MILAC NAVIRA: DIARIO DE UN DOLOR; El Regreso

MILAC NAVIRA: DIARIO DE UN DOLOR; El Regreso

Picky A.

07/02/2018

CAP. 1

«Don Juan Café»

«Si está en tu memoria,

es parte de tu historia,

esa que nunca

olvidaste…”.

HOY

El reloj de Eliana marcaba: 12:00 AM. Era un día serrano, cálido, soleado, con olor a río y hierba mojada por la lluvia nocturna. Aspiró profundo para limpiar sus pulmones del aire viciado después de diez horas de viaje chupando gasoil tras un camión sin rebasarlo por temor a la niebla y la espesa lluvia que acompañaron su alocado viaje durante toda la noche.

Pensando en eso, y antes de ir a encontrase con su madre y el escenario donde perdiera la vida su hermano Augusto cinco años atrás, recién llegada al pueblito serrano de Milac Navira (Agua que brilla en idioma indio), decidió buscar un lugar para poder relajarse y donde tomar un café bien «cargadito», como acostumbraban a hacerlo en su pueblo: ¡lo necesitaba a mares!

El sitio donde menos gente vio, fue en el que tantas veces se reunió con sus amigas: «el barcito «Don Juan Café”, por eso, sin dudarlo estacionó y se bajó presurosa.

Cuando entró, sorpresivamente se encontró con el grupo de amigas de entonces. Amigas que hoy -ya jubiladas-, estaban tomando el “típico desayuno mañanero” acompañado de unos “criollitos serranos”:¡Qué alegría cuando la vieron entrar!

Se levantaron todas juntas como una “tropilla atolondrada” y corrieron a saludarla. Mientras hablaban y hablaban a la vez, ella casi no escuchaba lo que le decían en tantas frases gritonas salidas a borbotones de sus bocas.

¡Por fin! se tranquilizaron y entre lágrimas y risas volvieron a sentarse arrimando otra mesa.

Eliana con un leve pantallazo visual notó que el barcito estaba todo remodelado, modernoso, reciclado tendiendo a un tipo de arquitectura colonial. Recordó que cinco años atrás, cuando estuvo ahí por última vez, el bar era el mismo de entonces. El de Don Juan –el padre del dueño actual por herencia-. O sea, el de hacía cincuenta años…

Aquel lugar adonde solo iba gente grande (hombres) del pueblito a jugar a “la baraja”, “charlar de minas”, entre café y café, humo de cigarros y pipas, hasta que fue invadido por grupos de estudiantes secundarios que lo usaban para sus tertulias, citas, o solo repasar alguna materia antes de ir a clases.

Si no fuera porque estaba en la misma esquina no se hubiera dado cuenta que era el bar de antaño.

”…un bar; una relación directa con el reencuentro… cuando no ves a un amigo por mucho tiempo y te lo encuentras, o te llama, la excusa es siempre ir a tomar algo, ir a tomar un café a un bar… O porque no con un ex novio/a, con quien te quedaron cosas por hablar…Una charla de café no es importante ni por la charla, ni por el café, sino por esa reunión privilegiada entre dos o más individuos, donde lo único importante es que cada uno está ahí por el otro…nadie los obliga… la cita sucede por voluntad propia…lo que se diga no es importante, el regalo de la presencia de la persona es lo que importa”.

Una de sus amigas –estaban las cinco: Irene, Carmen, Lulú, Delia y Luz-, sacándola de su introspección le preguntó:

-Eliana, ¿cuándo llegaste?

-Sí, cheeee… ¿qué pasó que no supimos nada de vos en tantos años?- encaró Irene la más parlanchina del grupo.

-Les pido perdón a todas…Se que me comporté como una desagradecida después de su apoyo cuando murió Augusto-dijo bajando su cabeza avergonzada.

-¡Todo bien…te entendemos!-respondieron al unísono como arrepentidas por tanto reproche sin saber bien la causa real de su alejamiento. Entonce suavizaron sus palabras tratando de aliviar su claro pesar.

¡Cheee, no te pongas triste!- dijo Luz

-¡Gracias Luz…y gracias a todas!La verdad es que estuve amargada y deprimida con lo de Augusto, tanto que corté con todo lo que me lo recordaba: la casa, la familia, el pueblo, incluidas Uds y el resto de los amigos- respondió con un hilo de voz.

-Mi querida, todas te entendemos, en especial yo que hace diez años perdí a mi hermano Raúl, y aún no lo supero, pero hay que aprender a vivir sin ellos- agregó Lulú.

-Pero… ¿cómo se hace Lulú

-Y…no es fácil Eliana…pero hay que sobreponerse -respondió Carmen que seis meses atrás había perdido a su madre y a su hermana casi al mismo tiempo.

