SINOPSIS
El hermano Agustín hace mofa de una vida miserable, que pudiendo ser exitosa se ha concretado a una réplica exacta de vidas fantasiosas, de planes, proyectos de todo tipo, y de sueños remendados que no pueden ser concretados, por el temor que tenemos de quedarnos a solas con nosotros mismos.
Es la forma mas sencilla de contar una historia verdadera, donde un integrante de una numerosa familia, poseedor de dones maravillosos, no puede concretar exitosamente sus planes, debido a las deficiencias mentales sembradas desde el nacimiento en un rincón de su mente; la absurda creencia de haber nacido sin dones lo ha tenido maniatado.
Un relato que retrata la fatalidad de una mente inconsciente sin vigilancia y donde a su vez el autor levanta la voz, ante tantos paradigmas absurdos que suelen regir nuestras vidas. Es una invaluable oportunidad para perdonarnos, y para ser misericordiosos con todos, una vez que comprendemos que la felicidad y todo aquello que nos limita para conquistarla, a veces obedece solamente a la escucha inconsciente de la voz de un extraño, que nos ha dicho sigiloso, que no somos capaces de alcanzar nuestros sueños. Una voz abominable que nos grita cada paso que damos, que no somos ni medianamente capaces de enderezar nuestra historia.
Esta novela retrata en muchos sentidos la vida del autor, pues también él, en algún momento de su vida, intento convencerse que había llegado tarde a la repartición de talentos; revelándonos entre temas medulares como es que se forma el carácter de un hombre, ofreciéndonos claridad para descubrir que lo que somos ahora, obedece por mucho a lo que oímos y sentimos desde nuestro nacimiento.
El autor prefiere sin embargo retratar la vida de otros, para no hablar de sus dolores.
El hermano Agustín
Capítulo 1
Sentada apretadamente, en el último trozo que quedaba vació en aquella banca apolillada, al interior del hospital de nostalgias donde todo es posible, y donde la nada se desliza suavemente con cada sorbo de ese bálsamo melancólico; que sin embargo suele consolar corazones, hacer coincidir amores extraviados y despedir amigos y enemigos de igual forma; el negro profundo de mi café de esta mañana me ha permitido arrebatarle a la vida un poco de sabor y dulzura.
Sabor y dulzura, elementos indispensables que se van cada día, cada tarde o cada hora en el último sorbo, tal como me sucede ahora, que tengo que dejar abandonada a mi amante, siempre vaporosa y dispuesta a escucharme. Es tiempo de abandonarte, ultrajada y desnuda, es tiempo de dejarte en manos de otros, querida taza vacía. Apenas te dejo sola y la vida se cobra semejante cobardía de mi parte, mi vida vuelve a ser como antes, rápidamente vuelvo al trajín cotidiano y se me olvida pronto la paz que hace instantes humeaba entre mis manos. Mañana volveremos a vernos, y tal vez tu habrás dejado en manos de otro, el amor que este día a mí humilde persona le proferiste. Tendrás toda la razón para hacerlo, en nada puedo culparte.
Al abandonar a mí amante en aquel cuartel de nostalgias y sueños; en el café elegante para los de sombrero viejo, que lleva por nombre La viuda, he recordado una fecha memorable, un pueblito apacible y un “descuido” de Dios que me ha mostrado la infelicidad del hombre por cosas absolutamente absurdas, guardadas celosamente en el cuarto de triques y escombro, en el cuarto que guarda la esencia de nuestros poderes y también de nuestras debilidades, ahí dónde reside gustosa y soberbia la mente inconsciente; y mira que yo no creía en tales cosas, yo no creía que la mente inconsciente, pudiera algún día levantarse en armas en contra de algún mortal, mucho menos en mí contra…
Era un pueblito apacible, impregnado de la mirada entrañable de Dios, donde un dieciséis de Septiembre de 1968 nació en medio de grandes dificultades un niño con una «deformidad» increíble, era de los pocos hombrecillos que nacen en el día vano, en el que Dios se encuentra distraído y olvida dotarlos de encanto, un talento indispensable para salir avante en medio de la guerra personal y permanente, que muchos osamos en llamar vida. El niño había nacido desangelado, carente de simpatía, le faltaba la chispa que atrae poderosas masas, al menos eso dijeron los que se hallaban reunidos, para asistir el parto número siete, de una pobre señora, que no sabía desde entonces que el cuerpo es algo perecedero, y que debe imponer la necesidad de permitirle el merecido descanso, por lo menos la cuarentena. La señora no sabía que su cuerpo era su máxima pertenencia, y que nadie podía tocarlo, si acaso ella no se los permitía. En aquella época sin embargo era en verdad complicado, quitarse de encima al marido, la Iglesia lo condenaba, pero la Iglesia jamás ha aportado casa y sustento, para mantener a tantos hijos, que en aquellas épocas complicadas nacían como en criadero.
