La ciudad de los fantasmas

La ciudad de los fantasmas

Capítulo 1

Esta es la historia de cuatro chicos de la ciudad de Barcelona que no creían en los fantasmas, y lo leéis correctamente, creían, porque la aventura que vivieron cuando viajaron a Edimburgo fue tan impresionante y alucinante que nunca volvieron a renegar de ningún fantasma.

Todo empezó en Mayo de 2015, concretamente el día 29, cuando los cinco chicos partieron hacia la ciudad en busca de nuevas aventuras, jamás habían estado en la ciudad de Edimburgo y solo habían oído algunas historias y la conocían gracias a la escritora de la conocida novela Harry Potter. Realmente todo comenzó el 26 de mayo de aquel mismo año, cuando los cinco chicos, amigos desde la infancia, dos chicos y una chica, un peruano, un venezolano, una africana y una catalana. Aquel día de mayo los cuatro chicos se encontraron con un viejo amigo llamado Juanjo en el bar Córdoba de la ciudad de Barcelona, quien les dijo que acababa de venir de aquella ciudad y que era un sitio alucinante. Él, sabiendo lo pocos que creían los chicos en los fantasmas también les comentó que era una ciudad que daba un poco de miedo por la noche, había sitios que parecían de terror, también les dijo que había hecho un tour en el que te llevan por todo el recorrido fantasmagórico y que había pasado mucho miedo, es más, les comentó que los últimos días llegó a ver incluso algún que otro fantasma. Los chicos alucinaban un poco pero no se acababan de creer la parte de los fantasmas, por lo que se rieron de él.

-Os apuesto lo que sea a que no hay agallas de ir a aquella ciudad y aguantar dos meses para demostrarme que todo lo que digo es mentira.

Juanjo les acababa de mandar un reto, y ellos, sobre todo los dos chicos, que jamás reniegan de ningún reto, aceptaron, por eso llegamos nuevamente al mismo sitio, aquel 29 de mayo, los cuatro en el aeropuerto de Barcelona a eso de las cinco de la tarde en un vuelo de Ryanair rumbo a Edimburgo en busca de aquellas aventuras que realmente cambiaron la vida de aquellos cinco chicos.

Astrid, una chica de padre catalán y de madre africana, ella había sacado los rasgos de su madre y parecía más bien africana o incluso latinoamericana, con los cabellos rizados al estilo afro. Muy simpática, amable, amante de los niños y de los animales.

Anna, la otra chica del grupo, catalana de nacimiento y de creencias, independentista por los cuatro costados; rubia, ojos azules y cabellos siempre bien arreglados. También le encantaban los niños, pero lo que más le gustaba eran los perros.

Sebas, de ascendencia peruana, que llegó a España con trece años de edad. Amante de la música, pero sobretodo de las mujeres latinoamericanas. Le encantaba bailar, salir de fiesta, fumar y emborracharse.

Por último tenemos a Tiago, un chico de madre uruguaya y padre medio venezolano y medio español, por lo que su ascendencia era una gran mezcla, tenía rasgos latinos, pero también europeos. Sus pasiones eran el futbol y los musicales, le encantaba cantar y bailar. Nacido en Venezuela, se mudó con sus padres y su hermana a Barcelona cuando tenía quince años.

Y ahora os preguntaréis, ¿Cómo se conocieron estos chicos tan diferentes? ¿Cómo llegaron a hacerse tan amigos? De una manera muy simple, los cuatro eran los únicos de toda la clase que jamás habían creído en los fantasmas, por lo que crearon un club llamado “Los fantasmas no existen”, y gracias a las reuniones y las salidas que hicieron se convirtieron en amigos y casi en una familia.

Capítulo 2

Los chicos llegaron a la casa donde se hospedaron en su estancia en Edimburgo en la madrugada del 29 al 30 de mayo, por lo que se fueron directamente a dormir.

La mañana del 30 de mayo se levantaron y fueron a hacer la compra necesaria para sus primeros días de estancia en la ciudad, y lo primero que se encontraron al llegar a la puerta del súper fue a un señor que contaba una historia sobre un caso terrorífico de una niña de unos once años aproximadamente que murió atropellada un día que su madre la mandó a hacer la compra y que su espíritu rondaba todos los días aquel supermercado esperando para poder realizar su compra y poder llevársela a su madre.