-Todas hemos perdido a alguien importante a esta edad Eliana- ya pasaban los 50-. Yo a mi madre dejé de tenerla cuando apenas tenía treinta años. Y bueno… la vida siguió adelante-agregó Delia.

-Al menos nos hubieras mandado un mail, un msj de texto o whatsapp -dijo Irene, la más afectada, quizás porque habían sido muy compinches dentro y fuera del grupo.

-Perdón de nuevo Irene-insistió-, he vuelto porque creo que debo enfrentarme con todo mi pasado para poder seguir adelante con mi vida. Para volver a empezar, o para continuar donde me quedé hace cinco años… Reconozco que aislarme como lo hice, no sirvió de nada…-dijo recorriendo con su mirada los rostros asombrados de todas…-Por eso he vuelto.

-Bueno, entonces; ¡“borrón y cuente nueva”! –agregó Luz.

-¡Gracias chicas!! He pensado mucho en todo durante este viaje de casi diez interminables horas detrás de un camión «oloroso», pero aún me falta lo más importante.

-Y ¿qué es eso?-preguntó Delia.

-Encontrarme con mamá y mis hermanos a quienes no veo desde que ocurrió lo de Augusto. Y peor aún: enfrentarme con esa ¡casa de mierda!

-Bueno…no te preocupes verás que todo sale bien- acotó Carmen.

Eliana estaba a punto de levantarse dando por concluido el encuentro amistoso en el querido barcito “Don Juan Café”, cuando vio entrar al lugar a un muchachito rubio de ojos celestes de unos 25 años, cuyo “rostro y porte” le resultaron familiares. Entoces preguntó al grupo:

-Ese chico rubio que acaba de entrar me recuerda a alguien ¿es de acá…?

Ellas se miraron sonrientes y cómplices:

-Es el hijo de Tristán -dijo Irene.

-¿Viste como se parecen?-acotó Delia.

Y continuó Lulú:

-Tiene 25 años, y es un sol. Estudia arquitectura y como tesis presentó la reforma del bar; ¿te gusta?

-El bar o el chico- preguntó Eliana intentando hacerse la graciosa.

-Bueno-dijo Irene- ya que lo decís…los dos.

-¡Jajaja!-rio nerviosa-me gustan los dos…

Dicho eso se quedó por unos segundos pensando en el parecido del muchacho con su padre. Era su fiel retrato. Como si la vida le hubiera vuelto a poner la figura de Tristán enfrente…

Tristán; de quien escapó treinta años atrás sin mediar despedida alguna.

-¡¡Cheee!!-la sacudió la voz chillona de Irene: ¿en qué te quedaste pensando vos?

-¡Ay Irene, tu siempre quieres saber todo todito!-contestó riendo y ahí quedó su respuesta. Acto seguido se levantó y despidió de todas.

-Amigas mías, es hora de encontrarme con mi destino final: mamá, la familia y la casa donde reviviré ese momento del que tanto he renegado por años…Sé que debo afrontarlo irremediablemente:¡ya fue mucho tiempo de cobardía la mía!

-¡Chau chicas!-saludó mientras caminaba hacia la puerta, en el mismo momento que el chico rubio también salía y su padre, o sea Tristán, entraba…

La puerta vaivén hizo que se rozaran ambas hojas de madera, así como sus brazos, sus cuerpos y también sus ojos:

-¡Eliana!-grito él-eres tú después de tanto tiempo?-exclamó con exagerada alegría.

-Si Tristán, soy yo, solo que con treinta años más-respondió seca y cortante siguiendo su camino sin mirar atrás.

De pronto el tiempo ya no estuvo en los “años retro” de los 70s.

Volvió al año 2010.

Volvió a donde debía y había elegido estar.

Aspiró hondo hasta casi perder el aliento y agitando su largo cabello al viento, alta y esbelta como una perfecta escultura griega andante, cruzó la calle y subió a su camioneta arrancándola apurada…De repente se puso ansiosa por seguir el camino hacia la casa de su madre. Mientras lo hacía, alcanzó a ver a Tristán a través de una enorme ventana mirándola con ojos suplicantes…Notó en sus canas y arrugas que el paso del tiempo no lo había tratado bien. La expresión de su cara era de cualquier cosa menos de felicidad. Cuando él levantó la mano en señal de: “espera por favor…no te vayas…”, Eliana solo devolvió el llamado clavando en sus ojos, los suyos color verde esmeralda que lucían inexpresivos y opacos. Habían perdido su brillo inicial.

De inmediato, dando un bocinazo a modo de saludo obligado aceleró a fondo mientras pensaba: «hay bares pequeños que encierran historias grandes».

