La noche va pasando en silencio, la oscuridad reina mientras medio mundo descansa, las luciérnagas revolotean alumbrándome con sus pequeños bombillos y tratando de darle un poco de luz a la oscuridad que hay en mi alma. Veo un ramillete de estrellas buscando a la luna mientras que ella, coqueta se esconde tímida entre las nubes esperando el nacimiento del sol.
¿Qué me está pasando? El tiempo, único testigo de la creación, enemigo de todo ser viviente porque cada minuto que pasa es un minuto más de vejez y menos de vida. Cada minuto queda atrás como un recuerdo, como un pasado que no viviré de nuevo y que es el motivo de mi desvelo.
Mi tazón de café, puro, sacado de los cafetales de mis montañas, único testigo de mi desvelo.
Estoy esclavizada del tiempo, para trabajar, descansar o simplemente dormir como quiero hacerlo ahora y no puedo. He sido víctima del tiempo desde antes de nacer y cuento los minutos, las horas y los días que camino con ese recuerdo y siento miedo, mucho miedo.
Mi tazón de café está frío, iré a calentarlo de nuevo.
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