Capítulo 1: La Última Noche

Los niños siempre jugaban en el jardín matando insectos y destruyendo rosas, manchándose las manos de tierra y hojas secas. El más pequeño era Johan de siete años, siempre rompiendo espejos y cayendo al suelo. Su hermana Sara de 10 años vigilaba cada tropiezo de su hermano, curaba sus heridas y lo consolaba al verlo llorar. Su madre Mariela siempre los cuidaba como si ellos fuesen de porcelana, pero aun así ellos siempre tenían raspones en las manos y las rodillas.

Mariela guardaba en su cartera dos fotografías, la primera era la de su primer amor, el cual la abandono al enterarse de su embarazo y la segunda era la de su ex esposo quien la engaño con su mejor amiga después del nacimiento de Johan.

¿Porque guardas ambas fotografías? le preguntaban algunos amigos impertinentes, y ella respondía para no equivocarme de nuevo. Mariela abrazaba a sus hijos antes de dormir, esto le daba fuerzas para seguir adelante, pero un día no fue suficiente, era ya de noche y los niños dormían, Mariela miraba las noticias de las once y ya estaba por apagar el televisor cuando de pronto el timbre de la puerta comenzó a sonar, le pareció extraño ya que nadie la visitaba desde hace tiempo. Mariela apenas abrió la puerta recibió un golpe en la cara, su agresor ingresó rápidamente a la casa, lanzo su mochila en el piso, cerró la puerta y volvió a golpear a Mariela, pero esta vez con un arma, la golpeo en el rostro muchas veces hasta dejarla inconsciente.

El misterioso agresor se sentó en el sofá para descansar un momento, mientras Mariela seguía en el piso sangrando y sin poder moverse. Mariela empezó a despertar y apenas podía ver, sintió dolor en sus manos, trato de moverse pero sin resultado. Luego de unos segundos se dio cuenta de que estaba atada a una silla, trato de gritar, pero estaba amordazada. Al mejorar su visión noto que sus hijos estaban sentados frente a ella, ambos niños sin poder moverse y amordazados. El agresor seguía sentado tranquilamente en el sofá, Mariela intentaba romper sus ataduras, pero no lo conseguía, Johan y Sara lloraban desesperadamente, movían sus pequeñas manos tratando de liberarse y no entendían que pasaba.

De pronto ese hombre se levantó del sofá camino hacia los niños, se sentó en el piso frente a Johan lo miro fijamente por un momento, luego se puso de pie y apunto su arma hacia la cabeza de Johan. El corazón de Mariela empezó a latir con más fuerza, Mariela en un intento desesperado por distraer a ese hombre balanceo su cuerpo y cayó al piso con todo y silla, pero a ese no le importó y disparo al pequeño cuerpo de Johan.

La pequeña Sara vio a su madre fijamente y sabiendo que iba a morir cerro sus ojos para despedirse de ella. Aquel hombre se acercó a Sara y empezó hablar por primera vez y con una voz muy suave empezó a decir «lo siento niña, lo siento, pero matar es mi adicción es algo que no puedo dejar créeme lo he intentado». El hombre volvió a levantar su arma y esta vez apunto directo al corazón de la pequeña Sara y con los ojos aun cerrados recibió el disparo, su sangre manchaba el hermoso vestido blanco que llevaba. Mariela seguía tirada en el piso retorciéndose de ira al ver a sus hijos siendo asesinados solo por diversión.

El hombre se acercó hacia Mariela y empezó a decirlo «sé que me odias y puedes hacerlo, seguro te preguntaras ¿porque hago esto?, pero, en verdad no puedo recordar cuando empeze a matar, de pronto tocó su cabeza con la yema de sus dedos tratando de recordar a su primera victima y en su mente empezó a dibujarse la imagen de un pequeño cachorro sangrando sobre el pasto del parque, entonces recordó a su padre matando aquel indefenso cachorro y aquella sensación de éxtasis al ver por primera vez la sangre brotando de un cuerpo», mientras el hombre hablaba Mariela empezaba a rezar a pedirle a dios que matara a ese hombre, que enviara a alguien para acabar con él.

Mariela sabiendo que era inevitable morir, cerro sus ojos e imaginó a sus hijos jugando en el jardín y abrazándolos antes de dormir, el hombre disparó dos veces y Mariela terminó muerta en un charco de sangre, el asesino levantó su mochila del piso y caminó hacia la habitación de los niños, vio un oso de peluche y una muñeca; Los guardó en su mochila, salió a toda prisa de la casa y subió a un auto viejo de color azul. Mientras conducía veía la mochila cada 5 minutos, finalmente llego a su casa, la cual era una vivienda realmente hermosa. Entro a la casa sosteniendo la mochila y bajó hacia su sótano, estaba oscuro y al encender las luces contempló todos los juguetes de los niños que había asesinado, tenía tantos de ellos que el techo y las paredes estaban repletas.

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