CAP. 2

PasadoPresente

…lo peor del pasado y del del presente: es su brevedad. La que nos lamentamos mientras vivimos…»

AYER

Sintiendo el dolor de su tragedia, cuando el último rayo de la vida su hermano se apagó, Eliana recordó la filosofía de Schopenhauer:

No nos percatamos de los días felices de nuestra vida pasada, hasta que los han sustituido días de dolor. Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más se sufre…”.

Había dado vueltas en su mente a cientos de ideas de las más variadas intentando «abandonar la vigilia” que la inundaba desde el suceso trágico que se llevo a Augusto. Y no lo había logrado…Solo sabía que cada mañana cuando amanecía, ya no era la misma. Porque; “esa madrugada cuando acaeció la muerte sorpresiva de su hermano, una parte suya se fue con él…».

Era la última de muchas noches, en que Eliana solo había logrado consuelo rememorando imágenes y frases entrelazadas con bellos recuerdos que fluían de su memoria, guardados desde la época en que fueron niños. O quizá desde antes, cuando sus padres se conocieron y ellos (Augusto, Daniel, Isabel, Rodolfo y ella) solo formaron parte de un proyecto de vida en pareja, inherente al ser humano desde que nace.

Cada día y cada noche,en esos últimos años, le había rondado en la cabeza la idea de que:

”…en el recuerdo de su pasado feliz, era donde podría sanar su presente doloroso…en la reminiscencia buscada, está la reconstrucción del recuerdo intencionalmente guiado. En la reminiscencia, es donde se pueden estimular las funciones del lenguaje mental, del pensamiento y de la memoria autobiográfica. Es allí donde se puede encontrar la sanación de un presente angustioso…”.

Sintiendo que ese pensamiento se le hacia carne, Eliana se encerraba de manera casi constante en lo profundo de su memoria. En ella encontraba un reino habitado por lugares y paisajes específicos, donde no faltaban nunca, las sierras, el agua, el viento y la arena que éste arrastraba y a su vez se conjugaba con personajes específicos de antaño. Todos eran conocidos. Todos formaban parte de ella misma. La voz de su memoria, tal cual la del poeta, le narraba de modo meditado y sutil lo que pensaba, lo que sentía y lo que deseaba escuchar. Esa voz poética, que introspectiva, curiosa e insistente le sacudía el oído desde hacía cinco años como un mar revuelto de preguntas sin respuestas y de momentos en que: “el presente actual era siempre un recuerdo del pasado y desde aquel suceso vivía solo para él…».

Finalmente lo había entendido. Además de abrazos deseaba; brazos que de verdad le envolviesen el alma; manos que convencidas y con fuerza le sostuviesen el cuerpo y oídos que no solo la escuchasen…que también “la oyesen”.

Trataba con nula insistencia de evadirse de los silencios que le hablaban, y que solo ella escuchaba. De las voces que le sonaban mudas, y solo los demás escuchaban. ¡Nada ni nadie! en ese lugar llamado “hogar” le había dado lo que necesitaba en esos tristes años…En realidad, ni ella misma sabía lo que necesitaba…

En la vorágine de la vida diaria, en la rutina familiar, en la cotidaneidad de la convivencia con su esposo Juan Cruz, y sus hijos; Dolores, Javier y Facundo, Eliana no encontraba lo que su alma reclamaba. Parecía que “su necesidad” no era “la de ellos”. No se sentía comprendida, ni que en esos años su hogar hubiera sido el refugio y la contención necesarios. Cada uno estaba en lo suyo; Juan Cruz en su trabajo; Facundo (vivía con ellos) ayudaba a su padre, atendía a su novia y a sus amigos. Javier y Dolores; estudiaban en Buenos Aires (Capital Federal), Ingeniería en Sistema, e Ingeniería Ambiental, respectivamente, y solo venían a la casa algún fin de semana y se dedicaban a ver a sus amigos como correspondía a chicos de su edad: “¡qué puedo reclamar si a sus años seguro hubiera hecho lo mismo!”-decía para sí mientras continuaba sola con su pena que arrastraba como una mole pesada. A esa altura, había agotado sus fuerzas. Su mente y su alma eran como las agujas de una enloquecida brújula que daba vueltas y vueltas sin parar porque no encontraba su norte desde que su hermano Augusto falleciera de un infarto esa madrugada trágica de agosto de 2005 en Milac Navira (“Agua que Brilla”, Sierras de Córdoba, Argentina).

Esa mezcla de recuerdos, sentimientos y emociones, surgían como de un océano oscuro y nubloso tal rayos de luz que ayudados por los movimientos de sus sensaciones, la iluminaban y transportaban una y otra vez a vivencias remotas del pasado lejano. Un tiempo anterior en el cual la alegría fue el motor de su vida…

¡Estaba decidida!; emprendería ese viaje a su terruño amado; tan pensado; estudiado; temido y a la vez tan añorado. Y lo haría ¡sin la venia de nadie!

