Sinopsis

Katherine Williams una chica de veintitantos, rubia platinada, encantadoramente seductora que conquista a cualquier hombre o mujer que este a su alcance. Recordará sus orígenes al regresar a su ciudad de crianza posterior a una noche en las vegas. Sin embargo algo le atemoriza, había decidido cambiar, dejar cualquier contrariedad que la alejara de lo correcto de ser una mujer con dinero y con un romance corto. Pero en Londres los fanatismos enseñados por su madre retornaran para desechar lo considerado.

Su madre después de una muerte repentina deja una suma descomunal de bienes que favorecerán en el mejor de los momentos a su pupila. Las encrucijadas que produce la vida la guían a un camino lleno de lujuria, amor, dinero y fama.

Su vida impúdica se complica al estar anclada al amor de un hombre que dice quererla. Alexander Bice, será quien le haga ver el cielo en medio del caos, quien vea en Katherine una mujer buena e ideal para él. Se vinculará en lo desconocido, en un mundo nocivo para la mayoría e intentará que ella acepte lo que nunca ha probado, el amor.

¿Estará dispuesta a experimentar luego de saber que un enamorado del pasado se interpondrá en su felicidad?

Evans, tras años de haberla olvidado se sorprende al reconocerla en aquella portada totalmente desnuda; sus deseos, su amor, todo aquello que olvidoen la secundaría estaba de nuevo en su mente.

Era el momento de ir por a la mujer de sus sueños.


20 de Enero, 2008

Dos días después.

No pertenezco a este círculo de auto ayuda, con aquel que usa un peluquín ladeado a punto de caérsele, la loca de los crespos hechos, el adolescente calado que trata de dejar las drogas, y yo, que por obvias razones no he logrado adaptarme a esta banda, claramente todos piensan que tengo un problema, pero no lo es, estoy perfecta. Como todo ser humano tengo deudas, tres tarjetas de crédito saturadas hasta el caño por las compras masivas, técnicamente no son un problema demasiado grave, no lo suficiente para encontrarme en este salón.

A lo mejor estoy demasiado delgada y dirán que sufro de anorexia, pero si mal no recuerdo llegue hace días de un viaje en las vegas. Es de esperarse que no tenga dinero para sobrevivir hasta el siguiente pago. Las únicas libras que cargaba fueron para comprar café para la maquina Xpress y un paquete por 24 panes tajados. Dudo mucho que mi escualidez sea el problema y en definitiva no son mis cambios de humor, es sencillo si no hay comida no hay Katherine–Feliz.

Detrás de esta brillante idea está Adonis, mi jefe. Que tras contarle un poco de mi pasado decidió que necesitaba una rehabilitación. Ahora estaba obligada a asistir cada fin de semana después del trabajo para liberarme. Y es que es absurdo, porque es mimejor época, tengo dos títulos universitarios a los veinticuatro años, hablo tres idiomas, inglés, español e italiano. Habrá que decir que al volver a Londres estaré en el cargo de redactor en jefe de Lady’s, la revista de chicas más vendida en Europa.

En verdad estoy perfecta.

Ahora que lo pienso, mejor dicho, ahora que le prestó atención al hombre de unos cuarenta años hablando de ese tema, no ignoro el saber cuál es mi problema y por qué han pasado tres años y sigo asistiendo a estas charlas.

  • ––Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.

No es un predicador, tampoco un encanto de hombre, al parecer sus palabras siempre son entorno al amor y es allí donde encuentro todas mis enfermedades. Las cosas que he hecho no tienen en absoluto nada que ver con el Amor, porque eso no nace en mí. Nunca he conseguido entender lo que se siente, he visto a la gente, un ejemplo claro es mi padre obsesionado con el amor de Carlota.

Todo es un cuento de hadas camuflado con excelencia. Las llamadas a su única hija nunca son con positivas, sin excepción, esta vez al tomarla después de un año sin hablarnos Ángel es rápido y conciso –recoja sus pertenencias de mi casa ––. Colgó, sin saludos o despedidas.

Había quedado en medio de la nada. ¿Por qué regresar a la casa que nos destruyó como familia? ¿Para que ir, si por ellos estoy aquí sentada en esta silla plástica viendo como el mundo es mejor tras la ventana?

En general estaba con los pelos de punta, tendría que darle cara a los problemas como una persona adulta, ya no era la chiquilla a la que le dañaron la inocencia. Si bien fui capaz de pasar la desintoxicación, de dejar mi cuerpo libre de drogas era el momento de afrontar la otra verdad y así poder enorgullecerme.

