Capítulo 1

De la mano de Pessoa

Café A Brasileira — Lisboa

25 de diciembre

Tudo vale a pena se a alma não é pequena.

Fernando Pessoa

Un chorro de luz y lluvia entran por la abertura, allá arriba, como la garganta de un dragón que devora una tormenta. Alrededor me circundan piedras verdosas resguardando una escalera de caracol sostenida por columnas.

Estoy a medio camino del fondo. Me siento como si descendiera al estómago del dragón. Siento frío, como nunca había sentido. Debe ser el aliento de la muerte. No se siente miedo, el miedo ocurre cuando todavía hay esperanza de sortear lo inevitable.

¿Pero cómo es posible? ¿De dónde salió ese perro? Es un galgo. Me observa. No es una mirada de amenaza. Más bien es como si me esperara. Lo sé, desea que lo siga. Cuando lo comprendo sale corriendo hacia abajo como si hubiera leído en mi mirada que lo había entendido. Ya voy.

Uno, dos, tres, cuatro,… quince peldaños. Una plataforma. Uno, dos, tres, cuatro,… quince peldaños. Otra plataforma. El pozo tiene nueve plataformas. ¿Cuántos círculos tenía el infierno? Sí, esto es un pozo, no es un dragón. He salido por un momento del delirio. Reconozco este lugar, una torre invertida. Estoy en el pozo de la Quinta da Regaleira en Sintra.

Los escalones están empapados. Corro. El chorro de agua y luz que cae produce unos brillos que se parecen a ángeles que suben y bajan en una especie de danza.

Casi llego al final. Temo resbalarme. Y es como si hubiera dictado una orden: termino en el piso. Me paro más apenado que adolorido y lo veo, el galgo está en el centro del foso, esperándome. Una rosa de los vientos lo rodea en el adoquinado que cubre el piso bajo sus patas.

Ya voy. Ya estoy cerca. No… Otra vez huyes. ¿Acaso este no era el final? ¿Acaso nunca hay final? Ahora lo veo. Hay una gruta que inicia en la pared del frente. Cuando estaba en medio de la garganta era imposible que viera esa salida. ¿Es una salida? Siento como si una esperanza hace tiempo perdida hubiera retornado.

Veo la silueta del perro alejándose por la gruta. Una luz sinuosa ilumina el piso. Al fondo oigo una cascada. Mientras atravieso roso las paredes y noto que tienen la forma de un coral.

Salgo de la gruta y llego a un estanque en el que se asoman algunas piedras formando un tramo que lo atraviesa. ¿A dónde fue el galgo? Una voz me llama: “Sebastián… Sebastián…”. Es Irene. ¿Qué hace aquí? ¿Dónde está?

Volteo y a mis espaldas una niebla va borrándolo todo. No puedo volver atrás. Salto de piedra en piedra y atravieso el estanque. En frente se abre la boca de una cueva. Es inevitable. Debo entrar.

Todo está oscuro. Camino en un infinito espacio oscuro. Un punto blanco aparece al fondo. Mientras me acerco va aumentando y veo que es una estatua. Es una mujer con un cisne. ¿De dónde sale la luz que la ilumina? Me acerco y noto que su rostro es el de Irene. Ésta abre los ojos y me grita: ¡Despierta!

§

– Acorda rapaz. Wake up… Despierta…

– ¿Dón…de es..toy? – Sangre, sabe a sangre.

– Estás en la plaza del Pelourinho. ¿Recuerda cómo llegó aquí? ¿Es español?

– Ve…nezolano, soy venezolano… pero también periodista.

Me cuesta abrir los ojos. La claridad me lastima. No entiendo muy bien lo que veo: una especie de pedestal se eleva al cielo como petrificada crema batida. ¿Sigo soñando?

Peloorinho… Recuerdo que me trajo aquí Irene mientras me mostraba la ciudad. Se trata de la picota de Lisboa, el lugar donde antaño llevaban a los delincuentes a pagar sus culpas frente a los pobladores honorables. Pero, ¿qué hago aquí? Estoy golpeado… ¿Dónde está Irene?

Lo último que recuerdo fue una discusión que tuve con ella mientras recorríamos los locales de Barrio Alto. Ella estaba feliz de conocer la ciudad donde nació el personaje motivo de su tesis de grado: Fernando Pessoa. Yo no podía evitar seguir deprimido luego de ser despedido del periódico donde trabajaba.

– Te usó como un pincel humano y pintó esa figura con tu sangre –me dice el policía, y por primera vez siento miedo-. Vamos a llevarlo al hospital.