Agustín, sería el nombre que llevaría de por vida aquel niño «deforme», que me parecía desde entonces, cuando escuché aquellos alegatos sin fundamento, una rareza humana, y sin embargo no cabía del todo en mi intelecto, tan absurda descripción. Era como si alguien me pudiera convencer de que un árbol de manzanas pudiera darme un olivo, o de que un hijo del Todopoderoso, pudiera nacer sin talentos, desangelado o sin la chispa de la vida. Era como si aquella pobre criatura pudiera ser catalogada como las plantas y los helechos, que son clasificados por sus propiedades particulares. En fin, era tanto como decir que una nueva especie humana había aparecido en el mundo para mostrar el fracaso a los hombres; que barbaridades he escrito, forzada por aquellos hechos absurdos, de los cuales he sido testigo.
El niño nació a las tres de la mañana, entre temblores de la madre y la mirada perpleja del padre que sin piedad ni criterio juraba que aquel niño tan raro, de ninguna forma podía ser un candidato digno para portar su apellido. Toda aquella cuestión absurda me ha hecho preguntarme, qué talento podría echar andar durante toda su vida aquella pobre criatura, si desde edades tempranas te marcan con tal estigma.
Pero hablando de esencias perdidas, ¿cómo desconocer a aquel pobre niño? si llevaba talladas cuidadosamente las facciones del padre, su rostro daba muestra exacta de que aquel padre malhumorado quien sabe por que razones, había hecho lo propio para inmortalizar su apellido. Era poco agraciado el hombre, pero con una autoestima tan alta, que ni el caballero andante podía tocar sus talones, era de esos hombres que lograban toda cosa propuesta gracias a su simpatía, entre muchas otras virtudes.
El niño era más bien morenito, y el padre un poco mas renegrido, tal vez sería cuestión de los años que el sol le precedía en relación con su hijo. Y aún bajo tales cuestiones, absolutamente comprobables, el padre alegaba angustiado que aquella pobre criatura no podía ser su hijo.
Comprendo en cierta manera semejante negación, pues quien pudiera sentirse orgulloso de un hijo que por el resto de su vida, será visto con tanto morbo, como son vistos aquellos que les falta una pierna, o alguna otra extremidad de su cuerpo. Esa anomalía desastrosa, de haber nacido desangelado, seguro traería consecuencias.
Toda esta cuestión absurda, también me carga de risa, pues nadie viene a este mundo sino es empujado por un montón de talentos, encantos y simpatía. Ese es el secreto de nuestras vidas. Sin embargo, me cuesta trabajo entender por qué la gente se afana, en sacar sufrimiento debajo de las pobres piedras; ellas no lastiman a nadie, viven concretas en adornar las praderas, pero la gente insensata vive empecinada en molestarse con ellas, en molestarse por todo, en buscar sufrimiento hasta en el polvo de estrellas.
El “defecto” de aquel pobre niño no era visible, ni comprobable aún por la ciencia, la gente solo decía que el bebé era desangelado, que le faltaba la chispa, y yo me he fijado que cada quien interpreta la misma obra, según el corazón y la bondad con la que la mira.Yo no encuentro sufrimiento real en esta absurda comedia.
En medio de tantos sinsabores, el padre se encontraba enardecido, en ansias de que la madre saliera pronto de aquel cuarto luminoso, donde dan a luz a todos los que sin haberlo pedido, llegamos un día muy agobiados y apresurados a este mundo perfecto.
