea materna de don Juanjo,había reunido con este singular motivo a todos los primos y amigos cercanos, que llegaron de la localidad minera de Huanuni.
Después de tres días de intenso ajetreo futbolístico, habían logrado el campeonato, con el cual soñaban todos los equipos participantes, recibir la preciada copa y otros premios adicionales; ganado el evento, hizo que se fueran a la casa del Abuelo Bartolomé, a quien decían “Botas de acero” -en alusión a las botas con los que siempre caminaba-, al compás de la música de un charango que tocaba un primo del pueblo, un “susku”; que consistía en bailar haciendo rondas en parejas moviéndose hacia adelante y hacia atrás, de acera a acera; delante de todos con la alegría más grande y con el pecho henchido, marchaba el abuelo, gritando a voz en cuello, ¡son los nietos de “Botas de acero”! ¡Carajo!, con la particularidad de que llevaba a un niño en el cuello: José Alberto.
También en el inmenso cariño a su hijo, don Juanjo, en los últimos semestres de su carrera universitaria, cargo en sus espaldas a su pequeño, no era muy común llevarniños a la universidad, pero él lo hizo y fueron más sus compañeras, quienes se prodigaban por tenerlo al cuidado, mientras el acudía a una u otra clase, en alusión a la tez clarade su hijo, habíase ganado un mote: pochoclo.
Beto, comollamaba a José Alberto, fue su único hijo, desde niño apasionado por el deporte, su pasión por el futbol, se manifestó desde que aprendió a caminar, la cercanía de sus primos hermanos, hizo que practicaran el futbol desde muy pequeños, adquiriendo dominio del balón y el juego en equipo. Su primer diploma de campeón de barrio, lo tuvo a los ocho años, jugando en mascotas, con su equipo Palmeiras, en el área deportivo de la parroquia en Villa Exaltación, allá por la Feria Internacional de Cochabamba. Su primera vuelta olímpica de vencedores del campeonato de mascotas, fue una alegría sin límites para los padres de los niños, entre ellos don Juanjo.
Fue por ello, que José Alberto, llego a entrenar el deporte de multitudes, con ímpetu, en el afamadoy semillero del futbol boliviano, la escuela de futbol Enrique Happ de Cochabamba, en la categoría mascotas.
Su futbol exquisito, adquirido con los años, lo llevó a entrenar en un equipo local de renombre, que sirvió para incursionar en el futbol profesional en la ciudad de La Paz, el mismo no prospero, por sentirse muy apegado al núcleo familiar, estar junto a sus padres y a sus primos hermanos con quienes creció, en familia diríase muy numerosa, cariñosa y armoniosa.
No sólo fue bueno para el futbol, también lo fue para distintas disciplinas deportivas, como el basquetbol, natación, voleibol, carreras de velocidad y muchas otras.
Divagaba en estas cosas, cuando sonó la alarma del despertador, don Juanjo no había pegado una pestañada, había pensado y recordado parte de la vidade su hijo.
Presuroso se levantó de la cama, Beto y su esposa habían hecho lo mismo, don Juan José se dirigía a la ducha, para cambiarse de ropa y luego acompañarlos al aeropuerto, cuando se le acercó su hijo.
Juanjo- lo decía cariñosamente-, es mejor que te quedes con Alejandra, no podría soportar separarme de mi hija en el aeropuerto, por favor quédate con ella y mejor sino despierta.
José Alberto también había adquirido la templanza de su padre, en ese momento se abrazaron y sus lágrimas en profundo silencio, se fundieron con los de don Juanjo, fueron segundos que parecían una eternidad, se apartaron lentamente, se miraron a los ojos, no era necesario decir más, se dice que los ojos son el espejo del alma, y así fue, en esa mirada ambos se fortalecieron, dándose ánimos y deseándose suerte el uno al otro;presuroso se secó las lágrimas y salió del dormitorio de su padre, ya el taxiestaba en la puerta, junto a su esposa acomodaron las valijas, los equipajes de mano, los documentos, nada habían dejado al descuido.
Se abrazaron los tres, se daban valor cada uno de ellos para no llorar, había que despedirse con la tranquilidad que demandaba ese momento, subieron al coche, a los asientos posteriores, se acomodaron y tras cerradas las puertas, el chofer empezó a acelerar suavemente, hasta doblar en la esquina próxima, después el coche, con un ruido ensordecedor, se fue perdiendo en las penumbras de la madrugada, hasta quedar un silencio absoluto.
Don Juanjo, se encontró en la verja de la casa solo, allá por Arocagua; miro en dirección a la ciudad, luego al otro lado, donde está la cancha deportiva multifuncional y, lentamente su mirada fue acercándose, hasta echar un vistazo a los zapatos de dormir, dio medio vuelta, aseguró la verja, entro a la sala,cerró la puerta, apagó las luces del dormitorio de su hijo, se dirigió a su dormitorio, y muy despacio levantó las sábanas de su cama y puso su brazo derecho, bajo la cabecita de su nieta Alejandra y se recostó a su lado, la miró por un instante, vio sus manitas cerradas y escucho su rítmica respiración, la abrazó con ternura y mientras cerraba los ojos para descansar, sus ojos empezaron a humedecerse y dos torrentes de lágrimas inundaron su almohada, sumido en un silencio absoluto, se sintió impotente a la adversa realidad.
El sol despuntaba, cuando la niña despertó con una sonrisa angelical, y miro a su abuelo, puso sus manos sobre su rostro, recorriendo su faz de al derecho y al revés, don Juan José se levantó de la cama y tomando en los brazos a la nieta sedirigió hacia la cocina, la sentó en un sillón, preparó su biberón y se la dio a la niña, quien la bebió con avidez tomándola con las dos manos; mientras esto ocurría, don Juanjo, se levantó de su asiento, con mirada lenta recorrió la casa que hasta hace pocas horas era todo bullicio, había un silencio total y sólo entonces se dio cuenta, que se encontraba solo, es decir no tan solo, estaba su nieta, se encontraron sus miradas y ambos sonrieron, una con su inocencia de niña y el otro forzado por la situación de melancolía y sólo entonces se dijo para sí mismo, que aquí empezaba otra etapa en su existencia, la responsabilidad más grande de su vida,cuidar a su pequeña, a su nieta, pero no imaginaba lo difícil que sería este compromiso de cuidarla, aún, no lo imaginaba.
SINOPSIS
La novela El Regreso, basada en hechos reales, narra la dramática historia de una familia disgregada consecuencia de la migración. Comienza la narrativa con el viaje tras el sueño europeo, por parte de José Alberto y su esposa, dejando a su hija de seis meses al cuidado de su padre Juan José.
Aquí comienza la odisea del abuelo, al cuidado de la nieta Alejandra, la alimentación y pasando por una serie de problemas en el trabajo. Atendiendo a la nieta con esmero y amor durante 10 años, sumándose al cuidado, el hecho de guiarla en los aprendizajes de su formación educativa.
Tras el regreso de sus padres y luego de algunos meses deciden llevarse a Alejandraal continente europeo. Quedando solos Juan José y su esposa sin esa motivación, de tener a la nieta y desvivirse por ella en ese lapso de Tiempo; dejándolos sumidos entristeza y desolación. Pese a las dificultades demuestran fortaleza para esperar con ansias el regreso de los suyos, cuyo milagro ocurre después de largos años y se cumpliría el deseo, de don Juan José, es decir, “REAGRUPARSE EN EL ENTORNO FAMILIAR Y VIVIR LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU EXISTENCIA, EN LA PAZ Y ARMONÍA DEL HOGAR”.
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