CAPITULO I

Comenzó a diluviar en cuanto la puerta del autobús se abrió.

Alicia subió a trompicones por las escaleras mientras buscaba en su mochila la tarjeta de transporte. Validó el ticket y, apremiada por la cola, se sentó rápidamente junto a un chico. Alicia cerró los ojos e intentó hacer memoria para cerciorarse de que antes de salir de casa lo había metido en la mochila . No conforme, se sosegó al mirar dentro de la mochila antes de cerrarla. La situó en el suelo entre sus piernas.

«Los conductores del autobús 63 son antipáticos y este conductor va un pelín rápido, no me gusta con la que está cayendo, aunque mejor así porque hoy es un día importante, pero ¿por qué irá tan rápido?, ¿le obligarán en su empresa?, ¿sufre? estoy segura que sí, aquí todos sufrimos».

El autobús emprendió la marcha y la conversación de los viajeros emergió en un murmullo creciente.

«Mira este chico que tengo sentado a mi lado, lleva un rato mirando por la ventana, ¿cómo puede estar tanto tiempo mirando por la ventana, así, en silencio?, algo le inquieta seguro, desde luego no tiene mucho gusto para vestir y tiene unas piernas larguísimas, el pobre casi no cabe en el asiento y dedos largos de pianista, sí, pero creo que se muerde las uñas, una lástima, mira todas estas personas, mira aquella señora con el moño, se ve que algo le preocupa, ¿estará en medio de un proceso de separación?, ¿habrá perdido su trabajo?, queda un rato para llegar, quiero verlo, a ver si puedo coger la mochila».

El ruido ascendente del motor proporcionaba la intimidad necesaria a las conversaciones de las siete de la mañana, hora en la que el espíritu está más vulnerable, flotando entre el sueño y la vigilia.

Efraín percibió por el rabillo del ojo los movimientos de su compañera de asiento. Miró lo suficiente como para advertir que trataba de abrir una mochila estampada con labores de libélulas, pero apartó la mirada rápidamente.

«Este podría dejarme un poco más de espacio para moverme, ¿no ve que estoy tratando de abrir la mochila?, no sé, moverse a un lado un poco o algo, tampoco es para todo el viaje, qué poco solidaria es la gente, de verdad, espera un poquito más, aparta la pierna, así, ya está, con cuidadito, espera que abra la cremallera, vale, ya lo tengo».

A Efraín le gustaba fijar su vista en un punto lejano y con los ojos seguirlo hasta que, por la velocidad del autobús, lo dejaba atrás. Además, ahora tenía que sortear con la vista las gotas que recorrían el cristal como serpientes de agua. Así, al menos, no pensaba en todo el tiempo que llevaba sin escribir ni una sola página.

El movimiento de cabeza de un lado a otro irritaba a Alicia sobremanera. En esto que se levantó para que Efraín se diese por aludido y parara de moverse.

«Se ha levantado, se va, genial, así me cambio al pasillo y no me mojo más, estoy bastante agobiado con la puta ventana, no me había fijado que no cierra bien, es que estoy empanado, joder, si se va lo mismo alguien más se sienta, o sea que será una libertad corta, ¡ah no! que se sienta otra vez, qué hacer, ¿será que está incómoda o que le pica algo?, ¿tendrá la regla?, ese papel que tiene en la mano, ¿qué es?, quiero verlo, no quiero que se dé cuenta de que lo estoy mirando, podría creer que me interesa, parece que lo hace a propósito, ¿querrá que lo vea?, ¿por qué va a querer que yo lo vea?».

El brío del viento provocaba que las gotas de agua fueran potentes proyectiles que se despeñaban sobre el autobús.

«Me ha parecido que está intentando ver mi dibujo, la verdad es que no me importa su opinión, pero si lo mira, bien, seguro que le parece que es una buena obra, ¿le gustará el arte?, ¿le gustará el arte puro?, independientemente de que le guste el arte o no, tendría que apreciarlo, ¿quién no apreciaría una obra que te permite no sufrir mientras sufres?, porque yo aglutino todos los sufrimientos en un dibujo, los enjaulo, los distancio de la realidad, los controlo, soy poderosa, eso lo tendría que sentir o, al menos, ver, por muy zopenco que sea».