Agustín lloraba desconsolado y nadie venia a atenderlo; ese hecho lamentable me ha obligado a considerar que el sufrimiento lo determina todo en esta fantástica vida; o será una simple coincidencia el que todos nacemos llorando, y al despedirnos, hacemos que lloren las piedras. Tal vez si algún recién nacido se concretara a sonreír desde el nacimiento, se diría de él que tiene un mal contagioso o algún síndrome raro de esos que la ciencia inventa para vender medicinas. Por esta razón imperfecta, es mejor que nadie se salga jamás de lo establecido y llore descontroladamente desde el día de su nacimiento, de lo contrario comenzará la vida con una mano tallada en las sentaderas, que a veces parece tatuada por el resto de nuestras vidas. No es de extrañarnos entonces el que cada acontecimiento desagradable y cada sueño no cumplido nos haga sentir como si “la palmada” de aquel hombre ilustre, vestido de bata blanca fuera el único impulso de nuestras vidas, para alcanzar nuestros sueños.
-El Sufrimiento, es según la santa escritura el pan nuestro de cada día; hay que llorar por todo, para lograr ser bendecidos.Según reza aquella bienaventuranza: felices los que lloran porque recibirán consuelo, felices los de reputación dudosa a causa de las injurias, felices los que sean víctima de toda clase de males…felices los perseguidos, porque pronto serán alcanzados, y les será propinada una golpiza tan fuerte que no les quedarán narices. Jajajaja no es verdad en absoluto; el sermón del monte reza que todos los que ahora sufren serán exaltados, y que debemos soportar todo para alcanzar la vida eterna. Siempre me he rehusado a creer sin embargo, en un Dios que es puro amor, y que siendo su amor tan profundo e inmejorable se haya deschavetado de tal forma al dictar semejantes sentencias-
A tan corta edad, el pobre Agustín no había sido ajeno a semejantes dolores. Pues si el padre “reniega” de su propia obra, que puede esperarle a un niño sin la absoluta aprobación de su padre, sin la amistad de algunos mortales, sin los dones que le permitan tener una vida plena, y sin una misión en la vida. Tal vez a eso se refiere realmente el tan parodiado valle de lágrimas, en el que vamos nadando todos, pobrecillo Agustín siendo tan pequeñito, solo había tenido hasta ahora, la desaprobación como compañera.
¿Para qué nacerán esos seres?
Capítulo 2
El día veintiuno de aquel mes memorable dieron la alta a la pobre señora, aunque estaba sudando horrores, que por la fiebre del octavo día; enfermedades tan raras que se inventan algunos doctores para tomar posesión plena del alma abatida.
Agustín se quedó en el hospital esperando que alguien pudiera cogerlo entre sus brazos para explicarle lo sucedido. Resulta sin embargo, una tarea escabrosa, esa cuestión de nacer «de la nada» y bajar súbitamente desde el cielo que nos tienen prometido; donde comer cacahuates enteros y hacer toda clase de travesuras es la única ley de vida en aquel mundo fascinante. No resulta pues, una tarea nada fácil para los recién nacidos, comprender todas estas cuestiones, y menos si pasan los días y muchas veces los años y poco entendemos sobre el sentido de nuestras vidas.
-Yo no entiendo todavía porqué nadie les explica a esos pobres infantes, que no se trata de un aberrante castigo proferido por un Dios que es la justicia absoluta, el haber bajado del cielo sin una buena permuta. ¿Por qué nadie nos explica que el abandonar súbitamente aquel mundo fascinante, y nuestra aparición en este mundo obedece solamente a la unión «amorosa» de dos seres, que un día se juraron eterno cariño?,¿ por qué nadie nos explica que somos producto de una relación religiosa?. Una carcajada incontenible resuena arrogante en mi cabeza, como si no supiera yo que más del noventa porciento de los recién nacidos, huelen todavía a noches de borrachera, ansias desenfrenadas o a notable requisito, y es que en estos tiempos para muchas parejas es requisito de mayor plusvalía el tener por lo menos un hijo, de lo contrario se dice que la mujer es menos, si acaso no fue fecunda. Jajajaja, que buenos chistes me he contado este día; pobrecillas mujeres que terminan creyendo esa locura, y pasan la vida odiando a sus propios hijos-
Un par de días habían pasado, y el pobre Agustín seguía esperando, que alguien lo tomara entre sus brazos y lo llevara donde su madre y su padre, buscando sentirse un poco más protegido.
