MANUAL DEL INMIGRANTE Y EL PEREGRINO

MANUAL DEL INMIGRANTE Y EL PEREGRINO

«A quien quiera peregrinar conmigo»

I

Le escribí al Dr. Achotegui, y, le supliqué así: «dando trancos y muriendo en mucho más que siete duelos»

Partir es morir de a poco

http://www.unobrain.com/blog/unobrain/que-es-sindrome-ulises

Vivo Anarquía.

Dicen por ahí que sólo unos pocos están destinados a dejar caminos allanados para la humanidad.

Yo, sin embargo, veo muchos guerreros, que librando sus propias batallas, vamos dejando un sendero menos duro para otros que nos continuarán .

En esta lucha cotidiana vamos desdibujando fronteras y quebrando barrotes de esas jaulas, forjadas en la globalización económica (descarnada y cruel), en las que se han convertido las regiones de nuestro planeta.

100% europea ( y no me jacto sino comento esta realidad mía), mi tierra resultó ser argentina. Un crisol de razas sin fronteras. Tanto, tanto que las fuerzas de seguridad creadas para resguardarlas, hoy se adiestran en las calles de sus grandes urbes, reprimiendo con todas sus armas, el reclamo justo de los viejos y la protesta de los jóvenes sin futuro.

Abandonados entonces sus 10.000 kms de límites, a la suerte de todos y cualquiera, los recibe y acoge.

II

Mi educación europea quedó a cargo de un Catalán de Cardona, un pueblo de los pre Pirineos; donde hoy más que nunca, sus casi 5000 habitantes, claman su independencia.

Aquí vivo yo.

Con una identidad propia y muy marcada: sus calles medievales, su cerrada lengua casi afrancesada, su mercadillo de los domingos o su feria de robellones (hongos y setas), se dan de patadas con mi lunfardo. En su cadencia , se atropella con los recuerdos de mi linea «C» del metro – surrealista y violento.

Y su «Deuuu» de cada despedida se enfrenta con el «¡chau boludoo!» de esos días que 1 a 1 transité durante 50 años.

Vivir en este pueblo que recibiera de mis abuelos su primera escuela o, la salvación económica de no quedar hundido bajo las heladas aguas del deshielo del Río Cardener, no es para mí nada fácil.

Soy su hija predilecta me dijo el señor, pero vivo de la caridad como una mora o un marroquí.

Yo, que no entiendo de patrias ni banderas, de razas o religiones; sólo veo al otro en mí. Y …¡estoy tan agradecida!

Porque la tierra donde partí tiene conmigo deudas morales y éticas. Defraudación económica y afectiva. Capítulos aún abiertos por el dolor. Llagada de corrupción institucional y abandono; decidí cruzar un océano de agua, lágrimas y recuerdos, que por resistencia debo enterrar

Mi corazón todavía no logra comprender como matar hijos, nietos y quemar bajo las llamas del olvido recibido, el propio nido

Tampoco puedo todavía con la orfandad de justicia y de todas esas organizaciones que en nombre de la mismísima humanidad, la fagocitan.

Apenas asoman hoy en mis pesadillas de sueño vigilante, las tranzas policiales y jurídicas que me torturaron una y otra vez. Y es así que descubro con espanto, que en «mi país», yo ya estaba muerta…

III

Aquí, la mayor parte del tiempo, se me invisibiliza, eso, cuando no sufro destrato o maltrato. Casi siempre…

Si bien he llegado de una tierra lejana y soy en mi misma, una carga de antecedentes sociales; que no definen una identidad propia, siento la alegría de pertenecer a cada rincón del lugar donde vivo y poseo la capacidad de abrazar a todos.

Tal como lo hacemos con cada inmigrante…, allá lejos.

Esta sociedad es implacable con el recién llegado. Y es tanto así que hasta los más pequeños pueden bastardear por su mera condición de inmigrante a cualquier persona, sin reparar en su condición de tal.

La gente aquí puede sentir más amor y respeto por su mascota, que hacia su prójimo.

Hoy por hoy estoy faenando en un bar. Soy fregona y cocinera.

Descubro que la vida me ha regalado la capacidad de flotar sobre las circunstancias que el otro me impone para poder pertenecer y sobrevivir.

Yo vivo cada una de esas vanidades con el asombro de quien está acostumbrado a abrazar al que llega buscando mejor suerte; y con el espanto de observar lo selectivos que pueden ser la memoria y el conocimiento, en la identidad de las masas.

Acepto esta guerra personal aunque rompa mis músculos y quiebre mis huesos. ¡caigo!

Cuando me detengo en la mirada sorprendida de quienes atraviesan las barreras de mi libertad, y me ven tan digna; se que voy ganando una y cada de todas las batallas del anarquismo. Esas que los hombres me imponen casi inconscientes de esta realidad absurda y sistemática, que se niega a recibir a hombres y mujeres de buena voluntad, al tiempo que gritan su propia independencia.

¡Es NUESTRO planeta..!

Cuando todo es adverso – los sueños, si estás vivo y sediento de justicia, te obligan a partir instintivamente.