Efraín miraba a intervalos cortos porque esperaba que la chica no se diera cuenta, pues le daba una vergüenza horrible. Su preocupación por no dar a entender interés en ella le llevó, sin quererlo, a que mejor sería que la chica interpretara que su inclinación estaba en el dibujo.

«¿Qué coño es eso?, a la siguiente mirada creo que podría llegar a sacarle un sentido y todo, el caso es que es raro de cojones, ¿qué será?, parece un dibujo infantil, pero no tanto, la verdad es que da como yuyu, ¿es un feto?, no, parece más bien una pelota como emborronada, no, sí que es un feto, pero parece hecho de lágrimas, ¿podría ser?, qué cosa más fea por Dios de dibujo, ¿lo habrá hecho ella?, ¿será igual de fea ella por dentro?, el caso es que por fuera no me he fijado, solo en la falda esta que me lleva como con amapolas y ella huele como a campo, sí, es un feto, definitivamente y en el rostro tiene líneas gruesas verdosas pálidas, me recuerda a la cara de Popeye y después hay una estela en espiral con forma de cola de lagarto, sí, ¡¡qué cosa más fea Dios santo!!».

Cogió una confianza que desembocó en unos intervalos cada vez más largos, aunque todavía los fuera combinando con vistazos cortos y simulando que miraba a la mujer del moño sentada al otro lado del pasillo.

«Le ha despertado la curiosidad, de eso no hay duda, pero ¿cuál serán sus intenciones reales?, ¿se estará riendo de mí?, ¿y si lo que quiere simple y llanamente es encontrar una excusa para acercarse?, ya se sabe que los hombres solo tienen un interés, ya te digo que a mí de entrada no me gusta, vamos no le he visto la cara, pero esos pantalones de pana no prometen: son la anti lujuria personificada, el caso es que no quiero que se dé cuenta de que sé que está mirando el dibujo, aunque me gustaría saber qué opina, sería la primera persona, aunque quién es éste para ser la primera persona en verlo, además, ¿estará cualificado?, ya ves, menudo destino el mío y el de mi obra: ser descubierta por un chico cualquiera en un autobús de la línea 63».

En esto que dejó de llover y el silencio sustituyó a las conversaciones de los viajeros. Las nubes eran un inamovible bloque de cemento gris grapado al cielo; el interior del autobús había oscurecido.

— Disculpe, oiga.

Alicia miró hacia Efraín, para inmediatamente redirigir sus ojos al dibujo. Acto seguido, se dio la vuelta al percibir que alguien sentado detrás de ella la estaba llamando.

— ¿Es a mí? — preguntó mirando hacia atrás.

— Sí, ¿a quién si no?, ¿sabe que me gusta ese dibujo?, ¿quién lo ha hecho?, no lo habrá hecho usted, ¿verdad?, — añadió, al tiempo que levantaba ligeramente el trasero del asiento.

Alicia se atusó la melena rubia y sus ojos intentaron fijarse en la cara del desconocido.

— Sí, lo he hecho yo — dijo en voz baja mientras miraba a través del hueco entre su asiento y el de Efraín —. ¿Por?

— Pues la verdad es que está muy conseguido, creo que tiene potencial, me temo que usted va a saber lo que es sufrir si no me escucha atentamente — agregó, mientras se pellizcaba el lóbulo de la oreja izquierda.

A Alicia se le cayó el dibujo de las manos y observó al hombre con más atención: era un señor muy bajito, aunque se intuía corpulento, ya que poseía una enorme papada. Era calvo y llevaba unas gafas casi tan grandes como el ancho de su cara. Su manera de hablar era la de un niño entusiasmado. Paradójicamente esto añadía aún más inquietud a sus palabras.

— Ese dibujo representa el sufrimiento y no creo equivocarme, los trazos de angustia, el gesto de desazón del, me atrevería a decir, ¿feto? — dijo, mientras movía los dedos en el aire como si tocara las teclas de un piano.

