La casa estaba más ajetreada de lo habitual ese día, se notaba en el ambiente. Elektra sabía que habían cogido a alguien pero no le había visto, estaba encerrado en una de las habitaciones, era alguien importante… lo sabía porque que había llegado gente nueva a la casa que no había visto nunca durante los meses que había pasado ella allí. Lo más extraño de todo aquello era que todas las personas nuevas que habían llegado a la casa eran hombres, excepto una, que curiosamente era la persona que los lideraba… Aquello no era normal, esa mujer venia sola sin ningún marido ni padre que la acompañara. Tenía algo especial, era como si un aura la rodease y todos la respetaban, incluso parecía que la temieran. En ese momento se encontraba en la misma habitación que la persona secuestrada, Elektra supuso que había venido en su busca.

Por supuesto, ella no pensaba perderse de que iba la reunión así que se dispuso a cotillear absolutamente todo lo que pudiera, al fin y al cabo tampoco la trataban tan bien, la dejaban dormir y comer allí a cambio de ser la chacha de la casa. Lo bueno que tenía ser una cría de 9 años que se encargaba de limpiar, cocinar y cosas por el estilo era que todo el mundo pasaba de ella como de la mierda… así que se escabulló y puso la oreja todo lo disimuladamente que pudo sin ser vista.

―No ha salido como esperaba… este no nos sirve…― Dijo la mujer decepcionada.

―Estamos seguros de que era este el que andaba buscando, es él sin lugar a dudas.

―Claro que es este, pero no nos sirve de nada. Hay algo que retiene su poder y no podemos usarlo. Esto es un desastre… Él se enfadará.

―Tiene que haber una manera de solucionar eso, pero desde luego no es asunto mío nosotros ya hemos hecho bastante, tienes que llevártelo de aquí cuanto antes, pronto lo estará buscando toda la maldita ciudad. Llévatelo de aquí o deshazte de él.

―Tranquilo Peleo… ya sabes que puedo sacaros de aquí a todos fácilmente sin dejar rastro.

―No es una idea que me entusiasme…

¿Pero qué era eso? Esa historia se estaba poniendo demasiado interesante, si le buscaba toda la ciudad estaba claro que era noble, nadie movilizaba a la ciudad entera de no ser por algo así. La curiosidad y su poco que perder en la vida pudieron con su disimulo, y se dispuso a averiguar de quien se trataba. Le gustaba pasearse por las zonas de los ricos y sabía perfectamente cuales eran la mayoría de ellos, o al menos los más importantes, había que saber a quienes robar y a quienes no… por eso le gustaba tanto aquel barrio. En fin, estaba terminantemente prohibido entrar ahí desde que había llegado la “mercancía” y mucho más desde que había llegado la mujer esa… pero como los adultos a menudo pensaban que los niños eran estúpidos ella ni corta ni corta ni perezosa se fue a por un par de copas y una jarrita de vino para disimular. Abrió la puerta y se metió dentro.

―Señor, les traigo algo de vino para que no se les seque la garganta.― Dijo poniendo su mejor cara de inocente y buena persona. Había tenido suerte de que los dioses le hubieran dado esa cara blanca, de ojos azules y grandes y el pelo rubio (de ahí que su madre la llamase Elektra al nacer), podía contar con esa cara de cordero degollado siempre que quisiera, y estaba muy agradecida.

―¿Qué haces tú aquí? ¿No te he dicho antes que no entraras? ¡Niña estúpida!

―Déjala, necesito una copa…―La mujer le hizo a Elektra un gesto con la mano para que le sirviera.

Elektra aprovechó ese momento para mirar la “mercancía”, aquello no se lo esperaba era un niño de su edad amordazado, con los ojos vendados y atado de pies y manos, nunca había visto a nadie tan cagado de miedo… solo tal vez a ella misma. Había cometido el error de quedársele mirando un segundo estupefacta y Peleo que era el mandamás de la casa ya la estaba mirando con cara de interrogación y enfurecimiento. Así que ella le dedicó su mejor sonrisa y pensó en una frase ocurrente e inocente, para destensar.