Si llegas a un puerto tan lejano e históricamente poderoso, encontrarás la resistencia colonizadora que desangró tú tierra. Así lo considera, aunque no lo recuerde conscientemente, quien convive contigo en estos lugares.

La fuerza de la mansedumbre y la semilla de una paciencia elevada son las mejores armas.

Me mantengo caminando. He encontrado unos brazos fuertes que me incorporan, y aún sin saber muy bien el porqué de mi estupor o de mis tristezas, me abrazan amorosamente.

Prima un instinto vital. Como una bestia.

¿Amas?, ¡Rebélate Alejandra!, no seas una cosa…

IV

«Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo , que jamás volveré a pasar hambre.»

(Scarlet O’´Hara)

¿y si «Dios» ha dado ya suficientes pruebas de su inexistencia?

¿y si no se robar o engañar?

¿Podrán ser estos los puntales de la supervivencia? :

Creer en algo más allá de mis propias posibilidades.

Algo divino sería más cómodo.

O mentir al amar. Engañar un poco. Utilizar alguna de las mil formas que una estafa puede adquirir…

La cucharota (demasiado grande para este vasito de café con ron), este carajillo que desborda ante un utensilio inapropiado – (la vida misma); con el calor del vaho que necesito para enfrentarme a otra batalla diaria. Aquí en el bar de San Jordi. En la «fira» de Cardona. Donde nunca pasa nada .

Porque todos los días muere un nuevo viejo. Y la población acostumbrada acude a los entierros. Con una cara de espanto muy personal. ¡Sí, es eso!, se toman la muerte del coterráneo como algo personal.

Es algo así como un grito silencioso que clama eternidad. Un «¡no todos, pero cada uno, vamos a morir!»

Inevitable.

Y es que en Cardona mueren tantos como niños nacen. Y todo se vuelve infantil. Todo se detiene en una conversación de patio de escuela, aún en la Residencia de los adultos mayores. Es por esto un pueblo de encanto. Donde la gente pasa y se saluda ni bien se levanta, tal cual lo hace una doña en batón, al atravesar el salón de su casa camino a la cocina .

Así. Las calles medievales, los caballeros, el Marqués y las doncellas siguen vivos por propia continuidad genética.

Cardona tiene un rostro que es como una roca (mirando hacia el poniente), y es remoto como el nunca y es eterno como el siempre.

V

Le pido a «Elo» otro carajillo mientras escucho divertida la viva voz de un parroquiano, arengando mi coraje matinal con un ¡epa!, «vienen fuertes la alemana y su desayuno..»

Y es que yo no soy Cardoní …

Mi vida no es encanto pero es un cuento, que a veces ni yo me lo puedo creer.

Convivo en armonía este proceso transitorio a la muerte como uno más de mis viajes.

Será al terminar de partir, el fin de algún aprendizaje . Una liberación. Esa es mi vida, plena conciencia de viajera temporal, en un universo donde todo goza de vulnerabilidad y tiempo.

“Muerte, orgullosa no seas, aunque te hayan llamado

poderosa y espantosa, pues no lo eres.

Porque aquellos que tú piensas que has abatido

no mueren, pobre muerte, ni aún a mí puedes matarme.

Del descanso y del sueño, que son no más que tus imágenes,

mucho placer, luego de ti mucho más debe surgir.

Y pronto nuestros mejores hombres contigo van

Descanso de sus huesos y liberación de sus almas.

Son esclavos del destino, del azar, reyes y hombres desesperados

Y con el veneno, la guerra y la enfermedad moran.

Y también pueden la amapola y los encantamientos hacernos dormir. Y mejor que tu golpe.

¿Por qué te envaneces entonces?

Pasado un corto sueño, despertamos eternamente,

y de muerte ya no habrá más.

Entonces muerte, tú también morirás»

(John Donne, 1572-1631)

No.

No soy de aquí.

Tampoco..

S I N O P S I S

«Atila, Diógenes y Peter Pan tienen en común un síndrome. ¡Uno para cada uno, claro!, abarcativos a miles de personas que por características esenciales se les asemejan.

A mí, me tocó en suerte el de Ulises.

El protagonista de la Ilíada y la Odisea. El incansable guerrero, el exiliado, el infatigable , el reinventado. Nombrado por Homero . Y en su Infierno , por el Dante.

Soy una.

Una de esos cinco millones de seres que peregrinamos por este mundo globalizado y ajeno.

Enterramos vivos a nuestros padres e hijos en nuestros corazones que se rompen. Y ya heridos de muerte por la fría mano del abandono y sin sueños; cruzamos océanos y rompemos fronteras por la pulsión vital que nos enciende y que apenas comprendemos.

Sé, por la propia capacidad de leer mi cuerpo, que esa fué mi última partida y por lo tanto éste , será mi último puerto.

Llegar es todo lo que deseo.

Más aún que el mapa de un tesoro, lejos del diario de un viajero, entrego con toda mi sabia surrealista , este manual inmigrante; para quien atraviese las dificultades de su vida con sorprendente e innata valentía».


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