Alicia permanecía inmóvil sin atreverse a mirar al señor a los ojos.

— El feto representa la naturaleza humana, la fuente y el principio de todo en cada uno de nosotros — sentenció, cerrando la mano izquierda como si atrapara una mosca al vuelo.

Efraín miraba ajeno por la ventana cuando la voz del señor llegó a sus oídos: «suena a caverna repleta de enjambres de avispas» — pensó.

Sin querer, comenzó a prestar algo más de atención.

— ‘Un inocente dibujo plasmará el destino del ser humano; sólo entonces dicho sino podrá ser modificado’, está escrito, efectivamente, usted es una elegida, es un médium entre los que queremos un mundo mejor y esta miserable realidad, escuche, ¿no viene conmigo?, — preguntó, tocándose la sien con el dedo índice de la mano izquierda.

— Ahora voy a la Uni, tengo que entregar mi Proyecto Fin de Curso… — miró brevemente hacia el pasillo y le pareció que la mujer del moño estaba paralizada e iluminada por un foco.

— Escuche, es de vital importancia que vea algo cuanto antes — dijo, elevando el tono de la voz.

«Si yo fuera esa chica haría algo, no sé, pirarme o pedir socorro, ¿cómo sabe que no es un pervertido?, de hecho, con el tono de voz que tiene no me extrañaría que lo fuera, sería un buen personaje de cuento o de novela, igual con este tío gano el Planeta» — pensó Efraín.

Alicia vaciló un momento y tras carraspear preguntó:

— ¿Qué es eso de tan vital importancia? — su naturaleza curiosa sacó lo mejor de ella.

— Si no viene no se lo podré enseñar, de hecho, ello solo puede existir si usted está porque necesita su presencia, ¡se necesitan ambos cada vez más!, ¡deben existir!, ¡ambos!, ¡juntos! — por unos instantes sus orificios nasales se hincharon y se le puso la cara roja.

— Como comprenderá no voy a irme con alguien que no conozco de nada…

«Vaya, parece que la chica tiene dos dedos de frente después de todo» — pensó Efraín.

— Mire, no tenemos tiempo que perder, cuanto más tarde en ver lo que le debo enseñar peor irá todo, el futuro de la humanidad depende de usted, le ruego confíe en mí, el desastre es inminente — añadió, intentando agarrar el brazo de Alicia, a lo que ella respondió apartándose con brusquedad.

— ¿Es que no ha oído lo que la chica le ha dicho? — dijo Efraín, poniéndose de pie y dirigiéndose hacia donde venía la voz.

Las gafas de pasta y la extrema delgadez de Efraín no ayudaron a que Alicia se sintiera protegida. Además, en ese preciso instante, el autobús pasó por un bache que obligó a Efraín a sujetarse con fuerza al asiento descolorido para no caerse.

«¿Será más fuerte de lo que parece»? — se preguntó Alicia.

Efraín la miró y dijo:

— Pero… Pero, ¡¡si no hay nadie ahí sentado!!

— ¿Cómo?

— Que no hay nadie. ¿Con quién hablas?

— Con ese señor — añadió Alicia señalando al asiento.

En ese momento el señor comenzó a mover la cabeza y dijo:

— El día de hoy será para recordar, usted también es un elegido, deben venir ambos.

Efraín miró hacia el fondo del oscuro pasillo y le pareció ver una oveja que lo cruzaba. Hacía tiempo que el autobús no se había detenido en ninguna parada.

— ¿Por qué no puedo verle y ella a usted sí? — preguntó Efraín.

— Ella puede verme y escucharme, usted solo escucharme porque ella es un espíritu evolucionado.

— ¿Evolucionado?

— Evolucionado con respecto a ‘la conexión’.

— ¿La conexión?, ¿qué conexión? — preguntó Efraín, mientras miraba alrededor esperando encontrar una cámara oculta.

— La chica tiene receptores auditivos y visuales, usted solo auditivos, que no es poco considerando la media, mire usted a su alrededor, nadie se está dando cuenta de lo que está pasando en estos momentos y el futuro de la humanidad se está decidiendo, por ello les suplico a los dos, acompáñenme, debo mostrarles algo de vital importancia, la vida humana está en sus manos.