– Se llevaron a Irene. La secuestraron – ¿Cómo puedo saberlo?

Mientras me ayudan a levantarme suena mi celular en el bolsillo de mi pantalón. Logro tomarlo a tiempo. En la pantalla leo el nombre de mi amigo My-key. No puedo contestarle ahora. Todo me da vueltas. Me dejo conducir por los policías. Espero aún estar soñando, pero ya debería haber despertado.

§

Cierro los ojos mientras me trasladan en la ambulancia. Recuerdo cuando días atrás recorría esas mismas calles pero en uno de esos autobuses rojos de turista. Imagino que Irene está a mi lado tomando fotografías de todo lo que la sorprende. ¿Por qué no me contagié de su alegría?

-No vas a estar nunca en paz si te crees diferente a todo el mundo -me decía Irene, aunque no le entendía del todo-. Deberías intentar probar andar por el camino de la gente sencilla.

Me preocupa el manchón de sangre que cubre mi franela hasta ayer azul. Toco mi rostro y descubro una herida irregular en mi frente. De allí proviene la sangre que usó el sádico pintor para decorar la calçada.

-Recuéstese -me dice la paramédico, una chica morena – pronto llegaremos al centro de salud. En los últimos días del año el tráfico baja mucho.

-Gracias -le digo.

Su sonrisa comienza a serenarme hasta que noto algo extraño en su mirada. Su cuello se quiebra como si hubiera recibido una punzada dolorosa. Toma un poco de aire y al abrir los ojos ya no son los mismos: son naranja.

– Oh Irene… a pureza da heroína, nascida e martirizada em Tomar… agora morta? -me dijo cerca del oído con saña-. Ainda criança, ela prometeu dedicar-se a Deus. Você se apaixonou por ela, você não pode pensar em outra coisa.

-¿Qué diablos dice? -el miedo impide que reaccione- ¿Irene muerta? Yo no he matado… Yo no recuerdo…

Um dia alguém caluniado Irene. Você, louco de ciúmes, mandou um de seus soldados matá-la –siguió gritándome y agitándome con una fuerza no propia de una muchacha.

Un giro de la carretera sacude la ambulancia desequilibrando a la paramédico. La noto desorientada.

De repente la ambulancia frena y veo como el conductor abre las puertas traseras. Seguro habrá escuchado la discusión. Pero cuando lo veo bien me horrorizo: sus ojos son violetas.

-Crux Sancta Sit Mihi Lux, Non Draco Sit Mihi Dux. Vade Retro Satana –le grita a la enfermera en una lengua que me parece latín-. Numquam Suade Mihi Vana Sunt Mala Quae Libas, Ipse Venena Bibas.

Las palabras lograron espantar a la enfermera quien se escondió al fondo de la ambulancia lanzando alaridos.

El golpe en la cabeza me ha afectado. Debo serenarme si es que quiero encontrar a Irene. Debo respirar, respirar…

El conductor ahora posa su mirada violeta sobre mí y me grita en español:

-Corre.

§

Salto de la ambulancia y corro por las calles de la que hasta ayer me parecía la ciudad más pacífica del planeta. Hoy la sentía como un infierno.

Me refugio en el primer callejón que encuentro. Me recuesto de la pared para serenarme. Busco en mis bolsillos las pastillas para mis ataques de pánico, me trago una y comienzo mi ritual… ese que me enseño mi padre de niño cuando estaba angustiado.

Mientras me hace efecto la droga me imagino en un cuarto de paredes plateadas acostado en una gran cama de edredones blancos. Veo en mi pecho la palabra “paz” escrita con un brillante color azul. Ella se funde en una esfera. Por un momento se detiene en mi corazón absorbiendo la ansiedad.

La paz azul sale de mi cuerpo y empieza a formar un círculo al alrededor: el miedo se detiene. Con cada giro la esfera se se extiende cada vez más lejos.

Veo como la luz azul ataca y desintegra cualquier energía negativa que viene en contra. La luz abarca el planeta y veo que retorna y se instala nuevamente en mi pecho.

En ese momento abro los ojos. La droga comienza a hacer efecto. Mi corazón late nuevamente a un buen ritmo.

“El hotel…”, pienso. Debo ir a buscar mis cosas si quiero hallar a Irene. Estoy cerca, a unas cuadras está el Rossio Garden Hotel.