-Que historias más locas se inventa la gente-comentó Tiago riendo.

-Cierto, no entiendo como alguien puede creerse esto.

Luego de acabar la compra volvieron a la casa, que se encontraba en East Claremont Street número 100, al llegar allí les esperaba un señor que nadie conocía de nada.

-Perdone, ¿Quién es usted?-preguntó Anna.

-Disculpen que me entrometa donde no me llaman, pero mi nombre es Damián y vengo a advertiros de la maldición que sufre esta casa-les contestó el señor. Los cuatro rieron

-Reir cuanto podáis, pero esta casa está maldita, aquí vivió durante muchos años el señor Dylan Clarefontaine, junto con su mujer Hannah y sus dos hijos, Helen y Michael, hasta que un día la casa se quemó con los cinco dentro. Las malas lenguas dicen que desde entonces los fantasmas de aquellas cinco personas merodean todas las noches por esta casa para espantar a cualquiera que viva en ella, debido a que dicen que aún es de su pertenencia.

Los chicos volvieron a reír, miles de personas les habían contado historias parecidas a esas y ellos nunca se las habían creído. El señor se fue enfadado y refunfuñando.

-La gente sí que se inventa historias para asustar a los demás-dijo Sebas.

-Cierto, a saber qué es lo que quería este hombre, a lo mejor le negaron la casa o la vendieron sin su permiso y quiere que nos vayamos para recuperarla-dijo Anna.

-Es lo más probable-dijo Tiago.

Después de esto, los chicos entraron a la casa, arreglaron un poco lo que habían comprado y salieron a hacer turismo por la ciudad. Visitaron el centro, hicieron un Tour caminando y después volvieron a la casa.

-Ostias, me he olvidado de comprar una cosa-dijo Astrid.

-Pues vamos al súper otra vez-dijo Tiago.

-¿Ahora?-preguntó algo asustada Anna, -no has visto la hora que es.

Sebas y Tiago se miraron y se rieron, luego Sebas dijo:

-¿No te habrás creído la historia que contó aquel señor?

-No, para nada. Yo lo decía solo por la hora.

-Ya, ya-volvió a reír Sebas.

Finalmente los chicos volvieron a ir al súper a comprar lo que se les había olvidado. Al llegar a la puerta el hombre que contaba la historia ya no estaba y en su lugar había sentada una pequeña niña, que parecía perdida.

-¿Te has perdido preciosa?-le preguntó Astrid.

-No-contestó la niña.

-¿Qué haces aquí tan sola entonces?-preguntó Sebas.

-Esperar.

-¿A qué?-dijo Tiago.

-A poder entrar a comprar.

-¿Y eso?-dijo Anna.

-Pues que llevó más de 40 años esperando y nunca he podido entrar.

-Eso es imposible.

Los chicos se miraron algo sorprendidos. Luego pensaron que sería mejor llevarla al hospital porque aquella niña debía de tener algún problema.

-Ven, acompáñanos.

-No, no puedo irme de aquí, he de esperar.

-Bueno, en vista de que no quieres venir, haremos que venga la ambulancia a buscarte.

Los chicos llamaron a la ambulancia y se quedaron junto con la niña esperándola, cuando llegó, los cuatro chicos fueron a avisarle donde estaba la niña, pero se encontraron con la sorpresa de que la niña no estaba, había desaparecido.

-Es todo muy raro doctor, la niña dijo que llevaba esperando 40 años para poder entrar, eso no es posible-le dijo Tiago al médico, quien, al oír esas palabras salió corriendo de allí. Los chicos se miraron sin entender nada.

-A ver si al final la historia aquella va a ser verdad-dijo Anna.

-Venga, no empieces tú como todo el mundo, eso son tonterías, habrá llegado la madre y se la habrá llevado, nada más-dijo Sebas.

-Sí, seguro será eso, venga entremos que al final cerrará-dijo Tiago.

Después de comprar lo que les faltaba los chicos volvieron a la casa y por el camino se encontraron nuevamente con la niña, quien les dirigió la mirada y les hizo señales para que la acompañaran al súper nuevamente, los chicos, que ya no necesitaban nada, le gritaron:

-¡No! ¡Además, no tenemos tiempo de jugar!