―Supongo que la habrá liado buena…

Peleo que no se esperaba aquella frase intentó contener la risa y le dijo que se largara de allí y que si volvía a entrar le iba a dar una buena paliza. Dejó las copas y la jarra de vino dentro tras servir y se largó, como no era la primera vez que lo hacía, Elektra se lo creyó completamente, ya le había enfadado bastante.

Ya sabía quién era el niño. Le había visto más de una vez y le reconoció a pesar de llevar la cara tan tapada. Efectivamente era noble, era el niño más noble en todo el reino, literalmente. Porque era el hijo del rey. ¡¿Pero a quién se le ocurre?! ¡A los hijos de los reyes no se les raptaba ni por nada del mundo! Esta vez a Peleo se le había ido de las manos la situación. Normal que estuviese todo el mundo nervioso en la casa, ella ya se habría largado corriendo de allí, era cuestión de tiempo que los soldados del rey se pusieran a registrarlo todo por TODAS partes y no se fiaba para nada de que esa mujer pudiera sacarles de allí sin dejar rastro tan rápido… ¡Menuda creída! Un momento… pues claro que tenía que largarse de allí, no quería que la pillasen a ella en medio de todo aquello. Por un instante pensó en el niño… estaba tan asustado… vale que fuese el típico niño rico y sin problemas pero desde luego no era alguien desagradable con los demás o al menos no que ella supiera, y encima estaba aterrorizado. Aquello no estaba nada bien. Era una pena que no pudiese hacer nada contra Peleo y los demás, ella era solo una niña y aunque supiese defenderse… en fin, estaba claro que no era rival. De todas formas ella solo había contemplado seguir viviendo en esa casa porque le ofrecían techo y comida, era mejor que vivir en la calle. Cogió el manto de lana con el que había llegado a la casa, la daga de su madre y se largó por la ventana. Todos estaban preocupados en vigilar la puerta y beber vino. Supuso que sería porque los soldados del rey que sin duda iban a llegar en algún momento no entrarían por la ventana.

Era ya casi de noche, y se dispuso a alejarse de allí cuanto antes, daba igual a donde. Iba caminando sin pensar a donde dirigirse, los que quedaban por la calle ya sabían quién era y no se molestaban en preocuparse de porqué una niña tan pequeña iba sola por la calle. No le quedaba ningún sitio al que volver, fijo que esta vez no se libraba del burdel. Se paró en seco. A ese sitio sí que no quería irse… no tenía nada que hacer… menuda idiota no se había molestado ni en llevarse unas monedas con las prisas… ¡Ni comida! Definitivamente estaba perdida, los nervios habían podido con ella.

“A ver, piensa” se dijo para sus adentros “y sigue caminando que no te has ido tan lejos” empezó a caminar mientras le daba vueltas, no tenía nada, ni donde dormir, ni comida, ni agua, ni dinero, solo tenía un maldito cotilleo, el cotilleo más grande todo el maldito reino eso si… y para de contar. De repente se dio cuenta de que eso era lo que iba a salvarle la vida, el cotilleo. Podía contarles a los guardias lo que sabía y así encima podría salvar al chico. ¡Era un plan genial! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Era lo primero que tenía que haber hecho, no era tan inteligente como ella creía, cuanto más se acercaba hacia el palacio más buena le resultaba la idea, no solo salvaría al chico sino que además…¡El rey la recompensaría fijo! Lo peor que le podía ofrecer era ser su sirvienta y en fin, estaba claro que mejor que ser la de Peleo ya sería. Iba ella atontada fantaseando cuando se encontró de bruces con unos soldados a caballo con esos cascos y armadurascon falda que tanto le gustaban a ella y que tanto le recordaban a los héroes a quienes todo el mundo veneraba, avanzaban con un tipo cerca de ellos que iba pregonando que había sido secuestrado Alexandros II hijo de su majestad Alexandros I. Se plantó frente a ellos y les gritó.

―¡Yo sé dónde está! ¡Lo he visto!―Dijo ella más contenta que nunca.