El objetivo principal al iniciar un camino con nuevas expectativas era concluir con un amor. Sí, enamorarme por primera vez. Aun me paraliza el tener que convivir con alguien, de contarle de quien soy, y de hablarle seriamente de que hacía antes de conocerle. Aunque estoy sana, no soy capaz de abrirle paso a una persona, ni siquiera de entrar a la casa de mis padres, ¡Es más! no creo poder dar paso fuera de este salón después de que todos ya se han marchado. Aún sigue el psicólogo mirándome, tratando de inspeccionar el por qué no he sido la primera en atravesar la puerta.

  • –– Katherine ––renuncie a tomar la perilla.

Él hombre que tartamudea mi nombre se queda junto a la puerta de salida al jardín, su idea de dar un paseo no me viene para nada mal. Es la segunda vez que le distingo, pero puede ser conveniente caminar un rato a su lado, quizá, para disuadir los nervios por la visita que tendré que hacer en unos cuantos minutos a mi hogar..

Me separo de la puerta de salida y no escucho cada una de las palabras que el hombre empieza a pronunciar. Nada de lo que comenta me entra en la cabeza, es como ver la tele sin verla, le escuchaba pero no entendía nada. Un suspiro estallo en mí al suavizar la tela de la falda, estaba en aquel lugar flotando de agotamiento. Estaba completamente bien, pero aun así estaba vacía, faltaba más crema en mi pastel.

  • ––En el archivo enviado no indica que tengas un conflicto que amerite tu presencia aquí, y de hecho al mirarte te veo bastante bien ––permanezco firme al dar paso por paso ––Pero quiero saber la razón de ese por qué.

El no conocerle no influencia demasiado en lo que tengo por contar. La antigua mujer a cargo de mis problemas tampoco fue lo suficientemente buena para lograr ese vínculo, ella sabía que más allá de mi adicción a las drogas había una fuente que me consumía. Al cambiar de ciudad y de centro sanatorio estaba totalmente en desacuerdo en volver a retomar las terapias. De lo contrario mi jefe cancelaría nuestro contrato, era su requisito y yo estaba obligada.

—En el primer año dejaste los narcóticos. Dos años después y sigues aquí. ¿Está todo bien?

Realmente no tenía la respuesta para esa pregunta. Estaba totalmente agradecida por lo que hicieron, pero y aunque fuera requisito asistir a este centro para no perder el empleo le había encontrado lo bueno, me gustaba escuchar los problemas de los demás, unos más complejos que otros, unos más fáciles de solucionar que los míos, y aunque estuviésemos vinculados vagamente socializaba con ellos.

Sin embargo me inquieta su forma de mirarme, de algún modo me desmorona, al oír el pequeño silencio mediante su última pregunta la boca me cede para decirle que estoy tan atemorizada por volver Londres como la primera vez que entre a una sección de rehabilitación. Quiero contarle que tengo el estómago atado al saber que la antigua

  • ––Puedes contármelo, seré un fiel amigo ––la risa que salió de mi cuerpo retorno en cada sendero cercano.

¿Amigos? Mi jefe le paga por ayudarme.

¿Qué amigo recibe una bonificación? No los tengo, pero supongo que es inusual este comportamiento. Insiste en dialogar como allegados, pero es forzado, ni siquiera el que use ese atuendo de una persona profesional pero que mantiene sus costumbres usando un suéter tejido me hace sentir cómoda.

  • ––Para una ecuación hay una solución, lo entiendes.

Por supuesto, matemáticas ancladas en mi jodida vida.

  • ––Al llamar a la doctora pendiente de tu caso… Solo tengo una pregunta, medítalo. ¿Sí odias Londres que haces aquí?

Tanto como odiarla no era, simplemente quería dejar atrás en lo que me había convertido, enfocarme en ser una persona trabajadora, en tener dinero y poder darme el gusto de viajar a cualquier ciudad. Londres era el marcapasos detonante de alguien a quien había decidido enterrar al comenzar una nueva etapa en España.

  • ––¿Por qué estás aquí?
  • ––Usted dijo que saliéramos.
  • ––¿Qué necesitas en verdad?
  • ––Tengo que irme.

No pierdo el tiempo dándole explicaciones. No le conozco. Nadie me conoce.