Efraín pensó que se conformaría con que el premio Nobel estuviera en sus manos.

— Mire, yo estoy con ella, yo no le conozco a usted de nada, ¿por qué habría de acompañarle?, además, con lo que nos ha contado, con este panorama, ¿usted cómo cree que me siento?

— Entiendo que esto puede no ser normal, pero mire a su alrededor, ¿acaso es normal lo que ve?, ¿a dónde van todas estas personas?, ¿de dónde vienen?, ¿por qué hacen lo que hacen?, ¿le parece normal? — y a cada pregunta elevaba el tono un poco más.

— Mire — dijo Efraín, yo casi que me bajo, me he acordado de que tengo unas cosas que hacer en el Café de Ruiz…

— ¿De qué tiene miedo?, porque usted tiene miedo, ¿verdad? — dijo con reprobación.

«Bueno, yo lo tengo, no creo que sea raro tenerlo, considerando la situación no entiendo por qué no he salido corriendo todavía» — pensó Alicia.

— ¡Porque en el fondo sabe que deben venir conmigo! — dijo el desconocido.

— ¡Si no he dicho nada… solo lo he pensado! — exclamó Alicia con voz agitada.

— Si tienen miedo es que hay algo a lo que deben enfrentarse, no huyan, sobre todo ustedes, por favor, no huyan, les necesitamos, ¡¡está escrito!! — una gota de sudor se deslizó por su frente.

— Yo no voy a ninguna parte con usted — zanjó Efraín, ya convencido de que el señor era un perturbado.

— Yo tampoco — le secundó Alicia.

— Veo que es imposible sacarles de su idea fija, esta bien, que así sea, pero tengan en cuenta que se lo he advertido, no se trata solo de ustedes, también de la Odonata, la Odonata…de su supervivencia…

El señor arqueó las cejas. Levantó las manos y, al tiempo que echaba aire por la boca, comenzó a menguar.

Pasaron unos segundos en los que Alicia y Efraín se quedaron inmóviles esperando que detrás del asiento pasara algo. Comenzaba a oírse de nuevo el ruido ascendente del motor del autobús entremezclado con las conversaciones de los viajeros. La lluvia sobre el techo del autobús golpeaba todavía con más fuerza que antes.

— Ya no está — dijo al fin Alicia.

— ¿Ya no está?, ¿se ha ido? — preguntó Efraín tembloroso.

— Sí, ya no está — y se aseguró mirando detrás y debajo del asiento.

— ¿Qué ha pasado aquí? — dijo Efraín.

— No lo sé, pero es posiblemente la cosa más increíble que me ha pasado jamás en la vida.

— ¡Madre mía!, ¿qué era ese freaky?

— ¿Estaremos en peligro? — preguntó Alicia.

— Espero que no, decía que esa cosa que nos quería enseñar solo existe si nosotros estamos bien — al decir ‘nosotros’ Efraín pensó en que algo había pasado entre él y esa desconocida, aunque no sabía cómo definirlo.

— O sea, que si nos pasara algo malo esa cosa desaparecería, ¿decía eso?

— Sí, pero no tiene por qué pasarnos nada malo, por lo que esa cosa estará bien, es sencillo, — y miró por primera vez a los ojos saltones de Alicia, en los que se asomaba todavía el miedo.

— Ya, pero si a esa cosa le pasara algo, ¿estaríamos en peligro nosotros?, ¡¡un momento!!, ¿¿dónde está mi dibujo??

RESUMEN O SINOPSIS:

Dos jóvenes desconocidos coinciden en un autobús, unidos por el extraño dibujo de uno de ellos. Un hombre misterioso les encarga la misión de salvar el mundo y les insta a acompañarle. Al negarse, la existencia de los dos jóvenes se complicará considerablemente. Para recuperar el sentido en sus vidas, necesitarán enfrentarse a numerosas aventuras y penetrar en el mundo de este enigmático personaje. Se hará igualmente fundamental salir de él para poder sobrevivir.

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