§

Me sumerjo en la bañera. Las gotas de sangre van elevándose a la superficie mientras la calidez del agua me cobija. Una parte de mí desea quedarse allí, como un pez. Otra parte lucha por respirar, con terquedad se aferra a la esperanza al menos de pasar un día más sin rendirse. Entonces recuerdo a Irene y la angustia me obliga a salir de la bañera para recuperar el aliento. El oxígeno regresa a mis pulmones como un vagabundo hambriento y enojado.

Al abrir los ojos me alegra ver las lucecitas de Navidad a través de la ventana. Además del café las luces navideñas lograban serenar mi espíritu, quizá porque me remontaban a mi infancia, donde todo era posible y me sentía seguro.

Sobre la mesa descansa el libro de carátula amarilla que hasta ayer ayudaba a Irene con su tesis de grado.

Lo reviso y noto algo que había pasado por alto antes. Una serie de rayas y puntos parecen formar un mensaje cifrado.

Marco el número de My-key y repica. Contesta coño… Pasado unos segundos responde.

-La secuestraron My-key. Es por mí. Me dejaron una nota… La única pista que tengo es un libro de Fernando Pessoa. Se llama Mensagem.

– A ver pana. Vamos por partes. Primero asegúrame que no me estás jugando una broma.

-¿Cuándo te he jugado una broma? Escúchame: Mensagem, así se llama el maldito libro, averigua lo que puedas y me…

-Correcto. Ponte lo Google glasses para ver ese libro.

Le muestro las páginas con el mensaje cifrado y lo dejo hacer. Desde niño he confiado en My-key, desde las tareas difíciles del colegio hasta mis pautas periodísticas ya de adulto.

– Sebastián. Mientras busco más datos sobre el libro debo adelantarte que el tipo está detrás de ti: ¿a quién le debes algo?

– ¿A qué te refieres?

– Por lo que voy leyendo en la red, el libro Mensagem fue dedicado de alguna forma por Fernando Pessoa a un rey portugués tocayo tuyo: el rey Sebastião. Si te dejó inconsciente a golpes y se llevó a Irene, el tipo seguro está frito. A ver… Espera un momento. Pana, lo que me mandaste es un código masón.

– ¿Un código masón?, qué es eso.

– Debemos apresurarnos Sebastián. Irene debe estar corriendo peligro. Quién escribió este código espera algo de ti. Debemos descifrarlo si queremos encontrarla. Otra vez me toca sacarte las patas del barro. Tranquilo que ya estoy acostumbrado.

– Gracias My-key. Qué haría yo sin ti.

§

En la primera página del libro Mensajem habían escrito un texto cifrado escrito con rayas y puntos. Según My-key, el lenguaje usado era un código masón. El único problema era que requería una llave o clave para interpretarse. El texto terminaba con un mensaje en portugués: A chave está nas mãos de Pessoa. Reconocí la letra, era la de Irene: ¿le habían obligado a escribirlo?

-¿Cómo sabes que es un código masón? –le pregunté a My-key conectado a través de los Google Glasses.

– Los masones amaban las formas simples para transmitir sus ideas. No hay símbolos más simples que las rayas, los ángulos y los puntos. Cada símbolo en el texto representa una letra y señala su ubicación en una cuadrícula que ayuda a descifrarlo. Pero el orden de la ubicación de las letras en esa cuadrícula está señalado por una llave.

-Entonces cómo podremos leerlo.

Mientras My-key me explica veo los textos que consulta en su búsqueda en Internet. Observo proyectado sobre una pared de mi cuarto de hotel ejemplos de las cuadrículas de la llave que debemos encontrar para leer el texto que podría darme una pista de la ubicación de Irene.

Me detengo en un párrafo de un texto de Armando Hurtado, en su libro Por qué soy masón:

Las letras responden a diversas combinaciones y posiciones de escuadra y compás, con un esquema sencillo y de fácil memorización. Todo se reduce a independizar las figuras geométricas resultantes de la intersección de dos pares de paralelas perpendiculares que producen ángulos rectos simples, emparejados o formando cuadrados. Las repeticiones se evitan añadiendo un punto diferenciador, y las letras «u», «x», «y» y «z» se representan mediante la reproducción de cada uno de los ángulos que resultan de la intersección de dos rectas formando «aspa». No existen «k», «j», «v» ni «w», que se escriben como «c», «i» y «u» respectivamente.

-Entonces por qué no usamos esa llave que me muestras de Internet y traducimos el texto.

