Le gustaba dirigirse a su hermana, así ella no pudiera escucharle. Había aprendido algo del lenguaje por señas utilizado por los sordomudos; pero ella, aparte de su condición, también era una persona que se apartaba de todo, se desinteresaba del mundo y eso la hacía doblemente hermética. De igual manera prefería hablarle de tú a tú, como si ella escuchara, y se animaba dirigirse a ella de esta forma porque siempre le dio la impresión que lo entendía. Esa mañana, tomando el desayuno, se lo dijo: ¿Sabes? ayer me visitó un ángel, pero………me pareció un hombre común, es más: me pareció repugnante.Sus alas se veían sucias y amarillentas. Sus pies eran enormes y las uñas demasiado largas, nada delicado para un ángel. Pero sé que era uno de ellos porque entró a mi cuarto filtrándose a través del techo. Luego se dirigió al armario, lo abrió y tomo el rifle que tú sabes que hace tiempo no uso. Hizo el ademán de dispararme, yo pensé justo en ese momento que era alguien disfrazado y con buen sentido del humor, pero retomé inmediatamente la realidad de aquella absurda realidad y antes que pudiera salir de mi asombro me dijo con un tono de voz grave y resuelta: “revisa tu vida, pon tus cosas en orden; el próximo sábado,al atardecer, el mismo Dios vendrá a fusilarte”.La hermana lo miro atónita, dejó de masticar el pan que tenía en la boca y bajó la taza de café que llevaba a medio camino a sus labios; justo por ese tipo de reacciones él juraba que su hermana le entendía. Era domingo por la mañana, y a pesar de lo temprano del día, afuera sonaba a todo volumen las notas de un reggaetón eterno, que mecía a la juventud en el mismo sonsonete. Ambos se pararon de la mesa al mismo tiempo. El salió a comprar el periódico dominical y ella se dispuso a asear la casa. Vivían tranquilos, sin problemas, en aquella casa hacía diecisiete años desde cuando sus padres murieron en un accidente de lancha en un paseo por la bahía. Él Empezó a investigar acerca de los ángeles, ¿Eran simples anunciantes de los designios de Dios? o ¿Eran profetas? ¿Lo que el ángel le dijo fue una profecía o un anuncio? De todos modos estaba jodido; ninguna de las dos posibilidades era buena para él, a menos que fuera…..una sentencia, si era así, era mejor porque podía jugar con la posibilidad que fuera la amenaza de un ángel arrogante y asqueroso con ínfulas de grandeza y desobediencia divina. En cualquier caso, los días pasaron, llegó el sábado que el ángel le había anunciado. No pasó nada, sin embargo pasó el día angustiado, ansioso, era natural: nadie puede estar tranquilo después que un ángel te anuncia que Dios viene a matarte, Sabía que las palabras del ángel no podía interpretarlas al pié de la letra: su muerte podría ser de cualquier forma, así sea acostado en la cama y de la manera más absurda. Tuvo una mala noche como era de esperarse,.. Solo pudo concebir el sueño al final de la madrugada. Tuvo un sueño espeluznante en donde él era el plato fuerte servido en una enorme bandeja en una mesa que sobresalía de la ventana y su comensal principal era el difunto Idi Amin. Despertó empapado en sudor. Para esa mañana habían pronosticado lluvias intensas a causa del coletazo del huracán “Fifí” que según los meteorólogos pasaría haciendo desastres por la península de La Guajira. Empezó a llover al filo de las once de la mañana de ese domingo y solo escampó tres días después. Nunca había disfrutado tanto la vida ni gozado tanto la lluvia. Estaba jubiloso, habían pasado tres días más del día de su supuesta muerte, ahora pensaba que aquel ángel estaba desquiciado, venir a caer en su cuarto y anunciarle tal cosa….quería reírse, burlarse del ángel, gritarle y desafiarlo, pero inmediatamente rectificó su pensamiento: No podía burlarse o desafiar a un mensajero de Dios, así es que cambió de parecer y se arrodilló para agradecerle al Señor por haberle permitido vivir un día más.
Las atenciones que su hermana tenía con él las compensaba proporcionándole todo lo que ella necesitaba, vivían sin problemas. Él tenía 64 años, pensionado del gobierno que mataba el tiempo jugando ajedrez con sus ex compañeros de trabajo en el café “Dama x alfil negro”. Su hermana contaba con 51 años y ostentaba una fuerza y determinación que la hacía ver mucho más joven. Solo le conoció un novio en su juventud: Próspero González, en ese entonces estudiante de biología marina cuya mirada escurridiza parecía suprimir cualquier inicio de conversación. La última vez que lo vio fue en una ocasión que llevó a un amigo de urgencia y él fue el enfermero que atendió a su amigo, había abandonado la carrera de biólogo marino porque no soportaba la profundidad del océano. Antes que él pudiera preguntarle que entonces porque había escogido esa carrera, él se anticipó diciéndole que desde niño quiso ser buzo, pero otra cosa era ser biólogo marino y pronto se desilusionó, “porque le daban asco los tiburones”.
La segunda vez que vio al ángel, le pareció, más humano, es más, no se filtró por el techo sino que entró por la puerta de su habitación, como si viniera del patio, exhalaba un olor salobre, que le recordó de golpe sus jornadas de mar. Entró violentamente y se puso a forcejear con él. El Ángel le dio una trompada en plena boca y sintió el sabor de la sangre escurrirse entre sus dientes. El Ángel se fue no sin antes decirle en con voz baja, casi con ternura: “Vendré por ti muy pronto”.