Capítulo 3
Aquella mañana hacía mucho frio en los cuneros donde el pequeño Agustín aguardaba, entre lámparas parpadeantes y paredes descoloridas. Era la mañana del tercer día, y nadie todavía había venido a visitarlo, su mente que ya era creativa, seguramente lo hacía sentir como un objeto olvidado, pues estoy convencida de que nuestra mente funciona muchas horas del día y muchos días del año en nuestra contra, cuando no tenemos compañía. Quien sabe en realidad que sentiría aquella pobre criatura, sin que nadie viniera a visitarlo y sin que nadie se tomara la molestia de ofrecerle una buena explicación respecto de aquel “olvido”.
Aquel desafortunado olvido se debía a que la madre se mantenía ocupada en convencer a la muerte, de que no era su momento de acompañarla al gran banquete ofrecido en su honor y preparado aquel día; a su lado se encontraban todos sus familiares intentando reforzar aquel pedimento.
La madre ardía en calentura, desahuciada por la ciencia, locos con bata arrogante habían prescrito su muerte, sin saber que en esos menesteres, nadie ajeno a Dios, puede dictar sentencia.
Una grave infección la tenía maniatada, pero aún con la muerte a cuestas, la madre intentaba reanimar a su hijo desde distancias memorables.Creyendo tal pretensión, donde el amor no sabe de barreras y donde la bendición de una madre es capaz incluso de robar un suspiro a Dios; la madre ofrecía un centenar de oraciones, sacrificios y toda clase de promesas con tal de ver a su hijo librar la batalla contra un prematuro nacimiento y todo lo que conlleva.
Mientras tanto, el Padre no daba razón de su existencia, más de una semana había pasado y nada se sabía de su paradero. Seguro se encontraría mitigando sus penas, nadando en alcohol y alimentando sus falsos placeres, en alguna de aquellas casuchas, que hacían las veces de panacea, para los que pretenden sanar el corazón y la mente, sin imprimirle mucho esfuerzo.
Los otros cuatro hijos lloraban desconsolados, el hambre y el frio arreciaban de verás en aquellas tardes de verano.
El primer sábado de Octubre había llegado, haciendo caer de rodillas a la mayor de los hijos, que previendo la lenta muerte de su desahuciada madre, por horas se mantuvo suplicante.- A veces no entiendo por qué miramos al cielo afanosamente, cuando queremos hablar con alguien a quien nuestros ojos jamás han visto. Cómo saber si ese Ser superior vive realmente en las alturas, o a ras de suelo como nosotros; cómo saber si ese Ser ha de emplear sus impresionantes poderes en cuanto una petición nuestra llegue ante sus oídos, o si ha de esperar otro poco, para que ofrezcamos innumerables cosas sensacionalistas: sacrificios, ofrendas, mandas y ayunos de todo tipo; que a veces suenan absurdas.
¿De qué dependerá en realidad, la intervención divina en toda necesidad humana?-
Aquel mismo día por la tarde, Dios parecía ofrecer respuestas, y la madre un tanto mejorada, se puso de pie como pudo, para preparar una sopa de tortilla amarilla, que era lo único que podía ofrecerles como alimento. Juana, la mayor de los hijos de aquel matrimonio, conmovida hasta las lágrimas, salió apresurada de aquella casa vieja, que no ofrecía un techo seguro, ni un resguardo para el feroz viento de aquellas noches de luna hermosa. Pronto llegó a la capilla del calvario. El único recinto sagrado de aquel pueblo donde se podía hablar con el Todopoderoso.
Ya de rodillas adoloridas por pagar rápidamente su multa. Se sentó en la única silla que quedaba vacía, eran las diez y treinta, la misa estaba por comenzar. No era pretensión suya quedarse a los santos oficios, pero la alegría del sacerdote celebrante la hizo perder la noción del tiempo.
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