La niña, al oír aquellas palabras se les acercó rápidamente y luego desapareció. Los chicos se quedaron totalmente alucinados de como la niña les había desaparecido en sus narices. He de deciros que ya estaban algo asustados. Al llegar nuevamente a la casa hicieron como si nada de aquello hubiese sucedido, como si se lo hubiesen imaginado todo.

Capítulo 3

Después de dos días en la ciudad, los chicos ya la conocían casi en su totalidad, sobre todo el centro. Lo más curioso hasta aquel momento les había sucedido aquel día en el supermercado con aquella niña, lo cual ninguno volvió a mencionar nunca. También he de decir que ninguno se atrevía a pisar aquel súper a aquellas horas de la noche, no fuese que todo aquello volviese a suceder.

Sebas y Tiago seguían comportándose como si aquello hubiese sido un sueño, pero Astrid y sobretodo Anna empezaban a creer un poco en los fantasmas, y estaban tan asustadas que ni siquiera se atrevían a pisar el sitio de día no fuese a ser que estuviese el señor contando la historia y les entrase más pánico.

El tercer día de estadía los chicos decidieron visitar el castillo de Edimburgo.

-Acérquense, acérquense y conozcan la historia del castillo-era el reclamo que utilizaba un señor para que los turistas se acercasen.

-Díganos señor, ¿Cuál es la historia del castillo?-preguntó Tiago.

-¿De verdad quieren saberla?-les preguntó el señor.

-Totalmente-contestó Sebas.

Entonces el señor les contó que ese castillo perteneció a la familia real escocesa, concretamente allí vivió durante muchos años el rey Filipus III junto con su esposa y sus cinco hijos. Pasados los años, el rey se fue haciendo viejo y finalmente murió. Sus hijos y su mujer se mudaron a un castillo en otro sitio de la ciudad y decidieron dejar enterrado debajo del castillo el cadáver del difunto rey. Las malas lenguas decían que su espíritu deambulaba todas las noches por el castillo buscando a su familia, pegando gritos y espantando a todo el que se acercaba a él.

-Bueno, creo que ya hemos escuchado suficiente-dijo Anna asustada.

-¿No tendrás miedo?-le preguntó Sebas.

Anna no contestó, lo que hizo fue dar media vuelta y volver a casa, Astrid se fue tras ella.

-¡Dios! Ya les han comido el cerebro-dijo Tiago.

-¿Entramos?-preguntó Sebas.

-¡Claro!

-Hemos de demostrarle a todos, incluidas Anna y Astrid que los fantasmas no existen.

-¡Pues vamos!

Los chicos entraron al castillo, pero se dieron cuenta de que estaban allí solos. La razón no era otra que porque ya eran las seis de la tarde, la hora en la que según la leyenda salía el fantasma de Filipus III, por lo que nadie se atrevía a entrar en el castillo.

-Somos los únicos valientes-dijo Sebas.

-Eso parece-dijo Tiago algo asustado.

-No me digas que te estas empezando a asustar.

-Jamás. Pero es que esto es muy flipante

-Hola-de repente se escuchó una voz.

-¿Quién anda ahí?-preguntó Tiago.

-No os asustéis, solo soy vuestro acompañante.

-Encantado, mi nombre es Sebas y él es Tiago.

-Encantado, yo soy Felipe.

-Menos mal que hay alguien por aquí para acompañarnos-dijo riendo Tiago.

Los chicos junto con Felipe fueron recorriendo todo el castillo, era alucinante, parecía como si estuviesen en una película o en la edad media. Todo transcurría fenomenal, hasta que en un momento se acercaron a un cuadro que los dejó totalmente blancos.

-¿Has visto eso?-dijo Sebas.

-Sí, es el cuadro de Filipus III.

-¿Te has dado cuenta que es igualito que Felipe?

-Si-dijo Tiago muy asustado.

-Bueno, veo que habéis descubierto mi secreto-dijo Felipe, que se acercó de repente por detrás.

Los chicos se asustaron y salieron corriendo, pero al intentar salir del castillo se encontraron con que las puertas y ventanas estaban cerradas, se acababan de quedar atrapados allí. Empezaron a rezarles a todos los santos que conocían y estaban completamente asustados, se les pasaban un montón de cosas por la cabeza y ya dudaban de todas sus creencias. De pronto el fantasma de Filipus se les acercó por detrás y los chicos volvieron a alejarse corriendo.