La tierra respira hondo en su descanso y sueño. /

Todos los deseos se tornan ahora sueños: /

Los cansados mortales caminan lenta y pesadamente de vuelta a casa /

Para encontrarse de nuevo en sus sueños /

Con olvidados juegos y juventud…”.

Mahler, 1998.

Eliana partiría hacia una aventura a ciegas y sordas, oyendo su propia voz. Lo que la impulsaba era algo mucho más agudo y profundo que solo sonidos: “su pasión visceral y su instinto que obedecían solo a la voz del alma”.

No estaba segura de lo que le esperaba después de tantas ausencias -físicas y de las otras-. Solo sentía que las respuestas podría encontrarlas justo allí, en el lugar donde pasaron los hechos más fuertes y trascendentales de su vida.

Lugar donde cruzó el límite de la infancia.

Lugar donde despertó a la sexualidad junto a Tristán.

Lugar donde compartió momentos exultantes, intensos, secretos e inolvidables con todos los que allí vivieron. En especial aquel verano del 68. O mucho antes, cuando su abuelo paterno compró la antigua casona colonial frente al imponente río (1925) en el pueblito serrano de aguas cristalinas y vientos acariciantes: “Milac Navira” (Agua que Brilla).

Lugar que envolvió para siempre su historia familiar.

CAP. 3

Cuando el Dolor Duele

“Busqué a mi alma – y no la vi.

Busqué a mi Dios –y me eludió

Busqué a mi hermano .

Y los encontré a los tres…”

AYER

Todos dormían en la casa de la familia Montalbán. Todos menos Eliana. Desvelada como muchas noches anteriores, abrió el “Diario de la Vida” que le había regalado a su esposo, Juan Cruz -para su cumpleaños número cincuenta- y se dispuso –como cada noche-, a escribir en él. Los demás, ignorándolo, se habían entregado a los “brazos de Morfeo”.

Escribo –se decía a sí misma- para transformar la pena en nostalgia, la soledad en recuerdos y el dolor en olvido”.

Dos meses antes del cumpleaños de su esposo (noviembre; 2005) la pérdida súbita de su hermano dio a su existencia un giro de 180°. En realidad afectó su vida emocional. Era el alma de Eliana la que lloraba. Parecía que nadie se percataba de ello. Y…como el alma no se veía…

Cada evocación estaba asociada a; un color desteñido; un aroma a nada; un sabor amargo a pena…¡Estaba harta de tragarse su dolor!

Madrugada del domingo 28 de Agosto de 2005 en la ciudad de “Milac Navira”:

Eliana escribía en el Diario de su esposo:

“…me desperté a las 06 de la madrugada, recuerdo la hora porque miré mi celular…No fue un ruido…solo despertarme…De repente escuché gritos desesperados: ¡Augusto! ¡Augusto! , ¡despierta! ¡despierta!

SINOPSIS

La narrativa comienza con el reconocimiento del pasado tratando de recuperar un futuro, que por momentos, su personaje central creyó perdido para siempre:

Eliana no puede superar la pérdida de su hermano Augusto ocurrida cinco años atrás en la casa paterna a 1000 kms (Milak Navira, sierras de Córdoba, Argentina). Después del suceso no ha vuelto a su pueblo natal perdiendo contacto con todo lo que se lo recuerda: familia, amigos, lugares… En ese tiempo su mayor contención ha sido un “Diario de la Vida”, que le regalase a su esposo Juan Cruz para su cumpleaños N° 50. En él, escribe en secreto su historia familiar esperando que su marido lo abra, lo lea… y entienda su pena. Una noche dice ¡basta! y huye sin aviso a reencontrase con sus raíces esperando hallar en esa vuelta a su lugar natal el remedio para su dolor. El regreso presenta una serie de situaciones que darán un giro definitivo a su vida. No falta el reencuentro con Tristán, su amor adolescente, como un capítulo nunca cerrado.

Finalmente Juan Cruz, desesperado al no verla a su lado cuando despierta, lee el Diario que ella dejó bajo la almohada. El “revival” y la muerte de Augusto son los disparadores de la historia. No faltan momentos alegres en la narrativa de la vida de Eliana, que partiendo de su niñez, llegan hasta el año del suceso (2010). En ese hurgar en el pasado… en sus vivencias retro, la protagonista encontrará sus mejores aliados. El marco de las sierras cordobesas encierra leyendas e historias de amores de otras épocas que aunque viejos, se huelen y renacen uno a uno en la vida de cada personaje de la novela. Pues es sabido que: “solo en la reminiscencia del regreso; los deseos más imposibles se cumplen; las penas más dolorosas se curan, y la historia que alguna vez viviste… puede volver a ser…”.

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