Algunas personas que viven en esta ciudad encuentran lo ventajoso, las tiendas, los hospitales, los parques, todo aquello está a la mano, a unos cuantos minutos de sus casas o lugares de trabajo. Conforme camino por el pavimento de retorno a Ingram Avenueanhelo sentir el olor de aquella casa pero a la vez deseo marcharme sin siquiera pisar territorio privado.

En ella sigue el mismo columpio en madera dentro del corredor, en el que me quedaba dormida esperando a que mis padres llegarán de alguna una fiesta formal a la que no me invitaban, porque era niña.

Nuevamente estoy en el que nunca fue mi hogar. El árbol en el que me trepaba se encontraba exactamente igual, con aquellas marcas que le hice, y justo a sus pies en medio de la maleza se veía solo una mano de plástico de las muñecas que enterraba. Tenía dieciséis por mucho, no jugaría con ellas, ya no era esa niña que soñaba con ser una imitación de ese juguete.

Al introducir la llave en la cerradura no consigo como abrir la puerta, sin embargo mi mano naturaliza el movimiento y de un clic escucho el cantar de una voz reconocible, Frank Sinatra en Fly me to the Moon. El calor de la chimenea se esparce por toda la estancia. Vuelvo a tener seis años, cantando mientras muerdo el esponjoso malvavisco envuelto en chocolate. Parece un sueño, mi padre baila conmigo mientras me sujeta en brazos. Estoy tan envuelta de él que le unto por completo el rostro del dulce. Reímos como padre e hija.

  • ––¿Por qué no vienes a saludarme? ––interrumpe una voz lejana.

Pero no soy capaz de responder a un abogado con delantal dentro de la cocina con las manos en puestas en un tazón de harina. Sus ojos son tanto o más llamativos que el mar alumbrando en pleno amanecer. Trato de no perder la compostura con sonrisas, las únicas veces que mi padre cocinaba era después del sexo con mi madre, sin embargo estaba allí mirándome como si en verdad le gustará verme.

  • ––Amo esos pechos desnudos ––a mis espaldas sale la mujer que todos anhelan, moviendo su trasero ocultándose solamente con una bata en seda rosa.

Lo real de este recuerdo es el sonido sofisticado de Carlota al perderse en los labios de Ángel. El tazón, las implementos de acero se revientan contra el piso al mi madre ocupar la encimera con su completa desnudez. Sus pechos apuntan fieramente hacia arriba mientras el coito entre mis dos padres se efectúa. Los gemidos se instalan dando la señal para que entre en la escena. Bajo con tal cautela la escalera sin dejar de ver a mis padres fornicando. Les doy ingreso a los dos hombres de piel morena que suben a mi habitación.

  • ––Quiero que me folles como si fuera Kath ––gime mi madre ––soy ella, con su virginidad, con sus pechos en crecimiento, soy tu hija.

De un empujón la baja y discuten una vez más de su absurda idea. Ya han ido a terapia, pero no funciona. Es la razón por la que siempre pelean y Carlota se aprovecha. Mi madre anhela un trío familiar. La pelea conlleva a lo mismo, se gritan, mi padre toma sus llaves y se marcha.

  • ––Kath, ahora tú acabarás lo que dejo a medio terminar tu mediocre padre ––dice al encontrarme sentada en las escaleras.

Beso a mi madre en los labios sin dejar de tocar su cuerpo, está sudando, y hasta el olor que siempre la rodea se intercepta en mi nariz.

Quiero evitar mirar el interior de la casa pero el único cuadro que descansa sobre la pared de las escaleras retorna cuan hermosa era mi creadora. No había figura mejor hecha. Los tres estábamos pintados pero ella era la luz, los colores le favorecerían, portaba un vestido rojo corte sirena. Mi padre un traje azul de tres piezas, y yo, realmente no sé cómo describir la imagen sobre ese lienzo. No estoy feliz, tampoco contenta, a los diez no tenía el cuerpo que deseaba, era tan blanca que estaba a punto de ser caucásica a diferencia de mi madre que era de piel morena. Nunca obtenía lo que deseaba, ni siquiera usar un buen vestido. Aquel era de un hombro fascia fosforescente.

  • ––Está hecho a tu medida ––dijo sonriente mi padre al ponerme en las piernas una caja blanca con un moño adornado con una rosa ––¿Puedes usarlo por mí?