El tipo que iba pregonando se acercó a ella, le dijo que como volviese a decir eso lo único que iba a conseguir era que le diesen una buena paliza o algo peor y la apartó de un golpe. ¿Habíamos mencionado ya que los adultos a veces pensaban que los niños eran estúpidos? Pues ya era la segunda vez que alguien lo pensaba ese día y que le ofrecía una paliza como premio. Aquello era el colmo, que ella supiese donde estaba Alexandros y que nadie la creyese por ser una niña pobre y andrajosa que iba sola por la calle…

La primera persona que le vino a la mente fue León, el entrenador personal del heredero al trono, que a su vez era uno de los herederos al trono de Esparta, que su padre había enviado allí para estrechar lazos con el rey, que cada vez tenía más poder.Alexandros era uno de los hombres más poderosos de la Hélade en ese momento. Toda la ciudad sabía quién era León, y Elektra le tenía una profunda admiración, ella quería ser como él; grande, fuerte, guapo, poderoso, heroico… toda la ciudad quería ser como él, bueno al menos los hombres, y ella, Elektra. Supuso que había pensado en él simplemente por ser espartano igual que toda la familia de su madre y ella misma. Se dispuso a encontrarlo, si él no le creía tendría que intentar alguna estupidez para que alguien lo hiciera, y de momento, no tenía ningún plan para ello, comenzaría buscando en la taberna de “El tuerto” que era la que más le gustaba a León debido a su principal atracción; las peleas de gallos. Si no estaba allí a esas horas por suerte sabía dónde encontrarlo.

―Están las calles un poco ajetreadas, creo que pasa algo.

―Si hubiera pasado algo importante me lo habrían dicho antes de venir.

León no quería que su compañera se distrajese con nada que no fuese él mismo. Se tiró en la cama de ella de una forma muy poco sutil. Estaba encantado con esa mujer, tenía con ella el mejor sexo que había tenido en su vida, ninguna mujer u hombre le habían proporcionado jamás tanto placer en la cama como Ambrosia, cierto era que él era muy joven y no era ningún experto pero estaba claro que ella era digamos que una “sabia” dentro del campo, no en vano se ganaba la vida con los regalos y poder que le proporcionaban todos los amantes que tenía, elegía bien, ninguno era pobre, ni le faltaban influencias.

―No, en serio. Creo que pasa algo malo, deberías volver y preguntar lo que ocurre.

―No me fastidies mujer, llevo días esperando a que tengas una tarde libre…

―No eres el único amante que tengo ya lo sabes, asómate anda.―Dijo con cara de resignación.

León puso los ojos en blanco y finalmente se dignó a asomarse por la ventana, tenía razón algo no iba bien, había soldados por todas partes y los pocos hombres que aúnse veían en la calle estaban alborotados y todos parecían dirigirse hacia sus hogares, algo había pasado. Teniendo en cuenta que un ataque a la ciudad era muy poco probable (ya que habrían tenido noticias de ataques anteriores en otros puntos del reino) supuso que el jaleo venía del palacio. Se dispuso a marcharse cuanto antes, el rey era un tipo con poca paciencia, como todos los reyes que había conocido hasta ese momento. Justo cuando comenzaba a calzarse de nuevo las sandalias una esclava llamó a Ambrosia y esta salió del cuarto a hablar con ella. Ambrosia no tardó mucho en llamarlo.

―León, ha venido alguien a preguntar por ti.

Solo esperaba que no fuese el rey en persona, eso no auguraría nada bueno.

―Es una niña señor, la he dejado en la puerta porque no me fio de ella, pero parece preocupada de verdad, dice que los guardias no le hacen caso y que necesita su ayuda, se llama Elektra y asegura que es espartana como usted, no parece que venga de una familia con dinero.―Dijo la esclava.

―No conozco a ninguna niña que se llame así.― Se dispuso a irse de todas formas cuanto antes y de paso ver quién demonios era la niña esa, y hacerle un breve interrogatorio para averiguar cómo diantres sabía ella donde se encontraba él.

