Un día más abrí los ojos y me encontré en urgencias de un hospital.

Estaba confusa de como había llegado allí otra vez pero sabía que esa vez era la última. Como siempre quisieron ingresarme en un Psiquiátrico pero esta vez me negué rotundamente y pedí el alta voluntaria. En ese momento comenzó mi nueva vida. Era el 2 de febrero de 2015.

Era una mañana intensamente fría, quizá ese día fue el más gélido de ese año. Había nevado la noche anterior y la sala de urgencias estaba llena de gente. Yo estaba sola, fuera había venido una amiga con su novio, me trajeron las llaves de casa y no recuerdo que más. Por un desafortunado comentario mío respecto al novio de mi amiga este se enfadó conmigo y se marcharon dejándome sola, sin nadie que me llevara a casa. También vino mi hijo pero hubo un mal entendido. Le dijeron que yo no lo quería ver (lo que yo les dije a las enfermeras es que no quería que se enterara, pero no sabía que él había venido al hospital) sin verme al recibir ese mensaje se marcho.

No querían darme el alta. Hablaron con mi psiquiatra y llegamos a un acuerdo, yo iría a verle al día siguiente. Me quería marchar cuanto antes de ese sito pedía mi chaqueta y mis botas una y otra vez, las enfermeras las buscaban pero no aparecían. Yo se las exigía estaba segura de que había ingresado con aquellas prendas. Miraron mi ingreso; había ingresado sin botas, sin chaqueta y sin conciencia. La noche anterior me había traído una ambulancia.

Me dejaron unos patucos verdes de hospital y una bolsa de basura para protegerme de la lluvia y salí a la calle. Fuera estaba lloviendo todavía quedaban restos de hielo y nieve de la noche anterior, tenía una ansiedad enorme de fumar. Salí a la calle tapada con la bolsa de basura y los patucos verdes ya calados por el agua. Me fui andando no tenía dinero para el autobús, tampoco tenía dinero en casa para coger un taxi y pagarle cuando llegara. Así que empecé andar descalza por el frío asfalto, fumando desesperadamente un cigarro que me había dado un señor que estaba en la puerta de urgencias del hospital.

En ese instante empecé a pensar en qué momento había cambiado mi vida; eché una mirada a mi pasado y mi mente se quedó parada en una fecha: Abril del 2003, cuando tomé mi primera pastilla de Paroxetina; en ese momento estaba en la universidad. El día anterior me habían puesto una matricula de Honor en Contabilidad Analítica. Había sido para mí un largo camino llegar a estudiar en la Universidad . Yo, madre soltera a los 19 años, desde los 18 estaba fuera de casa de mis padres. El padre de mi hijo me maltrataba, me daba unas palizas de muerte, incluso estando embarazada. A los 21 años logré separarme de él. No fue fácil me amenazo de muerte. En ese momento él estaba en la cárcel y en el pasado ya había cometido un delito de homicidio. Con miedo pero con determinación lo dejé y empecé a estudiar. Me saqué el graduado escolar con 21 o 22 años y ahora, a los 38 estaba finalizando la universidad tras tres años de carrera; era un sueño, me habían puesto, a la mayor con diferencia de la clase, una matricula de honor. Eso fue como besar el cielo.

El profesor que me calificó, en su día me dijo que me veía rara, quizá muy alterada, o muy emocionada, no lo recuerdo . Me hablo de un medicamento llamado prozac (muy de moda en esa época). Me recomendó que fuera al médico cosa que hice al día siguiente. Me recetaron la Paroxetina (a día de hoy todavía no sé muy bien para qué sirve ese medicamento) y lo empecé a tomar. Ellos sabrían lo que me pasaba; yo me sentía bien pero ellos eran los profesionales, los maestros, los magister y yo no era ni maestro ni profesor de nada.

Ese mismo día después de ocho años sin beber ni a fumar, caí otra vez en esta dependencia. Tomé el medicamento por la mañana y sobre las ocho de la tarde, en el recreo de clase, fui a la cafetería de la universidad y me pedí una caña de cerveza. Luego sobre las once de la noche, cuando llegué a casa le pedí a mi hijo un cigarro.

Llegué a casa completamente helada, incomoda, no sabía que hacer ni que pensar. No sabía por donde comenzar este desaguisado que era mi vida en ese momento.

La reja de la puerta había sido forzada la noche anterior por la policía para rescatarme. Entré y cerré la puerta con todas las cerraduras que tenía; quería escapar alejarme de allí, alejarme del mundo, empezar de nuevo… Quería que mi vida tuviese algún sentido, mi existencia tenía que servir para algo. Ya que no se me permitía morir tendría que empezar a vivir a muerte y dejar una huella significativa en este mundo; pero en ese momento lo único que quería era dormir y calentarme, estaba helada.

No tenia calefacción no recuerdo si habían cortado el gas o si estaba el calentador roto otra vez. Me eché todas las mantas que encontré aun así no lograba entrar en calor; era muy angustiosa la situación.

SINOPSIS

Esta historia está basada en hechos reales. Es autobiográfica. Trata de una decisión tomada después de que me salvarán la vida tras un intento serio de suicidio. Al despertar esa mañana me dije: «tiene que haber algo más «. A partir de ahí empieza un tortuoso camino en una incesante búsqueda del sentido de la vida.







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