Le había respondido que sí, antes de ver el contenido. Al tomarlo en mis manos detestaba la tela, los cortes y las costuras. Odiaba en su totalidad como era. El obsequio por parte de la diseñadora prestigiosa traía una nota, que en resumen decía que se había inspirado en esa muñeca raquítica de moda para obsequiarme ese trapo sin forma. Parecia un pastelito con crema rosada a tono con unas sandalias que me forzaron a usar.

  • ––Puede llevárselo.

Al mirar a mi derecha mi padre entraba por la puerta trasera de la cocina. Sus pasos eran refinados, y aunque no estarán las luces encendidas él sabía perfectamente que estaba mirando aquella pintura.

Si me diera más tiempo para examinarlo diría más que un: está mucho más viejo que siete años atrás. Cuando está a unos cuantos metros, comprendo que la muerte de Carlota le masacro por completo. Llevaban más de ocho años divorciados, aun así le continúa amando, después once meses de haber fallecido. Mi padre es de esos, de los que ama y no deja de amar.

  • ––Ángel.
  • ––Los empleados se han encargado de guardar sus cosas en cajas ¿Tiene auto?

No pierdo de vista su espalda al seguirle el paso a la segunda planta y luego a la tercera, mis cosas ya no están en mi cuarto, permanecen en el desván con un letrero invisible de: tiempos insignificantes.

  • ––Haré una llamada, la recogerán en unos diez minutos– no impido que se marche.

Tiene buenas razones para no querer saber nada de nosotras, después de todo el daño bordado a sus recuerdos. A lo lejos escucho el clic de la puerta. Empiezo a buscar algo de mi interés pero nada, ni siquiera las fotos me tocan el alma para llevarlas conmigo. Al terminar la inspección, bajo de las escaleras con una caja tamaño mínimo para las dos cosas que llevo dentro.

  • ––La casa ahora será un supermercado ––dice al verme salir ––O no sé qué mierdas. No me importa ––se pone en pie tras dejar de moverse en el columpio de madera.
  • ––¿Por qué sigues aquí? ––el solo pronunciar de mi voz le hace bufar, creo que le di un escopetazo secante ––No me llevaré nada más que está caja, quémalo todo… si quieres. Y te lo digo, tampoco estoy muy a gusto con esta visita.

Salgo de su residencia casi corriendo.

  • ––Después de todo este tiempo y sigo sin conocer a esa hija que dice ser mía––movió en sus manos una agenda que sigue rondando sin nuevo dueño––déjame ver… Miguel, Arturo, John y Amanda, sexo anal, oral y técnicas de Fisting a Katherine. ¡Soy un estúpido! Vosotras siendo de prostitutas a mis clientes.

Respira antes de continuar leyendo la agenda de Carlota.

—Hace tres días llamaste, Katherine ––duda al pasar de hojas ––¿Qué está haciendo con su vida? Las disculpas dichas, en verdad confié de que fueran sinceras… Sin embargo sale en los periódicos con su jefe, claramente, que quiere más que a su propio padre, bajo un enunciado que reconfirman lo fácil y vagabunda que es.

Sé exactamente lo que soy, en lo que me había convertido y en lo que estaba a punto de volver a ser. Lo poco que recuerdo de las vegas es lo que muestran las publicaciones, pero no sospecho en lo absoluto que me haya acostado con Adonis. Él fue por mí a esa habitación en el hotel Palms, no durmió conmigo, yo viajaba sola de Italia a España. Al final termine en las vegas, sin razón aparente.

  • ––Tiene todo lo que una mujer de su calaña anhela, riquezas y un vejete que la mantenga ¿¡O no!? ––grito.
  • ––Quizá, pero te digo algo, por lo menos no estoy enamorada de un difunto que se follo a medio país.
  • ––Al menos tengo corazón.
  • ––Y una mierda, de que te sirvió enamorarte si no tienes a nadie quien te bese en la noche. ¡Entiéndelo! Ella dejó su huella. Yo dejaré la mía.

A una distancia prudente encuentro un contenedor de basura. Dejo en su interior la caja y finalizo esta cursilería que tengo desde que pise Londres. A la mierda los cambios, estaba de vuelta en casa, con mis ambiciones y mis lugares favoritos. Olvidaré las rehabilitaciones por que no las necesito. Iré a trabajar después de beber en aquel bar en el Soho y follaré hasta el amanecer.

Porque esta es mi vida y soy la nueva prostituta en Londres.

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