Abrió la puerta de la calle y se la encontró sentada en el rellano esperando con cara de impaciente. Nunca había visto a nadie con tanta prisa para hacerle una reverencia. Ya la había visto antes merodeando por las calles, era la típica niña pobre que iba siempre pidiendo limosna por ahí y que seguramente tendría que robar de vez en cuando para llevarse a la boca algo que comer. Le daba lástima porque tenía cara de buena.

―¿Eres espartana?

―Sí señor.

―¿Y se puede saber cómo sabe quién sea que te envíe dónde estoy?― La esclava y Ambrosia ya se habían pegado a la puerta para ver el desenlace.

―Nadie me envía señor, yo solo quería decirle dónde se encuentra Alexandros, yo sé dónde está, le he visto.

―Así que resulta que tú sabes donde se encuentra todo el mundo. ¿Quién eres? ¿Cómo sabías dónde estaba yo?

―Señor, han secuestrado al hijo del rey y yo sé quién lo tiene, sé que usted estaba aquí porque no estaba en las tabernas a las que suele ir y pasa mucho tiempo en casa de Ambrosia, usted es uno de los posibles herederos al trono de Esparta y todo el mundo le conoce y yo también, esta ciudad tampoco es tan grande como para no saber dónde se meten los demás.― La niña se puso de pie.― He venido a hablar con usted porque los guardias no me hacen caso por ser una niña pequeña y porque soy pobre… Pero yo sé dónde está, lo tienen encerrado en una habitación en la casa en la que yo vivía, y tienen pensado deshacerse de él cuanto antes y si no se da prisa igual no llegamos a tiempo.

Parecía preocupada de verdad, no tenía pinta de mentirosa aunque bien podía ser una buena mentira para llevarle hacia alguna trampa, si lo que decía la niña era cierto incluso él podía acabar en un problema, al fin y al cabo vivían en un mundo muy clasista y él a pesar de ser quién era no dejaba de ser un extranjero, tenía confianza con el rey pero se temía lo peor de sus consejeros. Por otra parte Alek era un buen muchacho y le tenía muchísimo cariño, no tenía hijos, pero sabía que si algún día los tenía quería que fuesen como él. Si había alguien que tenía alguna intención de hacerle algo malo, por su parte iba a pagarlo bien caro. Se agachó para estar a la altura de la niña.

―Espero que tengas claro que si estas obedeciendo las órdenes de alguien, la que seguramente se la cargue seas tú. No pareces una mala persona, espero que no te haya engañado ningún inútil para que vengas a contarme esto.― Ella ya le estaba intentando coger la mano para llevárselo, se apreciaba la inquietud en su mirada.

―No señor, mis órdenes eran quedarme callada en casa.

Sinopsis

Un día normal y corriente mientras Elektra trabaja en la casa en la que vive, tras un fallido plan que deja en el aire más preguntas que respuestas su destino se cruza con el de alguien a quien jamás volverá a dejar atrás. Crecerá a su lado y con el paso de los años ambos se convertirán en dos adultos hechos y derechos que tendrán que lidiar con un mundo clásico, antiguo, épico y conservador en el que todos los hombres luchan por ser memorados como el más grande de todos los tiempos. Elektra y Alexandros se ven sin quererlo envueltos en una gran conspiración de la que no podrán escapar. Una tragedia griega se cernirá sobre su familia en mitad de una tensa situación política y para luchar inevitablemente contra ella tendrán que enfrentarse a todo tipo de obstáculos y peligros. La sociedad les pondrá trabas, cruzarán portales ocultos que les adentrarán en mundos llenos de magia y criaturas fantásticas. Si pensáis que sus dioses son benevolentes y paternales estaréis muy equivocados. Ellos solos tendrán que averiguar quién es esa sombra que se les cierne, qué quiere y cómo combatirla. Así pues amigos, os ruego que hagáis libaciones a vuestros dioses más preciados, rezarles por el bienestar de Elektra y Alexandros, los de los pies ligeros. Pedirles que les infundan el valor que necesiten, pues hay criaturas que salen desde los habernos para cazarlos, los vivos acechan al igual que los muertos y nada se escribió sobre los cobardes.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS