Parpadeo Series, capítulo 1

Parpadeo Series, capítulo 1

Departamento 0035

07/02/2018

“¡Ni todo el oro del mundo, estimada fermosura, podrían ofrecerme para que yo: Don Diego de Figueroas le traicionase!”

-Muy bien, puedes parar. Eres el número… 51…¿No?

-Sí. Miguel Gómez.

-Sí, sí. Ya le llamaremos. ¡Siguiente!

Mientras entraba el siguiente joven, mucho más musculoso, el moreno tomó una toalla de su bandolera y se secó el sudor. Todo estaba perdido. Para estas series de pacotilla para la televisión local no les importaba el talento, prefieren a un musculoso que le vaya bien el vestuario. Con quitarse la camiseta un par de veces cada cinco minutos ya tendría más de la mitad del pueblo comprado. La audiencia se vende barato. “Para esto has quedado, Miguel” saliendo sin prisa del teatro municipal, bajando de dos en dos los escalones a la par que otros pobres ilusos los subían para presentarse al casting.

-¿Has visto al que está ahora en el escenario?

-¿Al musculitos? Cómo para no verlo.

-Seguro que lo cogen, es el hijo de uno de la Guardia Civil, un buen amigo del alcalde. Ese ya está dentro.

-Figurate. ¿Y la chica? ¿Quién tendrá el papel de la Dama Soñada?

-Que tonta. ¿El alcalde que tiene? ¿Una niña, no? Pues ya está.

Y así es cómo se mueven los hilos en los pueblos pequeños. Cruzó la calle sin apenas mirar su posible atropello, yendo directo al bar de su tío. ManuelHerrera’sPub, aunque ahora no era más que una tasca de jubilados, pensionistas y policías, en su día fue uno de los locales de moda del pueblo, con música inglesa, noches locas, actuaciones en directo… Pero eso era cosa del pasado, y la espalda de Manuel Herrera lo sabía.

-¡Hombre, Miguelito! ¿Qué? ¿Te has presentado a eso de la serie de mojigatas y marujas de la televisión del pueblo?

-Sí, tío. Pero acaba de subir uno que ha pasado más tiempo en el gimnasio que en la biblioteca.

-¡Pues ya lo has perdido! ¡Jajaja!

-¡Hombre! ¡Julián! Se compasivo con mi sobrino, que es el único que tengo.

-¿Eh? ¿Acaso he dicho algo malo?

-Nada. Si tienes razón. El papel ya es de ese.

-Y, ¿qué vas a hacer, primo? -preguntó una joven de buen ver, delgada, guapa, de cabellos con un alisado perfecto, ojos claros, tez blanca y un vestido celeste que embelesaba a cualquiera, sobre todo a Miguel.

-Eh… Inma… Eh… Pues… No sé. Quiero ser actor, desde siempre, pero este pueblucho es muy pequeño para mi.

-Ya veo… Podrías volver mañana a otra audición.

-Pues como no sea a la bruja malvada. Ya me he presentado a todos los papeles masculinos. Y no pienso optar a un personaje que aparezca sólo en dos miseras escenas mientras los protagonistas sean… Esos.

-Hombre, niño, que de extra algo te pagan.

-Que no, Julián.

-Tito Julián, tú no lo entiendes. Aquí donde tú ves a mi primo, ¡él es un gran actor!

-Hombre, Inma, que me sacas los colores.

-Miguel, al menos has estudiado para serlo. Y te he visto ensayar estos días como nadie. ¿Cuántas veces van ya?

-Creo que me sé el libreto de todos los actores.

-Pues ve de apuntador.

-¡Qué no, cojones! ¡Qué no me he pasado tres años en la carrera, más los talleres y modulos, para que venga un gilipollas musculoso a quitarme el puesto!

-¿De qué vas, canijo? -dijo mientras entraba por la puerta el agente de la Guardia Civil, de tres metros de alto y ancho a vista, acompañado por el chico que entró tras Miguel, ya con el libreto en mano.- Quizás tú no seas tan bueno como mi hijo, pero aún no te has dado cuenta.

-Los que pueden, pueden.

-¿Ya te lo han dado? Lo dicho, los papeles al gaznapiro este.

-¿Que mas dicho tú a mi? ¡Ven pa’ca que te arrebiento la boca, payaso!

-¡Eloy! Vale ya, que este muerto de hambre no sabe perder.

-Sí que sé perder, no tengo relaciones con el alcalde como para saber ganar. -pimba, puñetazo al canto, al ojo derecho.

-A ver si te quedas calladito, como tus padres.

-¡Serás hijo de puta!

Fue derecho hacía él, dispuesto a darle una paliza a ese mamotreto de tres metros y a su hijo, por gilipollas. Pero sólo se llevo una par de golpes y una multa por pegar a un agente de la ley y el orden, además de una noche en el calabozo del pueblo. Que vergüenza.

A la mañana siguiente le esperaba su prima Inma en la puerta del cuartelillo. Llevaba unos vaqueros ajustados y una camisa blanca. Ambos estaban juntos, como amigos, desde los seis años. Ella no quería salir del pueblo, del campo. Él quería ver mundo. Le trajo unos pastelillos caseros con crema de vainilla en su interior, se sentaron en una plaza.

-Te metes en cada lio, primo…

-No podía quedarme callado.

-No, si yo te entiendo. Esta vez tú no has tenido la culpa.

-Gracias. -da un bocado- Quifefro irzme dhe afqui, prifma.

-¿Irte? ¿A dónde?

-No sé. Pero estoy hasta los huevos de este pueblo de mierda.

-Te voy a dar un tapaboca por hablar tan mal.

-Perdón. -se disculpó con una gran sonrisa- ¿Tú no te quieres ir?

-Hombre, me gustaría ir a París o a Venecia.

-Tú o no sales del pueblo, o te vas al extremo.

-¡Jajajaja! Por soñar, que no quede.

-¿Soñar? Vamonos.

-¿Qué dices?

-Que nos vayamos. Tú y yo. Nos vamos a vivir a la ciudad.

-Claro, qué fácil. ¿Y qué pasa con mi padre?

-Sabe cuidarse solo.

-Que no, que no. Yo me quedo aquí, que estoy muy bien.

-¿Por qué no?

-Ay… Miguel… Qué… Me estoy viendo con alguien…

El mundo se le calló encima.

-¿Con…quién?

-Con el hijo del mecánico… Ya sé que te cae mal… Pero no es tan mal chico, te lo aseguro. -lo mira- Oye, ¿estás bien? Te has puesto pálido.

-Sí… Solo.. Yo… -dejó de lado sus sentimientos, dejó de lado esas tardes con ella, dejó de lado su amabilidad, su cariño. Dejó de lado el amor que sentía por ella. Y decidió irse.- Yo me voy. Me voy.

-¿Qué? ¿Dónde? -El chico se levantó y comenzó a correr.- ¡Miguel! ¡¿A dónde?! ¡Miguel!

El tren estaba a punto de llegar a la estación de la Ciudad. Él mirada por la ventanilla cómo se acercaban los árboles. Aún le dolía el pecho por la estrepitosa declaración de su prima. Había estado tanto tiempo mirándola desde lejos, soñando con ella, que no se había dado cuenta de que ella estaba enamorada de otro. Cuando Miguel Gómez tenía cinco años sus padres tuvieron un accidente de tráfico en el que perdieron la vida. Primero él, después ella. Y desde el día de la noticia vivió con su tío Manuel. Vivieron juntos la enfermedad y muerte de Noelia, la madre de Inma, el incendio del bar y el accidente que dejó la pierna derecha de su tío mal herida. Había vivido mil y una cosas con ellos y estaba más que agradecido de los cuidados y la atención. Los quería con toda su alma. Pero el pueblo se le hacía cada vez más pequeño. Estaba tan distraído en sus pensamientos que no se percató de la chica que hacía media hora que lo observaba. Bostezó y la miró.

-Cuánto tiempo, Miky.

-¿Te conozco?

-Chico, ¿cuántas amigas negras tienes, querido?

-Hostias, no me jodas. ¿Rebeca?

-¡La misma! -se funden en un abrazo.

-Estás cambiadísima.

-Es por el pelo. Me lo dicen mucho, pero a mí me gusta el rosa fucsia.

-Pues te queda genial.

-Tú eres de los míos. ¿Y qué? ¿Ya te has ido del pueblo? ¿O vas de visita?

-Me he ido, con lo puesto y lo que haya en la mochila.

-A lo loco.

-A lo loco.

-Las mejores historias llegan así, pisha.¿Tienes dónde quedarte, capullo?

-A lo loco, estúpida.

-¡Jajajajaja! Pues te quedas en mi piso, gilipollas.

El apartamento no estaba nada mal, para una persona. Una puerta gris de entrada repleta de fotos y recortes de revistas, un pequeño pasillo con una puerta a la cocina, pequeña, como todo el piso. Un salón lleno de tiestos con una tele plana, cables y basura, pero que contaba con un estupendo sofácama. Había dos puertas más, una daba a un baño parecido al de una cárcel, y la otra a la habitación principal, con el mismo orden que en el salón.

-Como en tu casa, pisha. Pero tú duermes en el sofá.

-Está claro.

-Espero que no duermas en pelotas, porque las pollas me gustan hasta cierto punto.

-No, tranquila. El alquiler…

-Cuando encuentres trabajo. Yo estoy ahora cantando en un bar de aquí. Bueno, tengo que ir esta noche al local para la prueba, aún no me han cogido.

-Mucha mierda.

-Ahí va hermano.

-Y, dime, ¿tu padre…?

-En la trena, dónde merece. Fue él. Aún no lo he demostrado, pero sé que fue él, ¿sabes?

-No dudo de tu palabra.

Se hizo un silencio en la casa, ella miraba al suelo, él la miraba a ella. La recordaba llorar cada noche, cada tarde, cada mañana. Y ahora ella era una mujer fuerte.

-Eres la leche, Rebeca.

-Pues claro, hostia. -se levanta de la silla- ¿Una cerveza?

-No bebo.

-Yo tampoco, pero al último que me tiré les gustaban y tengo ahí un montón.

-Pues para el siguiente.

-Ya ves. Me ducho, eh. Puedes mirar si quieres, o cagar. Mientras que no te la casques. Y, cucha, capullo.

-¿Qué?

-Que yo contigo no pienso follar, eh. Que somos colegas.

-Claro capulla. ¡Jajajaja!

La luces de las farolas hacían que la chaqueta rosa de lentejuelas de Rebeca brillara aún más, como su pelo, como sus ojos, como su sonrisa. “Ella es una mujer fuerte.” se decía en su interior Miguel observándola. Caminaron por varios callejones en donde paraban casi cada dos pasos por los cientos de conocidos de la joven. Ella iba mirando un trozo de papel que había arrancado de un cuaderno y comparaba lo que ponía con el nombre de las calles. Llevaban casi una hora dando tumbos sin encontrarlo. Le dijeron que no importaba la hora en la que llegaran, siempre y cuando sea después de media noche y antes de las siete y media de la mañana.

-¿Qué te pasa? ¿Cansado?

-No… Pienso en mis cosas…

-¿Qué cosas?

-Quiero ser actor. Soy actor. Pero no…

-Mira, pasa de la gente. Yo me he llevado toda la puta vida oyendo lo que no debía. Llevándome palos por mi color de piel. Pero, ¿sabes qué? Me la sopla. Quiero ser libre y cantar. Cantar. ¡Cantar!

-¡Pues canta!

-¡Pues actúa!

El joven se subió en un banco cercano, haciendo gestos exagerados, alumbrado por la tímida luz de una farola mientras su compañera se ría de él.

-¡Oh, qué veo ante mí! ¿Eres tú, Dama Soñada? ¿Es a ti a quién veo desde mis atajes en esta vil mazmorra! -hace un movimiento indicando la línea a la fémina.

-No. ¡Jajajaja! ¿Qué digo?

-¡Oh! -se pone delante de Rebeca e imita la voz de una chica- ¡Sí, soy yo! ¡La más bella flor del jardín! ¿Y vos? ¿Quién sois vos? -vuelve a una voz varonil- ¡Yo soy vuestro fiel servidor! ¡Mentira! -mientras moldeaba un poco la voz- ¡Él es un embustero! ¡No le creáis Dama Soñada, dulce flor de azahar! ¡Él planea estafaros! ¡Jamás! -volviendo a la voz de hace unos segundos- ¡Ni todo el oro del mundo, estimada fermosura, podrían ofrecerme para que yo: Don Diego de Figueroas le traicionase!

-¡Jajajaaja! ¡Para ya! ¿Qué mierda es esa?

-El guión para el que audicionaba en el pueblo. -más tranquilo, sonriente.

-Pues es una puta mierda… ¡Jajajaja! ¡No puedo parar! ¡Me duele la prita…!

-Bueno, -aguantándose la risa- ¿qué buscamos?

-Esto…- secándose las lágrimas le entrega el papel.

-Calle Tortuga, número 93. Ca…lle… Tortuga, 93. Está aquí.

-¿Dónde? Pero si acabamos de mirar.

-Pero esto es…. “La orden de Tulé”.

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