Esta vez no quiso decirle nada a su hermana, no quería alarmarla. Cuando ella le vio la boca hinchada le hizo señas de “Que le había pasado” Él le dijo que se había tropezado y que se fue de boca.
Intuyó que era hora de pedir ayuda y aunque la idea la había tenido antes, ahora era más urgente: acudiría a su amigo Monseñor Guayaba, amigo de infancia, pastor de iglesia para que lo ayudara, no sabía si el exorcizaba en caso de ser necesario, pero era un líder religioso, un representante de Dios, seguramente sabría aconsejarlo. Su apodo provenía por su gusto por esta fruta, era tanto que se montaba al árbol y se comía las guayabas sin arrancarlas, para echarles la culpa a los pájaros y para que su madre no lo regañara, lo de Monseñor fue porque alrededor de sus doce años fue monaguillo en una iglesia católica y manifestaba su deseo de ostentar algún día ese título. Fue a buscarlo, la iglesia que pastoreaba quedaba justamente a dos locales del café que frecuentaba , de vez en cuando se encontraban por casualidad y aunque siempre le prometía ir por su iglesia, nunca iba. Monseñor Guayaba se extrañó al verlo parado ese día, en la puerta de la capilla, supo que algo malo le pasaba aunque no lo veía angustiado, siguió oficiando la misa. Al terminar, Monseñor Guayaba se dirigió a él y le dio un abrazo, él le contó lo que le pasaba, de sus dos encuentros con el ángel, Monseñor le dijo que esa misma noche lo visitaría en su casa y que iba a ver que podía hacer por él. Se fue, pero por alguna razón no se sentía satisfecho, la visita a su amigo no lo tranquilizaba, no veía a Monseñor Guayaba como esa figura celestial que pudiera sanar su vida y limpiar su casa, la verdad no supo si lo buscó solo por su amistad y que por eso podría comprenderlo mejor, pero el caso es que Monseñor Guayaba no tenía las mejores referencias en la comunidad: Que se emborrachaba, que le gustaba insinuarse a las mujeres, que le gustaba ir a la playa y piropear a las gringas, que andaba con una Pietro Beretta al cinto, inclusive que fumaba marihuana con los coletos del barrio chino. Fuera cierto o no, sentía que era al único al que le hubiera comentado su caso, otro cualquiera posiblemente se habría burlado o simplemente no le hubiera creído. Regresó a su casa, al atardecer. Corría el mes de mayo, no tenía dos minutos de haber entrado cuando empezó a llover. Su hermana le sirvió la cena justo en el momento en que sonó al primera centella, tapó su comida, recordando a su abuela, que una vez le dijo que era malo comer mientras tronaba. Cuando dejó de llover empezó a comer y en ese momento llegó Monseñor Guayaba. Se sacudió los zapatos, con exagerada energía, en la entrada. Volvió a saludarlo y enseguida entró en detalles, lo llevó a su cuarto y le recreó las dos ocasiones en el ángel lo visitó, su hermana se acercó cuando el terminaba de explicarle. Monseñor Guayaba le habló de las distintas manifestaciones acerca de la naturaleza de los ángeles, a él, quizás le importaban poco aquellas explicaciones, porque puso poca atención, más bien su hermana era la más atenta aunque no pudiera escuchar. Monseñor Guayaba le pidió a su amigo que estuviera tranquilo, que siguiera comiendo, que él iba a quedarse un rato en su habitación, a examinarla. Continuó comiendo, de repente recordó que su hermana en algún momento de su juventud estuvo enamorada de Monseñor Guayaba, sin embargo no se inquietó y terminó de comer, fue a lavarse las manos, la boca, se cepilló los dientes y cuando regresó a su habitación encontró a Monseñor Guayaba encima de su hermana Leonor, retorciéndose de placer, y para sorpresa de él, ni siquiera interrumpió su polvo, terminó, con la mirada extraviada, perdida en sus propios ojos, que estupefactos vieron como Monseñor se subió el pantalón, se acomodó la pinga en el bóxer, se encajó la camisa, como si nada y salió del cuarto dándole una palmadita en la espalda, al tiempo que le decía: «Disculpa, brother, después hablamos». Quedó con la boca abierta, contemplando el descaro de aquel hombre que salió dando un portazo, después de todo, lo que decían de él, era cierto.
SINOPSIS
Es una novela que pretende mostrar un choque de generaciones, en adelante, en los demás capítulos (o páginas) mostraran la llegada del nieto del protagonista, que hasta ahora no tiene nombre en la novela, un nieto que viene de Miami, su padre lo trae porque siente que su hijo se está perdiendo en el vicio y piensa que su abuelo puede corregirlo. El trata de hacer lo mejor posible por su nieto y por su hijo. Por aparte está el extraño acontecimiento con el ángel que al final no es más que un impostor contratado por Monseñor Guayaba, que al final de cuentas pretende entrar a aquella casa, enloquecer a su amigo y quedarse con la casa y con su hermana, pero no cuenta con la llegada de aquel nieto que al fin y al cabo, tras una extraña amistad con Monseñor Guayaba, se da cuenta de todo y previene a su abuelo.
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