Capítulo 4

Anna y Astrid llevaban horas ya en la casa y se empezaban a preocupar por sus amigos, los cuales no habían vuelto desde que ellas los habían dejado en el castillo.

-A ver si les ha pasado algo-dijo Anna.

-No seas tan agorera-dijo Astrid.

-¿Por qué me dices eso?

-Recuerda todas nuestras creencias, los fantasmas no existen.

-¡Entonces me puedes explicar que pasó el otro día en el supermercado!

Astrid se quedó callada.

-Ves. Hay que volver al castillo y ver que le ha pasado a estos dos.

-¿Estas segura?

-Totalmente.

-¿Y si nos encontramos con algún fantasma?

-Pues a mí lo único que se me ocurre es correr.

-Pero tendríamos que sacar a nuestros amigos de allí.

-Entonces ya se nos ocurrirá algo.

Anna y Astrid se dirigieron al castillo y al llegar se encontraron con que estaba totalmente vacío, no había nadie por ningún lado, ni siquiera en los alrededores. Anna comenzaba a estar muy asustada nuevamente.

-Vamos, hemos de rescatarlos-dijo Astrid.

-¡Ah!-se escuchó un grito del interior del castillo.

-¿Qué ha sido eso?-preguntó Anna.

-No sé, venia de dentro, igual es uno de ellos-contestó Astrid, que también empezaba a estar asustada.

-Pues hemos de entrar, allí dentro están nuestros amigos y hemos de rescatarlos.

Las chicas se acercaron a la puerta del castillo y se encontraron con que estaba cerrado.

-¡Hola! ¡Sebas! ¡Tiago! ¿Estáis ahí?-gritó Astrid.

-¡Astrid! Gracias a dios-dijo Tiago desde el interior.

-¿Qué ha pasado?-preguntó Anna.

-Un señor nos ha encerrado en el castillo-les explicó Sebas.

-Acercaos a la ventana, voy a intentar hacer una cosa-dijo Anna, que cogió un tronco de un árbol que se había caído al lado del castillo y golpeó con fuerza la ventana hasta que consiguió romperla.

-¡Rápido chicos! ¡Salid!-les gritó Astrid.

Sebas y Tiago saltaron por la ventana y salieron corriendo de allí, Anna y Astrid corrieron detrás de ellos. Ninguno de los cuatro miró hacia atrás, lo único que les importaba era llegar a la casa lo más rápido posible. Al llegar, se tranquilizaron un poco y respiraron hondo.

-¿Qué es lo que acaba de pasar?-Tiago estaba alucinando y no entendía nada.

-No lo sé tío, pero casi muero del susto.

-Míralos, los que no creían en los fantasmas-rio Anna.

-¡Y seguimos sin creer!-saltó de golpe Sebas.

-Yo no estoy tan segura de eso-dijo Astrid riendo.

-¡Mirad, viene Filipus!-dijo Anna.

-¿Dónde? ¿Dónde?-dijeron asustados Sebas y Tiago.

Anna y Astrid rieron.

-Veis-dijo Astrid que continuaba riendo.

-Bueno, un poco de miedo sí que tenemos, pero eso no quiere decir que creamos en los fantasmas-dijo Tiago.

-Aunque lo que acaba de suceder es inexplicable-dijo Sebas.

-En eso te doy la razón.

-Bueno, creo que ya tenemos otro sitio al que no volveremos-dijo Anna.

-Probablemente-contestó Astrid.

De repente los chicos comenzaron a escuchar unos ruidos que venían de la cocina, pero todos estaban muy asustados para acercarse a ver que era. Al cabo de unos minutos Tiago se acercó.

-¡AH!-gritó.

Sinopsis: Astrid, Anna, Sebastian y Tiago son cuatro jóvenes que no creen en la existencia de fantasmas. Un viaje a la ciudad de Edimburgo y un encuentro con un viejo amigo, Juanjo, le harán comenzar a cambiar de opinión. Todo cambia para los cuatro un día que se encuentran una advertencia en la casa donde viven, después de ello descubrirán que tienen un don y es justo lo contrario a lo que ellos pensaban en un principio

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