-Ya lo intenté Sebas, ninguna de las llaves que he conseguido sirven para descifrar el código del texto que tienes allí. Cada llave ordena las letras de manera diferente. Debemos encontrar la que generó tu texto y la pista está en Fernando Pessoa, en su mano…

§

Vi pasar ante mí -gracias a los lentes de realidad aumentada- fotos y textos sobre Fernando Pessoa. My-key se detuvo por fin en una guía turística de Lisboa y en una página que mostraba la estatua del célebre escritor lusitano sentado en un café con la mano extendida. Se trata del café A Brasileira.

La gente me ve extrañada mientras camino en busca de la estatua de Fernando Pessoa. La herida en mi frente no es fácil de ocultar pese a que lo intento con un pasamontañas. Paso por el elevador da Bica que lleva al mirador de Santa Caterina. A esta hora un enjambre de turistas coreanos rodean el sitio con sus cámaras fotográficas y celulares inteligentes. Huyo.

Al llegar al sitio donde se encuentra la estatua que busco, me doy cuenta de una cola de turistas que esperan por hacerse la tradicional foto tomando su mano. Son una plaga.

Sabía de los popular de esta visita pero el que se formaran para hacerlo me parece extraño.

No voy a arriesgarme a hacer la cola perdiendo la llave del código en manos de un turista coreano. Decido hacer lo que hacemos los periodistas cuando necesitamos saltarnos las esperas del común de los mortales: chapeamos – utilizamos nuestra credencial.

Me acerco con mi grabador al turista que está al inicio de la cola por su turno y comienzo a entrevistarlo. Hago preguntas tal como “¿Qué significa Fernando Pessoa para usted?”. No escucho la respuesta porque estoy pendiente del turista que se está tomando la foto-suvenir. No sea que encuentre algo extraño y decida conservarlo.

Nada, no veo ninguna expresión de asombro pero al ver alejarse las personas que ya se tomaron la foto noto algo curioso. Juguetean con sus manos estampándose un sello de tinta que tienen en su mano: un espiral.

Al fijarme bien, decenas de turistas han sido marcados. Dejo al entrevistado con la palabra en la boca y me acerco a Fernando Pessoa y le doy la mano. Al soltarla veo que yo también lo he sido. Una figura de tinta se dibujó en la palma de mi mano.

“¿La llave del código es un espiral?”, pensé. Creía que iba a conseguir una llave de alguna caja fuerte o quizá un pergamino con la explicación para descifrar el código. Aun no entiendo porque todo este juego: con decirme el secuestrador en español lo que desea bastaba.

Siempre he atraído personas extrañas pero esto es el colmo.

Al ver todas esas personas marcadas y hasta con los sellos en sus rostros luego de jugar entre ellas, me viene a la mente la forma en que los virus se contagian y siento angustia.

My-key seguía todo a través de mis lentes. Repetía que ya lo tenía, la figura en la mano de Pessoa era la llave que requería para descifrar el código.


Sinopsis

Los científicos descubrieron que el hombre tiene en su ADN un gen que cuando es dominante lo impele a buscar la espiritualidad. En El Enigma Pessoa el protagonista es descendiente del rey portugués D Sebãstiao quien como el rey Arturo desapareció y se convirtió en leyenda al ser deseado su retorno que simbolizaba el advenimiento de una época dorada para la humanidad.

Un líder de una secta secuestra a la novia del protagonista para que éste realice un viaje iniciático que active el potencial de su ADN y luego con una muestra generar la elevación espiritual de toda la humanidad siguiendo la teoría del centésimo mono: cuando un número crítico de una población logra un grado evolutivo toda ella se eleva también.

§

  • – La historia describirá el proceso de autodescubrimiento del protagonista Sebastián en la búsqueda de su novia secuestrada. Visitará lugares simbólicos de Lisboa y Madeira.
  • – El secuestrador busca activar el ADN dormido del protagonista; cree que es la reencarnación del mítico rey portugués Sebastião cuya desaparición se parece a la del rey Arturo por la esperanza de su retorno para implantar un reinado de paz y espiritualidad.
  • – Una vez activado el ADN de Sebastián se le extraerá sangre para mezclarla con una droga psicoactiva que será procesada con un lote de vino de Madeira que será repartido en la festividad de fin de año.
  • – Sebastián enfrentará al villano en la festividad de fin de año con el célebre estallido de fuegos artificiales de Madeira como telón de fondo.
  • – El protagonista deberá luchar con su depresión y superarla.
  • – El secuestrador busca lograr el efecto del centésimo mono: activar la espiritualidad de un número clave de personas que eleven a la humanidad a una nueva edad dorada pronosticada por el escritor Fernando Pessoa en su libro Mensagem.

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